Yanquis, rusos, ingleses, franceses, chinos… Las grandes potencias juegan fuerte en el tablero del Oriente medio. La guerra civil en Siria puede desbordar las fronteras. El pueblo sirio necesita sacudirse la mano de todos los imperialistas para alcanzar una salida democrática.
El Oriente Medio, desde hace más de un siglo “zona caliente” de las disputas imperialistas, está siendo puesto al rojo vivo. Las grandes potencias intervienen a cuatro manos, agravando el infierno de sangre de una guerra civil que vive la nación árabe desde marzo de 2011. Antes metieron sus manos en Libia, montándose en la lucha popular alentada por las oleadas de la “primavera árabe” contra la dictadura de Gadafi. El tablero en el que disputan los poderosos del mundo ahora es Siria.
Estados Unidos y Rusia, como en los tiempos de la guerra fría, tratan de dirimir su disputa por “esferas de influencia” en la región mediante una “conferencia de paz” que organizan para junio en Ginebra. Los yanquis apoyan a los “rebeldes” del Ejército Libre Sirio, aunque con cierta distancia y a través de intermediarios como Arabia Saudita y Qatar. Los rusos son aliados de la “dinastía” dictatorial de los Assad desde hace más de cuatro décadas, cuando un golpe militar encabezado por Hafez Assad (padre de Bashar) entronizó a la familia.
Tanto Washington como Moscú aportan armas, mercenarios, asesores y agentes. La guerra amenaza extenderse abiertamente a países vecinos como Líbano e Irak, y terminar de incendiar una región estratégica del mundo donde también tienen intereses los imperialismos europeos y, desde hace una década, crecientemente China.
La guerra étnico-religiosa y la brutal intervención de los imperialistas multiplicaron las atrocidades en Siria: decenas de miles de muertos; torturas sistemáticas; matanzas masivas de ambos bandos; uso de armas químicas contra la población civil.
Muchas manos
El senador yanqui republicano John McCain visitó Siria: los jefes “rebeldes” le reclamaron que EEUU les provea armas y autorice ataques aéreos norteamericanos contra las fuerzas presidenciales. McCain ya fue partidario de armar a la “insurgencia” libia en 2011. El demócrata Obama, por su parte, apoya por ahora la vía diplomática, es decir la próxima conferencia de Ginebra.
El canciller ruso Sergei Lavrov y su homólogo norteamericano John Kerry se reunieron en París para arreglar ese encuentro, tratando a Siria apenas como un peón en un tablero ajeno. El gobierno de Vladimir Putin anunció que seguirá suministrando al gobierno sirio sistemas antiaéreos S-300 para repeler una eventual intervención yanqui o europea. Moscú tiene poderosos intereses estratégicos en Siria y es un sólido aliado de Al Assad: lo apoyó frente a la rebelión iniciada en marzo de 2011 y, como miembro permanente del Consejo de Seguridad de la ONU vetó, junto a China, tres resoluciones de condena al régimen.
Israel, histórico aliado de Estados Unidos en la región, advirtió a Moscú que si sus armas llegan a Siria, el gobierno y la cúpula militar israelí sabrán “qué hacer”: los jefes de Tel Aviv argumentan que los sistemas antimisiles rusos pueden caer en manos de Irán y la guerrilla de Hezbollah, aliados del gobierno sirio. Con este pretexto cohesionan a la opinión pública fundamentalista, ultrarreaccionaria y belicista de Israel y presionan al gobierno norteamericano para que intervenga militarmente. Y no son sólo palabras: desde principios de año Israel atacó ya tres veces objetivos militares cerca de la capital siria Damasco, y son capaces de ejecutar una nueva provocación para precipitar la intervención yanqui.
La Unión Europea decidió recientemente levantar el embargo de armas contra Siria. Washington respaldó la medida de la UE. Setecientos mercenarios de varios países de Europa combaten del lado de los “insurgentes” en la nación árabe, según declaró el ministro del Interior de Alemania, Hans Peter Friedrich. Los gobiernos de Gran Bretaña y Francia se manifestaron a favor de armar a esos “insurgentes” y promover lo que llaman un “cambio de régimen” en Damasco, que mejore su posicionamiento estratégico en la región.
Después de más de dos años de conflicto, Siria corre peligro de desmembrarse. Diversos grupos milicianos luchan unidos contra Assad pero están respaldados por distintas potencias imperialistas y se dividen por líneas sectarias religiosas y políticas. Siria está partiéndose en distintos feudos armados y regiones.
Las potencias “balcanizan” el país y fogonean una guerra civil que en dos años causó más de 90.000 muertos y forzó a centenares de miles de personas a huir de Siria.
Sólo el pueblo sirio, sacudiéndose junto a los demás pueblos de la región la injerencia y las provocaciones de todos los imperialismos, será capaz de alcanzar una salida soberana y democrática de la cruenta guerra civil.
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Oscuros intereses
Ya hay más de un millón y medio de refugiados por la guerra civil en Siria y más de 95 mil muertos, según cifras de organismos internacionales.
El potencial energético de Siria es indiscutible: además de contar con 2.500 millones de barriles de reservas de crudo comprobadas (más que todos sus vecinos menos Iraq), preocupa especialmente a EE.UU., Rusia y otras potencias europeas la ubicación de este territorio como punto de confluencia de los oleoductos alternativos de petróleo. Esto sería muy peligroso para los intereses de compañías estadounidenses y europeas que cuentan con sus propias rutas. EE.UU. se mueve con mucha cautela ya que no quiere perder presencia en la región.
Siria cuenta con dos aliados muy importantes como Rusia, que tiene su única base aérea fuera de su territorio, e Irán que le provee de armamento, tropas y sustento económico. La resistencia Siria está dividida y parte de ella está estimulada por EE.UU. bajo la forma de “ayuda no letal”.