Rusia a principios del siglo XX
Alrededor de 1900, Rusia era una potencia imperialista y militar-feudal gobernada por una monarquía sangrienta, corporizada en la figura del zar Nicolás II y sostenida por los terratenientes feudales y sectores de la burguesía aliada a éstos. Se venía desarrollando rápidamente el capitalismo sobre las bases de una sociedad donde había regido la servidumbre hasta menos de medio siglo antes. Rusia desarrollaba fuertes lazos con potencias imperialistas como Francia e Inglaterra. Las condiciones de vida de obreros y campesinos eran paupérrimas y la represión era moneda corriente.
Desde fines del siglo XIX, al calor del crecimiento de las organizaciones obreras, se fue constituyendo el Partido Obrero Socialdemócrata Ruso (POSDR), que vivía en su seno una aguda lucha de líneas. En obras como ¿Qué Hacer? (1902) Vladimir Lenin impulsaba la línea de organizar un partido político de vanguardia de la clase obrera, con perspectiva de poder, organizado en torno a la publicación periódica de un órgano de prensa. En su segundo Congreso de 1903 se inició una ruptura dentro del Partido entre un ala revolucionaria (bolchevique) y un ala oportunista (menchevique).
En 1905, en lucha contra el zarismo se desató una gigantesca movilización revolucionaria de masas. Se constituyeron espontáneamente incipientes soviets: consejos de delegados obreros, soldados y campesinos basados en asambleas. Se desarrollaron insurrecciones, como la gigantesca de Moscú. El movimiento fue derrotado en 1907, pero significó un antecedente muy importante para los sucesos de 1917. En su libro de 1905 Dos tácticas de la socialdemocracia en la revolución democrática, Lenin desarrolló la tesis de la hegemonía proletaria en la revolución democrática-burguesa en aguda lucha contra los mencheviques.
En 1914 se desató la Primera Guerra Mundial, una guerra de rapiña entre las potencias imperialistas que enfrentó a Alemania y sus aliados, de un lado, contra Francia, Inglaterra y Rusia, del otro. La Guerra significó una matanza inédita hasta entonces. Del lado ruso se contaban en 1917 alrededor de 7 millones de muertos y desaparecidos, la mayoría soldados de extracción campesina. Con la Guerra crecieron el hambre, la desocupación y la escasez.
La mayoría de los partidos obreros europeos —que recibían el nombre de socialdemócratas— decidieron apoyar a los gobiernos de sus países en la Guerra, es decir a “sus” burguesías imperialistas “en defensa de la patria”. Esa posición contradecía lo aprobado dos años antes —también por ellos mismos— en el Manifiesto de Basilea de la 2º Internacional e implicaba una traición abierta a la causa de la clase obrera. Por el contrario los bolcheviques rusos —también participantes en Basilea— no traicionaron y plantearon que era necesario “dar vuelta los fusiles” y aprovechar el conflicto para derrocar a la burguesía imperialista en cada país. Lenin propuso dejar de llamarse “socialdemócratas” y luego en 1918 se adoptaría el nombre de “Partido Comunista de Rusia (Bolchevique)”. En 1916 Lenin profundizó y sistematizó el estudio del imperialismo en su famosa obra El imperialismo, fase superior del capitalismo.
De febrero a octubre
Hacia comienzos de 1917 se desatan grandes huelgas en Rusia. El 22 de febrero (las fechas corresponden al viejo calendario ruso que tenía 13 días de atraso con respecto al nuestro), multitudes agobiadas por el hambre se lanzan a la calle. Las tropas de Petrogrado se acuartelan y no responden a la orden de reprimir. Caía el zarismo y la autocracia. Se constituyó un gobierno provisional.
El gobierno provisional representaba los intereses de la burguesía imperialista y los terratenientes modernos asociados a ella. Se instauró un régimen democrático-burgués. El gobierno proclamó derechos, como la libertad de palabra y reunión, y generó en un inicio expectativas en el pueblo, más allá de que eran reivindicaciones conquistadas por el pueblo en armas. Paralelamente, desde fines de febrero vuelven a conformarse los soviets de obreros y soldados, que ya habían hecho su aparición en 1905; pronto se reconstituirían también soviets campesinos. Su forma de organización —con delegados de fábrica, de compañía de soldados y de campesinos— se basa en la democracia directa, la revocabilidad de mandatos y la rendición de cuentas permanente. Los soviets representan en los hechos un nuevo tipo de instituciones, mil veces más democráticas que el parlamento burgués, con un carácter de clase proletario. Chocan en los hechos con las instituciones burguesas y se van transformando en organismos de “doble poder”.
En abril de 1917, Lenin vuelve a Rusia desde el exilio, y escribe sus célebres Tesis de Abril. En ellas afirma que “la peculiaridad del momento actual en Rusia consiste en el paso de la primera etapa de la revolución, que ha dado el poder a la burguesía por carecer el proletariado del grado necesario de conciencia y organización, a su segunda etapa, que debe poner el poder en manos del proletariado y de los campesinos pobres”. En este sentido, afirma categóricamente “Ni el menor apoyo al gobierno provisional (…) Desenmascarar a este gobierno, que es un gobierno de capitalistas, en vez de ‘exigir’ que deje de ser imperialista, cosa inadmisible y que no hace más que despertar ilusiones. (…)”. A la vez, Lenin parte de reconocer que en la mayoría de los soviets los bolcheviques todavía son minoría frente a partidos pequeñoburgueses como los mencheviques o los socialistas-revolucionarios, que de hecho apoyaban al gobierno provisional. El enfoque leninista señalado se va abriendo paso en aguda lucha hasta lograr hegemonizar en el partido, en cuyo seno hasta entonces predominaba también la línea de “presionar” al gobierno provisional. Los bocheviques lanzan entonces la consigna “Todo el poder a los soviets”.
