Por Ulises Granda
Sin lugar a dudas, el 17 de octubre de 1945 es una fecha clave en nuestra historia y marcó el nacimiento del movimiento peronista. La gigantesca movilización popular afirmó como líder a Juan Domingo Perón, que venía ocupando la Secretaría de Trabajo del gobierno militar.
En ese momento, también se abrió un trágico desencuentro entre la clase obrera y el comunismo, que venía teniendo un rol destacado en la lucha obrera en Argentina y se mantenía en el poder en la URSS. Las interpretaciones de esa jornada, como así también la cuestión de la opresión nacional, siguen siendo hoy fuente de profundos e imprescindibles debates.
Una jornada histórica
El 17 de octubre se produjo una pueblada con una gigantesca movilización a Plaza de Mayo: más de 300 mil personas. También se expresó en otras grandes ciudades: el 15 de octubre se movilizaron los obreros del azúcar en Tucumán, así como los de la carne en Berisso y Rosario. Esto se debía a que el 9 de octubre Perón había sido destituido de sus cargos —Vicepresidente, Ministro de Guerra y Secretario de Trabajo— y luego arrestado por sus rivales dentro del gobierno dictatorial. Fue llevado a la isla Martín García.
La movilización no fue “casta”, hubo escraches y escaramuzas frente a tradicionales instituciones de la oligarquía como el Jockey Club, los diarios La Prensa, La Nación, Crítica, la Sociedad Rural e incluso los rectorados de algunas universidades. El grueso de los movilizados eran obreros de Buenos Aires y del conurbano, que contaron con cierta prescindencia de parte del aparato estatal que aún respaldaba al destituido y encarcelado Perón.
El pueblo movilizado intuía que, más allá de la suerte de Perón, estaban en juego importantes conquistas laborales que se habían concretado luego de décadas de lucha: aguinaldo, jubilación, estatuto del peón, convenciones colectivas, etc. Consideraban que el descollante secretario de Trabajo podría ser una garantía de continuidad de ese rumbo.
Fueron entonces las masas movilizadas las que parieron al movimiento que sería llamado “peronista”. Entonces la crisis política interna del gobierno militar sólo se resolvió con el accionar de las masas obreras y algunos sindicatos. Días antes, la CGT había aprobado parar el 18/10, pero en votación dividida ya que algunos líderes planteaban que “ya aparecerá algún otro Perón”.
Perón concebía a los sindicatos como un importante auxiliar para llevar adelante sus planes. Pero temía y recelaba de su independencia y sus “desbordes”. Por eso trabajó para verticalizar y controlar al movimiento obrero, que ya tenía una importante historia de lucha y organización. Perón desarrolló la intervención estatal con el sistema de sindicato único por rama y con personería gremial otorgada discrecionalmente por el gobierno, que habilita para participar de las convenciones colectivas. Este fue el alto costo de este reforzamiento del aparato sindical. En la alianza de sectores que expresaba Perón, la clase obrera no debía encabezar sino acompañar un proceso timoneado por la burguesía nacional industrialista. Los trabajadores pasaron a ser así la “columna vertebral” del peronismo, pero no su cerebro.
Todo esto se daba en el marco de una fuerte presión norteamericana por la neutralidad que el país había mantenido durante casi toda la Segunda Guerra Mundial. Esa presión era ejercida a través de la injerencia descarada del embajador de EEUU, Spruille Braden. Éste oficiaba de padrino de la unión de Unión Cívica Radical, Partido Demócrata Progresista, Partido Socialista y Partido Comunista, que poco antes —en septiembre de 1945— habían realizado una importante movilización “por la Constitución y la Libertad”. Reclamaban que la dictadura le cediera el poder a la oligárquica Corte Suprema para que ésta organizara elecciones. Constituyeron la Unión Democrática (UD).
Los comunistas, orientados por sus dirigentes Victorio Codovilla y Rodolfo Ghioldi, hicieron seguidismo a esa alianza con clara hegemonía oligárquico–imperialista: leían la política argentina de posguerra como una derivación de la alianza establecida entre EEUU y la URSS en el transcurso de la guerra contra el Eje, sin ver que en el mundo de posguerra la potencia más peligrosa pasaba a ser EEUU. De hecho, durante esa coyuntura, acuñaron el término “nazi-peronismo” y mantuvieron expectativas en que EEUU podía ser un imperialismo “bueno”: democrático e industrialista. El país se polarizaba y quienes levantaban las banderas clasistas eligieron un lugar equivocado.
“Braden o Perón”
Casi a la medianoche del 17 de octubre, finalmente, Perón apareció en el balcón de la Casa de Gobierno. Desde allí, en su discurso-diálogo con la multitud presente, anunció sus intenciones de ser candidato en las elecciones.
Mas tarde, en medio de una campaña electoral muy disputada, el Estado yanqui daba publicidad a un “Libro Azul”, que supuestamente comprobaba estrechas relaciones entre el régimen militar y Alemania nazi. Buscaban favorecer un triunfo de la Unión Democrática, que días antes había realizado una masiva movilización. La respuesta peronista fue el eslogan: “Braden o Perón”.
El domingo 24 de febrero de 1946 Perón se impuso, en elecciones “sorprendentemente limpias”, tanto que fue admitido incluso por líderes de la Unión Democrática. Su armado político (constituido por el Partido Laborista de base sindical, sectores minoritarios del radicalismo, sectores del Estado y de la Iglesia Católica) obtuvo 1.487.866 votos (52,4%) sobre la Unión Democrática con 1.207.080 (42,5%). La fórmula entre Perón y el radical Hortensio Quijano triunfó en los principales distritos (Capital Federal, Provincia de Buenos Aires, Santa Fe, etc.). Perdió sólo en Córdoba, Corrientes, San Juan y San Luis (a nivel presidencial).
En las listas de la Unión Democrática convivían personajes como Julio Noble (hermano del dueño de Clarín) o Ernesto Sanmartino (el que acuñó la frase “aluvión zoológico” para referirse al triunfo peronista) “adornados” con cuadros obreros comunistas como José Peter, Pedro Chiaranti o Rubén Íscaro.
Con el PC dentro de la Unión Democrática se abrió un profundo desencuentro entre la clase obrera y su ideología. Entonces, la clase obrera pasó a ser la columna vertebral del peronismo naciente pero subordinado a la ideología de conciliación de clases.
Vueltas de la historia
A finales de la década de 1960 el Cordobazo abrió otro momento histórico con la confluencia de los trabajadores peronistas y los clasistas, empujados por sus necesidades económicas y políticas. Las dictaduras o las pseudo-democracias, la proscripción del peronismo, los ataques a las conquistas obreras, así como la traición de numerosos jerarcas sindicales, empujaron a la radicalización de sus bases obreras y el avance del clasismo. Este proceso se expresó mejor que ninguno en la recuperación del SMATA Córdoba por el agrupamiento conducido por René Salamanca en 1972. Fue la demostración que la clase obrera puede y necesita reconciliarse con el clasismo para jugar su rol de vanguardia en la lucha antiimperialista y antioligárquica, y cumplir con los objetivos históricos de la clase.