Cristina Kirchner huyó al sur y desapareció de la escena política, porque no pueden echarle la culpa a las empresas que ellos mismo controlan por intermedio de Planificación Federal y La Cámpora (que tiene militantes rentados en los directorios de las empresas Edenor y Edesur).
El kirchnerismo está preocupado. Pensaba que la crisis energética sólo se iba a graficar en una cuestión de caja, ya que paga 15.000 millones de dólares por año de importación de energía. Se equivocaron una vez más y la crisis explotó en la vida cotidiana del pueblo trabajador.
En la provincia de Buenos Aires y Capital Federal hay 50 mil comercios que perdieron aproximadamente 500 millones de pesos por los cortes de luz, según denuncia la federación de cámaras de comercio.
Pero no solamente se vieron afectadas las viviendas y comercios, sino incluso los hospitales como el Fiorito en conurbano de Buenos Aires o el Piñero de la Ciudad de Buenos Aires. El Hospital Piñero no cuenta con un generador para abastecer la falta de energía. También faltan camas para pacientes con golpes de calor. Mientras, el jefe de gobierno porteño Mauricio Macri gasta 7 millones de pesos en traer al velocista Usain Bolt o las tenistas hermanas Williams. Después se va de vacaciones en medio de la crisis, al igual que la presidenta Cristina Kirchner o el Secretario de Energía Cameron (que juega al golf en su country mientras a dos cuadras no hay luz hace 5 días).
El Cromañón energético
Las empresas y el gobierno nacional son los responsables directos de la crisis energética. Vivimos un verdadero cromañón energético que pone de manifiesto una vez más la corrupción de Estado, donde no se invierte, se factura y se vacían empresas para que luego el Estado se haga cargo.
El Instituto de Pensamiento y Políticas Públicas, que dirige Claudio Lozano, ha realizado un trabajo detallado sobre la crisis energética y sus causas, en el cual afirma:
“Lo primero a señalar es la ausencia de inversión en mantenimiento de redes de distribución eléctrica por parte de las principales empresas a cargo de la prestación del servicio de distribución, junto a la carencia de niveles relevantes de reserva de potencia instalada que pueda ser utilizada eficientemente en momentos de picos de consumo. No es casual que sea siempre en julio–agosto y en noviembre–diciembre cuando se producen las permanentes fallas tanto en transporte como en distribución eléctrica. Esto ocurre cuando las llamadas fuentes de generación de base (las de origen térmico, hidráulica y nuclear) están operando a los mayores niveles posibles en función de su capacidad de potencia y de disponibilidad, momento en que deben ser inevitablemente complementadas por generación adicional que es la que permite dar servicio eléctrico en las horas valle o pico de demanda.
Los números son contundentes: la capacidad instalada actualmente en todo el parque de generación con sus distintas fuentes, orilla los 31.000 MW de potencia de los cuales, pueden disponerse hasta 24.000 MW en términos de potencia disponible para abastecer la demanda creciente. Piénsese que en estos días, estamos orillando los 22.000/23.000 MW de demanda de energía eléctrica, lo cual, en los hechos, implica que el sistema está funcionando SIN RESERVAS DISPONIBLES y en estado de criticidad permanente, lo cual ocurre cuando las temperaturas superan los 32 o 33 grados, situación que nos pone permanentemente ante la precariedad y la violencia que implica que se le siga tomando el pelo a nuestra población en forma permanente.
Téngase en cuenta que cualquier sistema eléctrico debe operar, por lo menos, con una reserva del 15 al 20% del total del parque disponible; el Gobierno nacional sostiene que tenemos un remanente de 2.500 MW para usar en horas pico de consumo, sin embargo, esa situación no parece verse reflejada en la operación del sistema, ya que cuando superamos los 32 o 33 grados de temperatura, la disponibilidad remanente se transforma en un dato ficticio. También es cierto que estas situaciones conviven con inversiones que se han hecho en materia de redes de extra y alta tensión en el país, sobre todo, entre 2007 y 2012, con el objetivo de extender el Sistema Argentino de Interconexión (SADI), pero, también, se ha invertido en centrales térmicas que, a falta de gas, se han operado crecientemente con combustibles líquidos como fuel oil y gasoil, más caros y contaminantes. Es decir, que hay aspectos centrales vinculados al diseño de la planificación que siguen marcando falencias insostenibles a esta altura de las circunstancias.