También en abril el gobierno provisional sufre su primera crisis al no querer publicar tratados secretos con Francia e Inglaterra, donde se estipulaba detalladamente el reparto del botín de la Guerra. Uno de sus grandes problemas ante las masas era su posición de continuar con la guerra imperialista. Para intentar salir del paso, el gobierno burgués decide después integrar a seis ministros mencheviques y socialrevolucionarios al gabinete. Esto empieza a abrir una brecha entre el pueblo y los dirigentes de los soviets que respondían a esos partidos. Los bolcheviques pasan de 20.000 a 80.000 afiliados entre febrero y abril.
En julio estallan en Petrogrado manifestaciones en las que obreros y soldados exigen en las calles el poder para los soviets. El gobierno se derechiza y lanza una persecución contra los bolcheviques, que ya suman 200.000 militantes. En este contexto, un general reaccionario, Kornilov, encabeza un alzamiento militar con el objetivo imponer el orden y aplastar la rebelión popular. Las masas derrotan la intentona reaccionaria de Kornilov, incluyendo un trabajo muy fuerte de agitación sobre sus tropas. El gobierno provisional, en ese momento encabezado por Kerenski, sale de esta coyuntura muy debilitado.
Entre septiembre y octubre, los bolcheviques logran ganar la mayoría en los soviets de Petrogrado y Moscú: la toma del poder está a la orden del día. El 9 de octubre se constituye el Comité Militar Revolucionario del Soviet de Petrogrado que organiza las milicias obreras y la Guardia Roja. En este contexto es decisiva también la incidencia sobre los soldados del ejército regular: el 16 de octubre, un regimiento de Petrogrado entrega 5.000 fusiles a la Guardia Roja. En medio de intensos debates, se impone la línea leninista de preparar la insurrección armada, que implica un plan detallado de operaciones (una parte del Partido, influenciada por dos miembros de su propio Comité Central, se resiste fuertemente a lanzar la ofensiva, considerando imposible sostenerse en el poder). En la noche del 24 al 25 de octubre (7 de noviembre de nuestro calendario), bajo el mando bolchevique, los Guardias Rojos y el pueblo en armas se lanzan al asalto. Basados en una enorme superioridad de las fuerzas revolucionarias, logran el control de los puestos claves de la ciudad de Petrogrado. En Moscú los combates son más cruentos, con cientos de muertos; pero los obreros y el pueblo también logran imponerse.
El 26 de octubre se inaugura el Segundo Congreso de los Soviets de toda Rusia. Con el poder en sus manos, los soviets concretan las aspiraciones de los trabajadores y campesinos: se firman decretos para el establecimiento de la paz, la expropiación de los terratenientes sin indemnización, la nacionalización de la banca, el establecimiento del control obrero en la producción y la revocabilidad de todos los funcionarios y representantes, entre otras medidas. La reforma agraria fue fundamental para sellar la alianza obrero-campesina. Esta alianza revolucionaria permitiría —además— resistir la ofensiva lanzada por la burguesía y los terratenientes rusos, y la invasión en connivencia de catorce potencias imperialistas de Europa contra el poder soviético meses más tarde.
La clase obrera en el poder
“¿Qué es lo que ha aglutinado a estas masas desorganizadas, indisciplinadas, de soldados sin oficiales, convirtiéndolas en un ejército disciplinado y obediente a los jefes elegidos por ellas mismas, templadas para recibir el choque de la artillería y destrozar el asalto de la caballería cosaca? (...) Esta vez era su guerra, una guerra en la que luchaban por su mundo.” Así retrataba la revolución el periodista John Reed en Diez días que conmovieron al mundo.
La revolución rusa se transformó en uno de los eventos más importantes de la historia de la humanidad. Se demostró la factibilidad de un hecho para muchos utópico hasta entonces: la toma del poder por el proletariado, en alianza con el campesinado y con el apoyo de grandes sectores de las masas oprimidas. Por primera vez en la historia, una revolución no implicaba el reemplazo de un sistema de explotación por otro, sino el camino hacia una sociedad sin explotación del hombre por el hombre. Por primera vez se abría paso a la construcción de la sociedad socialista, como primera etapa hacia la sociedad comunista.
Se constituyó así la Unión Soviética, con enormes avances sociales y que luego jugó un rol decisivo en la derrota del nazismo en la 2º Guerra Mundial; aunque más tarde la revolución sería derrotada y se restauraría el capitalismo a partir del 20º Congreso del Partido Comunista en 1957, convirtiéndose en una potencia social-imperialista que pasó a disputar con EEUU el predominio mundial.
Con la Revolución Rusa también se confirmó la existencia de una nueva época de revolución social a escala mundial: la época del imperialismo y la revolución proletaria, donde van unidas las luchas de la clase obrera y los pueblos y naciones oprimidas del mundo. Época prolongada, con avances, retrocesos, guerras, triunfos, derrotas y nuevas revoluciones. Época histórica de la que hoy seguimos siendo protagonistas.