“Y yo les pregunto ¿si Manuel Belgrano viviera, si hoy estuviera aquí con nosotros, con quién creen que estaría Manuel Belgrano? ¿A quién apoyaría Manuel Belgrano? Ese hombre de la industria nacional, ese hombre que hablaba del comercio, ese hombre que hablaba de los pueblos originarios. Hay que hacerse esa pregunta…” (Cristina Fernández de Kirchner, 20/6/2013)
Para ampliar su argumentación, la presidenta caracterizó a Manuel Belgrano como un “político incorrecto” que “hoy es un héroe pero en aquellos tiempos algunos lo tachaban de loco; de loco cuando decidió fundar la bandera y no le contestaron, cuando también le ordenaron, ante derrotas en Bolivia y en el Alto Perú, retirarse, cuando él, que era un político que se hizo militar, decidió presentar batalla en Salta y Tucumán”.
Cristina agregó: “Si no hubiera sido por la desobediencia, si no hubiera sido por la valentía y el coraje para oponerse a lo que el establishment de la época le imponía, hoy tal vez estaríamos todavía con el yugo colonial y San Martín jamás hubiera podido cruzar los Andes para liberar a pueblos hermanos. La historia hay que contarla completa para entenderla.”
Con las mismas intenciones, en su discurso por el 25 de Mayo CFK había aseverado que su gobierno venía a continuar las tareas que habían quedado inconclusas de aquella revolución de Mayo. Según afirmó, en aquel momento se logró la “libertad” y en esta década se debía avanzar en la “igualdad”.
A nadie puede sorprender la manipulación de la historia. Pero nos obliga a desmenuzarla.
¿Quién era Belgrano?
Manuel Belgrano (1770-1820) nació en Buenos Aires. Hijo de un próspero comerciante italiano y una criolla. Inició sus estudios en el Real Colegio de San Carlos (hoy “Colegio Nacional de Buenos Aires”). Fue enviado luego a estudiar a Salamanca, Valladolid y Madrid recibiéndose de abogado y perfeccionándose en economía política. Belgrano era en los años finales de la colonia un reformista moderado que ejercía un cargo bastante importante como secretario del Consulado.
Sin embargo, cuando estalló la Revolución Francesa, al joven criollo se le despeinaron los esquemas: “(…) se apoderaron de mí las ideas de libertad, igualdad, seguridad, propiedad y sólo veía tiranos en los que se oponían a que el hombre, fuese donde fuese, no disfrutase de unos derechos que Dios y la naturaleza le habían concedido, y aún las mismas sociedades habían acordado directa o indirectamente”. Es inevitable pensar que ese proceso revolucionario influyó profundamente en el ánimo, las ideas y los objetivos de los radicalizados “jacobinos” de Buenos Aires, como Moreno, Castelli, Monteagudo e incluso el propio creador de la bandera. Es decir que Belgrano fue hijo de su época, un tiempo donde la burguesía era aún una clase revolucionaria que luchaba contra el feudalismo, contra los sectores aristocráticos. No se puede analizar a ningún ser humano separado de la sociedad que lo produjo. Si se lo intenta pensar divorciado de su tiempo y su sociedad sería como decir que fue mero fruto de su propia individualidad (o sea sin relación con los grupos, clases y contradictorias relaciones sociales de su momento). Por eso la pregunta de Cristina es absurda y expresa las concepciones individualistas de las clases dominantes.
Doscientos años después
Pero además el análisis oficialista atrasa 200 años. Oculta un detalle: la burguesía dejó de ser una clase revolucionaria, en un proceso, entre la oleada revolucionaria de 1848 y la Comuna de París de 1871. El mundo cambió. El capitalismo en el occidente europeo se consolidó, y la burguesía pasó entonces a interesarse por “el orden”. Ese orden podía incluir acuerdos con sectores nobiliarios o monárquicos y a la vez una represión feroz de la clase obrera que perfilaba su propia organización y programa, como con el Manifiesto Comunista de 1848 (mientras miles de obreros eran fusilados por la contra-revolución).
Ya no hubo, prácticamente, condiciones para revoluciones lideradas por sectores burgueses. En nuestra esquilmada América Latina, en la época capitalista-imperialista, la burguesía nacional no pudo dirigir ningún proceso de liberación nacional exitoso. No lo hizo Perón en Argentina, ni Vargas en Brasil, ni Cárdenas y el PRI en Méjico, ni aún el MNR boliviano que malogró el proceso revolucionario de 1952. Sólo Cuba en su momento, con una dirección comunista y revolucionaria, pudo avanzar más en las tareas de liberación: reforma agraria profunda, expropiación del capital imperialista, etc. y avanzar en las construcción de una nueva sociedad.
Nuestra respuesta
Si no lo pudo hacer la burguesía nacional, menos aún puede acaudillar un proceso de liberación el kirchnerismo, que plantea una “alianza estratégica” con un nuevo imperialismo en ascenso: China. Que prolonga una estructura económica mono-productora sojera, sin un verdadero plan de industrialización, que favorece la concentración latifundista y monopolista. En suma: que se orienta a un “cambio de amo”. Justamente aquella política que descartaron los patriotas más radicalizados que combatieron al viejo colonialismo. Así, por ejemplo, lo expresó Belgrano cuando hizo jurar la Declaración de Independencia por la que tanto luchó:
“El orden de nuestros sucesos consiguientes ha puesto el soberano congreso de la Nación en vuestra ciudad, y éste, convencido de la injusticia y violencia con que arrancó el trono de sus padres el sanguinario Fernando, y de la guerra cruel que nos ha declarado sin oírnos, ha jurado la independencia de España y toda dominación extranjera, como vosotros lo acabáis de ejecutar.” (Manuel Belgrano, 27 de julio de 1816 ante las milicias en Tucumán)
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