[Vamos! Nº 67] 7 al 14 de enero de 1919. Cachorro de bacán / anda achicando el tren / los ricos hoy están / al borde del sartén. / El vento del cobán / el auto y la mansión / bien pronto rajarán / por un escotillón. / Parece que está lista y ha rumbiao / la bronca comunista pa’ este lao / tendrás que laburar pa’ morfar... (Del tango “Se viene la maroma”, 1928).
En enero de 1919 el sur porteño fue testigo de una de las luchas más importantes y heroicas de la clase obrera de nuestro país. Iniciada a raíz de la lucha de los obreros de la metalúrgica Vasena, durante siete días decenas de miles de obreros y habitantes de la ciudad capital protagonizaron huelgas, movilizaciones y enfrentamientos callejeros contra las fuerzas de seguridad y grupos parapoliciales. La represión de las clases dominantes fue feroz, causando alrrededor de 1.500 muertos y 5.000 heridos. Pero finalmente la lucha obrera obtuvo sus reivindicaciones y marcó un hito en la organización y lucha del jóven movimiento obrero argentino. Fue además un esbozo fundamental para el camino revolucionario.
Una década agitada
La segunda década del siglo 20 trajo consigo grandes cambios tanto a nivel internacional como en nuestro país. La Primera Guerra Mundial estallada en 1914 mostró a dónde llevaba la disputa interimperialista característica de la nueva época del capitalismo monopolista, pero a su vez alumbró el desarrollo de una corriente marxista revolucionaria encabezada por los bolcheviques rusos, que con la dirección de V. I. Lenin en 1917 llevaron a cabo la primera revolución proletaria triunfante. El ejemplo del proletariado ruso se extendió en la oleada revolucionaria europea, y se transformó en un faro para los revolucionarios de todo el mundo. En América Latina la Revolución Mexicana iniciada en 1910 conmovía el continente, mientras que en 1911 una revolución en China había derrocado al emperador estableciendo una república.
En la Argentina, el modelo primario-exportador y el sistema político consolidado por la oligarquía a fines del siglo 19 había comenzado a mostrar sus debilidades. La oleada inmigratoria y el desarrollo del movimiento obrero hegemonizado por corrientes socialistas, anarquistas y de sindicalistas revolucionarios habían puesto a foco la llamada “cuestión social”, que las clases dominantes habían respondido centralmente con represión y deportaciones, sancionando la tristemente célebre Ley de Residencia. También en 1912 se produjo el Grito de Alcorta, marcando la emergencia del campesinado. A esto se sumó el desafío político del naciente radicalismo al restrictivo sistema político, utilizando levantamientos armados y el abstencionismo en las elecciones.
Así se llegó a reforma electoral con la sanción de la Ley Sáenz Peña en 1912, que daría paso al ascenso de Hipólito Yrigoyen a la Presidencia de la Nación en 1916. Éste procuró establecer una nueva relación entre el Estado y el movimiento obrero, alternando entre el arbitraje favorable a los trabajadores, las negociaciones y la represión directa. Pero el ascenso obrero y popular no se detuvo, con hechos como la Reforma Universitaria de 1918 y el desarrollo del movimiento sindical. Otro hecho destacado fue el nacimiento el 6 de enero de 1918, como ruptura del reformista Partido Socialista, del Partido Socialista Internacional –que más tarde se transformaría en el Partido Comunista de la Argentina– afiliado a la Tercera Internacional encabezada por los bolcheviques rusos.
La guerra mundial también afectó fuertemente a la economía argentina, producto del cierre de muchos mercados europeos, la caída de los precios de las materias primas y la disminución de las importaciones de manufacturas. Todo lo cual se tradujo en un aumento de la inflación y la desocupación.
Estalla la lucha en Vasena
Los Talleres Pedro Vasena e hijos estaban ubicados en La Rioja y Cochabamba, en el hoy barrio de San Cristóbal. El italiano Pedro Vasena, llegado a la Argentina en 1865, había construido un verdadero imperio metalúrgico con tres establecimientos, entre ellos el mencionado taller donde trabajaban unos 2.500 obreros, gran parte inmigrantes, en tareas de metalurgia, herrería, fundición y mecánica. Allí imperaba la más cruda dictadura patronal, con salarios muy bajos, condiciones insalubres, jornadas de 11 horas y con una política fuertemente represiva ante cualquier intento de organización obrera y reclamo. Modelo ideal que décadas más tarde tendría como ejemplo un descendiente de Pedro Vasena: Adalbert Krieger Vasena, ministro de Economía de la dictadura de Onganía. Con las dificultades económicas por la guerra, Vasena no dudó en descargar la crisis sobre las espaldas de los trabajadores.
