sábado, 21 de marzo de 2015

Ofensiva yanqui para recuperar terreno perdido en América latina

[Vamos! Nº47]  Estados Unidos califica a Venezuela de “amenaza a su seguridad nacional”. Otra vez América latina se estremece con el preanuncio de otra agresión del imperialismo yanqui, ahora nuevamente contra Venezuela. En la semana que pasó, el gobierno de Barack Obama estableció por decreto la “emergencia nacional”, alegando que Venezuela es “una amenaza inusual y extraordinaria para la seguridad nacional y la política exterior de Estados Unidos”.

Más allá de la aparente estupidez del argumento de que Venezuela pueda ser un peligro para la seguridad de EEUU, viniendo de quien viene los pueblos latinoamericanos deben tomar esta amenaza muy en serio: este tipo de declaraciones yanquis suelen ser el reflejo de mayores disputas estratégicas con otros rivales imperialistas (en América latina principalmente con la ascendente China) o el umbral de agresiones militares contra países latinoamericanos con gobiernos que tomaron distancia de su dominio: agresiones directas o con la tapadera o colaboración de intermediarios o aliados como los de la OTAN. En los últimos 25 años todo esto ya lo padecimos con la primera invasión a Irak de Bush padre en 1991, el desembarco de los marines yanquis en la isla caribeña de Granada en 1993, la nueva invasión y ocupación de Irak por Bush hijo en 2003, el cínico respaldo al golpe civil contra el presidente hondureño Zelaya en 2010, la intervención en Libia junto a los imperialistas europeos en 2011.
Esta declaración contra Venezuela presagia un nuevo período de provocaciones de la CIA desde afuera y desde dentro del país y de potenciales agresiones militares yanquis, que podrían ir desde un bloqueo económico hasta una acción militar (ataque, atentado, etc.) para crear pánico y justificar una pretendida “respuesta” norteamericana con el pretexto de la “defensa de la democracia” y los “derechos humanos”. Todavía está fresco el recuerdo del golpe de estado contra Chávez en 2002, alentado y apañado por Washington, y aplastado al cabo de varios días por la gigantesca movilización popular y de sectores leales del ejército.

Crisis económica y política
En el marco de la profunda crisis política y económica venezolana, la oposición oligárquica vuelve a embestir contra el gobierno de Nicolás Maduro, movilizando a los sectores populares y de capas medias a los que influye para debilitar, erosionar, aislar y si fuera posible voltear al gobierno. Y desde afuera, con la intervención abierta del imperialismo norteamericano en los asuntos internos del país.
La oposición –incluso unificada en la MUD (“Mesa de Unidad Democrática”) con un programa y dirigentes ya conocidos en el país porque trajeron hambre, privatización y represión en otros tiempos– trata de explotar, en un clima antigubernamental por el desabastecimiento, campañas de prensa y movilizaciones, el creciente descontento social, la relativa desmovilización de los sectores populares y la política del gobierno de Maduro que se vuelca crecientemente hacia la represión.
Venezuela está sufriendo los efectos de la abrupta caída de los precios del petróleo en el último año. Su economía, fuertemente dependiente de las exportaciones petroleras (más del 80%) está muy golpeada y el gobierno implementó medidas de ajuste. Pero eso a su vez acentúa los factores de crisis: acelerada devaluación, altísima inflación que licúa los salarios, caída de la producción industrial y agropecuaria, cierre de empresas y despidos, desabastecimiento de productos de la canasta familiar, importación masiva de productos de consumo, fuerte escalamiento de la deuda externa. Y también la conformación de un grupo empresarial privilegiado, con una parte alineada con la oposición oligárquica pero otra −la llamada burguesía bolivariana o “boliburguesía”− enriquecida con esas políticas de matriz dependiente, que favorecieron al imperialismo chino y ruso durante la última década.
Es cierto que el gobierno se esfuerza por asegurar bienes y servicios básicos a la población. Pero los sectores populares ya se resienten fuertemente de la escasez de bienes básicos, agravada por las maniobras de acaparamiento, sabotaje o contrabando generadas por los grandes monopolios que siguen dominando esas producciones.
Y además está la acción yanqui: Obama aprobó para el Departamento de Estado un fondo especial de 5 millones de dólares para apoyar a los grupos de la oposición oligárquica venezolana. Otros sectores de ésta reciben fondos de la Fundación Nacional para la Democracia (NED) de EEUU. Y la oposición sigue trabajando −siempre lo ha hecho− para atraerse a sectores antichavistas y proimperialistas de la Fuerza Armada Nacional.
Por otro lado, se dio una política de aislar a Venezuela, en particular a partir de los acuerdos con Cuba mostrando un gobierno, el cubano, “dispuesto al diálogo y la negociación” mientras preparaba esta ofensiva.

Lo fundamental será la movilización popular
Casi todos los países latinoamericanos repudiaron la medida yanqui contra Venezuela, entendiéndola como una avanzada de Washington para amedrentar a los gobiernos de la región que no se someten a sus designios (y a los que buscan alianza o apoyo en otras potencias imperialistas, especialmente China y Rusia). Manifestaron su condena asociaciones regionales como la Celac, el Mercosur y el Alba. También lo hicieron países imperialistas con fuerte presencia en Venezuela, como China y Rusia, este último con el anuncio de su cancillería del envío de un portaaviones a esa zona del caribe, agregando más tensión y enrareciendo el clima en la región.
Pero lo fundamental, como siempre −además de la solidaridad activa de los pueblos latinoamericanos− será la movilización del propio pueblo venezolano, hoy dificultada por la seria crisis económica, las políticas de ajuste que recaen sobre toda la población trabajadora, y medidas gubernamentales que suprimen grandes conquistas obtenidas con la lucha y el esfuerzo del pueblo (y que incluso ponen en riesgo la soberanía nacional, como los compromisos que atan las exportaciones petroleras a China). El pueblo venezolano está en un verdadero “estado de deliberación”: la situación creada por la disposición norteamericana se discute en las familias, en los lugares de trabajo, entre los vecinos, en los colegios.
Por ahora las minorías oligárquicas se juegan a que el desgaste del gobierno de Maduro les permita usar el proceso electoral para lograr un recambio, negociado sobre la base de que el propio gobierno haga el “trabajo sucio” del ajuste. Pero el decreto de Obama acelera los tiempos y requiere el alerta y la preparación popular para hacer frente a otro tipo de circunstancias, por ejemplo que tome forma material el golpismo que el gobierno venezolano y los sectores antiimperialistas y populares en América latina vienen denunciando desde hace años.