[Vamos! Nº 45] Con mayor o menor celeridad, promocionados desde Página/12 o desde La Nación, estos grupos de intelectuales también lanzaron sus pronunciamientos ante la muerte del fiscal Nisman..
Con fecha del 7 de febrero, varias semanas después del hecho, y tras una reunión en la sala Borges de la Biblioteca Nacional, el agrupamiento de intelectuales K Carta Abierta dio a conocer su carta Nº 18, titulada “Entre el texto y la sangre”. Adornado con su habitual enmarañado lenguaje, los intelectuales afines al Gobierno no hacen mucho más que repetir el discurso kirchnerista: las acusaciones a los Servicios de Inteligencia (“un cripto-Estado que viene de lejos”, atacado por el Gobierno, omitiendo toda vinculación en más de una década), a la CIA norteamericana (en una supuesta remake de la “metáfora bradenista” de Braden o Perón), a los medios de comunicación (aquí el “texto” desestabilizador, basado en el libreto escrito desde el Norte), la debilidad de la denuncia de Nisman (un escrito “asombrosamente desprolijo, con huellas de inédita improvisación y carencia de pruebas sustituidas por rápidas conjeturas de cuño folletinesco”), la defensa de las medidas gubernamentales (el memorándum de entendimiento con Irán, la disolución de la SI), y un largo etc. En síntesis: el “golpe cifrado”, la “mecánica destituyente”, la “metodología de la deslegitimación”. Nada nuevo bajo el sol.
Con mayor premura, el 22 de enero hizo público un comunicado el agrupamiento Plataforma 2012. En este caso se manifiesta la “preocupación y alarma” frente al “profundo deterioro institucional”, se reclama responsabilidad a la oposición y se destaca que “como colectivo nos sumamos a todas aquellas iniciativas ciudadanas que están exigiendo justicia y transparencia a los poderes del Estado” (llamamiento que, se ve, encontró eco en la marcha convocada por fiscales y parte del arco opositor para el 18 de febrero). Sazonada con algunas referencias al Proyecto X y a las desapariciones de luchadores sociales, la declaración terminaba exigiendo la disolución de la SI y “la apertura de un debate público, participativo y abierto a la ciudadanía respecto de cuáles deberían ser los objetivos, el funcionamiento y debidos controles de los organismos de inteligencia del Estado”. Claramente, sin que la presencia de supuestos intelectuales de izquierda cambie su contenido, la declaración de Plataforma 2012 expresa un claro eje republicano-liberal, de defensa de las instituciones e incluso de relegitimación de los servicios de inteligencia. Nuevamente entonces, no sorprende que su plataforma mediática (valga la redundancia) sea el diario La Nación.
Con mayor o menor extensión y “vuelo teórico”, en las declaraciones de estos destacados intelectuales hay un detalle que no hace más que brillar por su ausencia: el cuestionamiento del carácter de este Estado oligárquico-imperialista.