entre los imperialismos, y entre éstos y los países oprimidos. Esto es lo que evidencia
el acuerdo nuclear que EEUU y otras cinco potencias firmaron con Irán.
El 24 de noviembre, las seis potencias imperialistas del llamado “Grupo 5+1” firmaron con el gobierno iraní un significativo acuerdo sobre el programa de desarrollo nuclear de Teherán.
Durante muchos años -y especialmente desde que los Estados Unidos difundieron en los ’90 su infame lista de Estados y organizaciones que consideran “terroristas”- las potencias imperialistas trataron de impedir que el nacionalismo iraní lograra poner en marcha la producción de materiales atómicos. Pusieron el grito en el cielo acusando a Irán de querer fabricar armas nucleares, al tiempo que proveían ese tipo de armas o la tecnología necesaria a aliados suyos como Israel, Pakistán y la India. Irán siempre proclamó que sus aspiraciones al desarrollo nuclear tienen fines civiles, fundamentalmente la producción de energía y la investigación científica.
La disputa se concentra en la cuestión del enriquecimiento de uranio, un proceso que en bajo porcentaje tiene usos civiles, pero que con mayor grado de refinamiento permite producir armamento atómico. En los últimos años Irán acrecentó su capacidad de enriquecimiento elevando el número de centrifugadoras, y llegó a enriquecer uranio hasta un 20%, un nivel todavía de uso civil.
Según el convenio sellado en Ginebra (Suiza), el “G5+1” (Estados Unidos, Rusia, Francia, Gran Bretaña y Alemania, más China) obtuvo el compromiso de Irán de no enriquecer uranio a más del 5%, neutralizar todas sus reservas de uranio enriquecido al 20%, y transformar su uranio enriquecido al 20% a menos de un 5%. La Organización Internacional de la Energía Atómica (OIEA) controlaría durante 6 meses el programa nuclear iraní, con acceso a las minas de uranio y a las instalaciones para la producción y el almacenamiento de centrifugadoras. Los imperialistas quisieran, además, que Irán reduzca el número de centrifugadoras operativas y cierre una planta subterránea -la de Fordow, cerca de Qom, al sur de Teherán- que por su ubicación es muy difícil de atacar.
Irán habría logrado incluir una referencia explícita a su derecho a enriquecer uranio. También exige el levantamiento de las sanciones que las potencias imperialistas le impusieron en relación con ese programa y que le crean grandes dificultades económicas.
EEUU descomprime tensiones con Irán
Ciertamente, tras el aislamiento internacional e interno, el presidente Obama dio marcha atrás con el bombardeo sobre Siria y debió aceptar el acuerdo propuesto por el imperialismo Ruso, sostén directo del régimen sirio de Bashar Al Assad. Ahora, el actual pacto con Irán descomprimió tensiones en ese otro foco de confrontación y peligro de guerra. EEUU contradijo incluso las presiones del gobierno de Israel -aliado de Washington y enemigo acérrimo de Irán-, que con cinismo ya había amenazado bombardear “preventivamente” las centrales y laboratorios nucleares iraníes. Ahora nuevamente los jefes del régimen de Tel Aviv clamaron contra el acuerdo e incluso afirmaron que el pacto firmado no compromete a Israel.
Detrás de las negociaciones y el retroceso yanqui está, indudablemente, la profunda y persistente crisis económica que padece Estados Unidos y el peligro de que los sectores más belicistas de la burguesía monopolista norteamericana empujaran una nueva aventura militar, esta vez contra Irán: un país del tercer mundo pero mucho más fuerte, poblado y armado que Irak. Esto explica el abrupto viraje y la insistencia de los diplomáticos de EEUU acerca del cambio que se habría operado en la presidencia iraní, del “agresivo” Ahmadinejad al “moderado” Rohani, y los múltiples signos de “deshielo” en las relaciones diplomáticas entre Washington y Teherán. El gobierno yanqui hasta llegó a ofrecer medidas compensatorias (posibilidad de Irán de vender petróleo, petroquímicos y automóviles) que permitirían al país asiático recuperar unos 10.000 millones de dólares de las pérdidas provocadas por las sanciones.
Los imperialistas europeos están igualmente agobiados por la crisis, y eso es lo que posiblemente los impulsó a seguir el mismo rumbo conciliador de Washington, su socio en la OTAN.
Los que parecen haber jugado el rol principal en el desemboque conciliador con Irán son los imperialistas Rusia y China, que ya antes habían impuesto un freno a los escarceos norteamericanos de ataque e invasión a Siria. Ambos imperialismos tienen un importante grado de alianza con Irán, que es un importante proveedor de petróleo de China y que tiene status de observador en la Organización de Cooperación de Shanghai, que China y Rusia encabezan.
La crisis, sin duda, está forzando cambios en las relaciones de fuerzas y realineamientos en el escenario mundial. El acuerdo nuclear con Irán es una señal de relativa distensión. Pero la rivalidad entre los imperialistas seguirá con alzas y bajas. En los últimos años el gobierno de Obama desplazó el eje de sus intereses estratégicos del Medio Oriente a la consolidación de un verdadero cerco anti-chino: en los mismos días del acuerdo con Irán, aviones norteamericanos y japoneses violaron una zona de seguridad aérea dispuesta por el gobierno chino en una zona en disputa del mar del Sur de China.