Huelga decir, además, que el SADI necesita un monitoreo permanente a los efectos de corroborar su correcto funcionamiento, ya que hoy sabemos que una región clave como Mar del Plata no está conectada a las líneas de extra alta tensión de 500 Kv, al tiempo que, como viene pasando desde hace casi dos años, han contratado mini centrales térmicas que funcionan con combustibles líquidos al modo de grandes grupos electrógenos móviles, cuya operación es ruidosa, contaminante y peligrosa.
Es decir que, en la cosmovisión general del sector, conviven situaciones que parecen paradojales; en efecto, mientras es cierto que, en la última década, se han instalado unos 9.000 MW adicionales al parque de generación- como decíamos recién- ello no se ve reflejado en la operatoria global del sistema, por cuanto, en la unidad de distribución- que es donde hoy está impactando más seriamente la crisis- se han acumulado diversas problemáticas que van desde falta de inversión en nuevas subestaciones, falta de repuestos esenciales, cuadrillas de equipos en calle que en buena medida son personal tercerizado, deficiencias en el mantenimiento de las redes y cables y problemas con las tensiones del suministro eléctrico…”
La lógica capitalista en la crisis energética
Junto con esto, el desarrollo capitalista del mercado inmobiliario, en las grandes ciudades como la Capital Federal, Rosario o Córdoba ha crecido exponencialmente. En la mayoría se construye un edificio de 8-10 pisos en un terreno donde vivía una familia de cinco personas. Esto se hace sin modificar el cableado que pasa por la cuadra o el barrio, sin controles por parte del gobierno de la Ciudad y con la habilitación de las empresas de energías.
Las empresas se manejan con la lógica monopolista de los negocios: hilo conductor entre el “modelo” neoliberal y el nac & pop de este gobierno. Según denuncian los propios trabajadores de empresas de energía, con el objetivo es abaratar gastos contratan mano de obra precarizada, no invierten y ahorran en materiales. Por ejemplo los cables que antes eran de cobre con mayor resistencia a temperaturas, se cambiaron por aluminio –más baratos- pero con mucha menor resistencia a altas corrientes. Esta es la constante en cada área donde se establece un monopolio imperialista. ¿Por qué va ser de otra manera?
Por otro lado es cierto que soportamos el peor verano de los últimos 45 años. Pero pareciera que esto no tiene causas en el sistema capitalista imperialista. Entonces, vale preguntarse por ejemplo, ¿no influyó en el cambio climático que en doce años se haya destruido 2,3 millones de km2 de bosques?
¿No influye en las economías regionales, en los recursos naturales y la vida de los pueblos del interior, el control y desvío de ríos y el uso de venenos como el glifosato por parte de pooles y terratenientes?
La dictadura fascista y los posteriores gobiernos republicanos pero entreguistas han tenido una política de depredación de los recursos naturales en estos últimos 30 años, favoreciendo a los monopolios y terratenientes que contaminan los ríos con la mega minería, destruyen la tierra con la soja y envenenan al pueblo con el glifosato o herbicidas cancerígenos prohibidos en el mundo. Lejos de tener una política de aprovechamiento de los recursos naturales, por el contrario lo saquean y destruyen.
En los primeros seis meses del año, el gobierno nacional desembolsó casi 200 millones de pesos por día para importar combustibles y pagar subsidios energéticos. La cifra acumulada en el primer semestre llegó a 35.880 millones de pesos, el 62% más que en el mismo período de 2012. Argentina importa biodiesel, diesel y gas.
Son nulas las inversiones en obras hidroeléctricas, hace dos años que vienen anunciando la puesta en marcha de Atucha II, y son ínfimas las inversiones en energía eólica o solar.
Por todo esto, las causas de fondo la crisis energética radica en la estructura dependiente de nuestro país.
Fin del relato, con crisis política y social
La ola de saqueos en medio de la crisis policial puso en evidencia que no se pueden ocultar los diez millones de pobres y el millón de jóvenes que no estudia ni trabaja. La Asignación Universal por Hijo fue un paliativo en una etapa donde la inflación todavía se soportaba. Pero eso cambió y se manifestó de manera brutal. Los acuerdos de precios solo sirven para que las primeras marcas vendan más y encontrar un producto lleva horas dentro de los supermercados.
Hoy la crisis de la energía se manifiesta de la misma manera, con millones sin luz ni agua. No sirve el cinismo del oficialismo expresado en Página/12 cuando reduce la crisis a la histeria de las capas medias que vive con la luz subsidiada y ahora no se bancan los cortes. No sirven las explicaciones del jefe de Gabinete Capitanich, al decir que son casos puntuales, negando la crisis.