La lucha de los obreros de Vasena arrancó con fuerza en diciembre de 1918, cuando la Sociedad de Resistencia Metalúrgicos Unidos, anarquista, inició medidas de fuerza en reclamo de la jornada de 8 horas, aumento de salarios, descanso dominical, abolición del trabajo a destajo y la reincorporación de los despedidos por causas gremiales. El gobierno radical hizo lugar a los reclamos, pero la patronal los desoyó completamente y, con ayuda del agrupamiento de empresarios Asociación Nacional del Trabajo, contrató rompehuelgas y matones armados.
El 7 de enero fue el punto de inicio de la llamada Semana Trágica. Los obreros organizaron piquetes para impedir el ingreso de los rompehuelgas y de camiones con materiales a los Talleres, cuando fueron atacados por las fuerzas represivas y grupos armados, dejando un saldo de 5 muertos y desatando la furia popular.
Los mártires populares fueron velados en la Sociedad de Resistencia metalúrgica, y los gremios convocaron a huelga y a movilizarse acompañando los féretros el 9 de enero al cementerio de Chacarita. Ese día la ciudad se paralizó, los comercios, fábricas y el transporte no funcionaron, y las calles fueron tomadas por decenas de miles de obreros, armando barricadas en las esquinas. Doscientas mil personas acompañaron el cortejo fúnebre, encabezados por una vanguardia de 150 obreros armados para la autodefensa. Pero, nuevamente, una fuerza represiva de más de diez mil policías y militares se lanzó contra los obreros, ocasionando una batalla campal y emboscando y disparando sobre miles en el mismísimo cementerio. La prensa obrera habló de cientos de muertos, muchos de ellos enterrados en fosas comunes para ocultarlos.
A partir de allí la huelga se extendió a otras ciudades del país, como Rosario, Santa Fe, Bahía Blanca y Entre Ríos, mientras el Ejército a cargo del Gral. Dellepiane ocupaba la ciudad de Buenos Aires. También hizo su entrada en escena la autodenominada Liga Patriótica, una organización paramilitar integrada por los hijos de las familias “patricias” de Buenos Aires y apoyada por militares, que les proveyeron armas e instrucción militar, y empresarios que aportaron grandes sumas. Comandada por Manuel Carlés, puesta en pie con el argumento de la insuficiencia de la respuesta del gobierno radical, y con el visto bueno de la policía, el Ejército y la Iglesia, se dedicaron durante esos días a perseguir y cazar obreros anarquistas, rusos y judíos, a destruir locales sindicales y políticos, a saquear, violar y asesinar impunemente. Así respondían los “niños bien” de las clases dominantes a lo que consideraban la amenaza “maximalista”, en referencia a la revolución soviética.
Duro triunfo y lecciones
Finalmente, el 11 de enero, instado por Yrigoyen, Vasena aceptó el pliego de condiciones de los obreros de sus Talleres y el gobierno comenzó la liberación de los miles de detenidos. La FORA IX Congreso, integrada por sindicalistas revolucionarios y socialistas, procedió a dar por concluido el movimiento, mientras que la anarquista FORA del V Congreso llamó a continuarlo como protesta por los crímenes de Estado. Recién el día 14 se dio por finalizado el conflicto, con el compromiso gubernamental del cese de la represión y persecuciones.
Por su duro saldo de muertos, heridos, detenidos y deportados, la prensa denominó a estos acontecimientos la “Semana Trágica”, y así quedó en la memoria popular. Y efectivamente una de las enseñanzas fue la saña represiva (oficial y paraoficial) a la que recurren las clases dominantes cuando ven amenazados sus intereses.
Pero lo otro que cabe destacar es que estas jornadas constituyeron uno de los hitos más importantes que forjaron a la clase obrera de nuestro país. La huelga general, las asambleas, la solidaridad de clase, la lucha callejera, alumbraron una metodología que los trabajadores y el pueblo repetimos en múltiples ocasiones a lo largo de nuestra historia, un camino insurreccional necesario y posible que habrá que seguir recorriendo hasta la conquista de la definitiva liberación.