Entonces con esta lógica, todos aquellos que reclamen contra los cortes de luz, los tarifazos o el salario podrían estar en una maniobra desestabilizadora. Lo mismo que dijo la Alianza en 2001 cuando decretó el Estado de Sitio.
Pero cínicamente, en medio de los cortes de luz, el gobierno decretó el tarifazo del transporte en el área metropolitana, llevando el boleto a 2,50 pesos y en la Ciudad de Buenos Aires el boleto en subte treparía a 4,50 pesos. Mientras se le subsidia el gasoil a las empresas del transporte y se sostiene a las empresas de peajes y se les concede aumentos en las tarifas.
Las clases dominantes están en alerta, ya que de seguir emitiendo sin respaldo se desembocará en una hiperinflación con la ya sabida consecuencia en el conflicto social. La devaluación viene en marcha pero se reforzaría ya que es la salida que conocen los sectores dominantes que ya gobernaron la Argentina luego de la crisis del 2001.
Se ha entrado en la fase donde el relato se cae y van rumbo a aplicar las tan temidas medidas neoliberales a como dé lugar. Ese acuerdo llevó a Capitanich a jefe de Gabinete. Los sectores de clases dominantes ven con preocupación el camino que va tomando la crisis económica, derivándose en una crisis política y social. Queda mucho por recorrer hasta el 2015, año de recambio presidencial, y no saben cómo se llegará.
Los acuerdos tomados para la gobernabilidad se van licuando como la figura de Capitanich, que de ministro estrella, se estrelló en medio de la crisis policial y energética en muy poco tiempo.
En este sentido el massismo presentó su armado nacional con las mismas figuras responsables de padecimientos para el pueblo décadas atrás. En la foto aparecen junto a él Carlos Reutemann -gobernador de Santa Fe-, Romero -ex gobernador de Salta, ex menemista terrateniente y hambreador del pueblo salteño- y Roberto Lavagna, entre otros.
Se mostraron juntos el reagrupamiento que encabeza Binner junto a los radicales, Stolbitzer, Luis Juez y Elisa Carrió.
El apuro del armado de estas alianzas van al compás de la crisis política y social, que todos saben tiene corta distancia con una crisis de gobernabilidad. Por ahora se proponen acompasar el 2014 para llegar al 2015 sin que se desmadre la situación, por lo que serán bomberos de las luchas salariales y todo lo que pueda “entorpecer el proceso institucional.
Con la designación de César Milani, el kirchnerismo ya tiene su “obediencia debida y punto final”. Este enorme gasto político sólo obedece a la necesidad de la seguridad interior en un escenario de conflictividad social o de aguda lucha por el poder. Las dos realidades se van conjugando en el país con la posibilidad de un gobierno de transición en aguas turbulentas.
La crisis política y social se va acentuando. La puja salarial no se ha desatado todavía. La refinanciación de la deuda de 18 provincias con la Nación sólo les da respiro coyuntural para poder absorber los compromisos con las fuerzas de seguridad, pero a cambio se les pide a los gobernadores hacer pasar la pauta salarial en el Estado a no más de 24%, con la ayuda de los jerarcas sindicales como Yasky de CTA-oficialista, que ya salió a hablar de esa cifra para no “desestabilizar”.
Esto, más las crisis terminales, tapadas durante más de una década como la de la energía o por la inflación o los despidos, transforman a las provincias en zonas calientes o eslabones débiles con escenarios de puebladas y luchas obreras.
Frente a esta realidad, es necesario garantizar la discusión en cada fábrica y lugar de trabajo para exigir la apertura de paritarias, un básico salarial de 8.500 pesos, ningún despido y suspensiones, así como el fin del trabajo precarizado. Para esto es necesario un plan de lucha para garantizarlo.
La crisis requiere una salida de fondo
Ante la crisis energética, es necesario:
- Declarar la emergencia energética que contemple en primer lugar anular las concesiones a los monopolios sin indemnización.
- Estatizar las empresas generadoras y distribuidoras de energía con control popular y apelando a los profesionales de la universidad pública y trabajadores en blanco y con salarios de acuerdo a sus necesidades.
- Inmediato plan de inversiones que deberán salir del gravamen a los monopolios, terratenientes y bancos que son los ganadores de la década.
- Suspender el pago de la deuda externa.
Para todo esto, el CR y las fuerzas antiimperialistas deben ser motor de la unidad y la lucha popular. Lucha que mostrará cada vez más para millones que estas cuestiones de fondo no podrán resolverse sin una verdadera revolución que libere al pueblo de las ataduras del atraso, la corrupción y la dependencia del imperialismo y la dominación terrateniente.