El 13 de mayo de 1969 cientos de obreros mecánicos de Córdoba se reunieron en lo que era el poderoso Cuerpo de Delegados del SMATA cordobés. El día anterior la dictadura de Onganía había resuelto eliminar el sábado inglés, una conquista por la cual en varias provincias los sábados se cobraba el jornal entero trabajando medio día. Ésta fue la gota que rebalsó el vaso, lleno ya por la represión, la entrega y la política antiobrera y antipopular de la cínicamente autodenominada “Revolución Argentina”.
En el Cuerpo de Delegados del SMATA Córdoba crecía algo nuevo: los delegados de la matricería Perdriel, orientados por el clasismo, practicaban una profunda democracia sindical en la fábrica, empujando a la radicalización de la lucha y denunciando las traiciones de Elpidio Torres, secretario general del SMATA Córdoba. Los delegados se hicieron eco de la agitación en las fábricas y se convocó una asamblea en el estadio Córdoba Sport para el 14 de mayo. Allí se produjo la primera batalla: ante la agitación y combatividad de las bases obreras, la dictadura mandó a la policía a reprimir, lo que terminó en un fuerte enfrentamiento callejero en el que los obreros hicieron retroceder a las fuerzas represivas.
A partir de ahí la actividad fue febril en las fábricas. Las direcciones sindicales de ambas CGT regionales (la vandorista y la que respondía a la CGT de los Argentinos) junto a las organizaciones estudiantiles, resolvieron la convocatoria de paro activo para el 29 de mayo. Algunos jerarcas traidores, como Torres, jugaban fichas en la disputa al interior de la dictadura entre Juan Carlos Onganía y Alejandro Lanusse: Onganía venía orientado hacia el imperialismo yanqui, mientras que Lanusse estrecharía vínculos con el socialimperialismo ruso tras asumir en 1971. Pero el proceso que se desató los desbordó completamente, poniendo sobre la mesa la urgente necesidad de la recuperación de los sindicatos para los intereses de la clase obrera. Los sindicatos “amarillos” pro-patronales de Fiat, por ejemplo, ni siquiera convocaron a la jornada del 29.
Desde una posición antiyanqui y combativa, Agustín Tosco de Luz y Fuerza fue otro de los organizadores de la jornada, aunque también expresó en una oportunidad que “se nos fue de las manos”.
En el SMATA, el Cuerpo de Delegados –integrado e influenciado por clasistas que tenían la temperatura exacta del polvorín bajo los pies de la dictadura– tomó en sus manos la organización del paro y la movilización, y la preparación para el seguro enfrentamiento con las fuerzas represivas. Desde las fábricas, los obreros juntaron piedras, armaron miguelitos, bombas molotov y todos los elementos necesarios. Y se decidió que el 29 los mecánicos se dividirían en tres columnas para llegar al centro de la ciudad. Para la que salió desde la sede del sindicato –reuniendo a los obreros de la matricería y al turno tarde de Santa Isabel– se designó como dirección a los delegados de Perdriel, encabezados por Agustín Funes vinculado a la Agrupación Clasista 1º de Mayo.
Ya nada fue igual
El 29 de mayo las columnas de miles de obreros y estudiantes iniciaron su marcha hacia el centro de la ciudad, donde la dictadura había dispuesto a las fuerzas represivas para frenar el avance. Los enfrentamientos no tardaron en producirse y el asesinato de Máximo Mena desató el odio y la rebelión generalizada, a la que se sumó todo el pueblo de la ciudad. La policía fue completamente superada y tuvo que replegarse.
Barricadas armadas con autos, carteles, elementos de las obras en construcción y todo lo que aportaban los vecinos, fogatas por todos lados, los símbolos imperialistas y oligárquicos como la confitería Oriental, Xerox, Citroën o el Jockey Club destrozados: la clase obrera y el pueblo cordobés eran dueños de la ciudad. Había alegría y satisfacción por lo realizado. Recién a las 17hs se iniciará la entrada del Tercer Cuerpo del Ejército, ante lo cual se prolongará la resistencia de manera más localizada durante toda la noche.
El Cordobazo dejó tambaleando a la dictadura de Onganía. Pero fue más que eso. Los obreros, estudiantes y el pueblo en las calles habían realizado una confrontación directa con el Estado de las clases dominantes, contra sus fuerzas represivas, y habían mostrado la potencialidad revolucionaria de la violencia protagonizada por las masas.
Entre las motivaciones del Cordobazo estuvieron las reivindicaciones obreras, como el sábado inglés. Pero además el estallido cordobés tuvo un claro contenido político. Fue una lucha contra la dictadura y sus políticas, así como contra 14 años de gobiernos que habían intentado avanzar sobre las conquistas obreras y mantenían la proscripción del peronismo. Y fue una lucha teñida de la radicalización político-ideológica de vastos sectores populares en la Argentina, influidos también por el ascenso revolucionario a nivel mundial, por la Revolución Cubana, la Guerra de Vietnam, la Revolución Cultural Proletaria en China, el Mayo Francés, etc.
Por todo esto, el Cordobazo, marcado por el protagonismo y la hegemonía de la clase obrera, marcó un antes y un después en la política argentina, abriendo un período de auge de luchas y un avance de la acumulación de fuerzas revolucionarias.
Vigencia
El Cordobazo hoy es reivindicado desde la izquierda y también desde el “progresismo”, pero en general se lo presenta como “una epopeya de otra época”, “cosa del siglo pasado”. No está de más recordar que la propia Cristina Kirchner, ante la lucha de los obreros de Gestamp el año pasado, sostuvo que “hay quienes siguen soñando con la toma del Palacio de Invierno” (en alusión a la Revolución Rusa) para concluir que “no hay toma del Palacio de Inverno porque estamos en un mundo nuevo”.
Pero si hay algo que marcó la entrada de nuestro país en el siglo XXI fue el Argentinazo, un estallido popular que enfrentó a las fuerzas represivas e hizo caer al gobierno del inefable De la Rúa. Para los que, en el siglo pasado o en este, seguimos luchando por la liberación nacional y social y el socialismo, mirar y reivindicar el Cordobazo –así como el Argentinazo– es parte de aprender de lo que tuvieron de avanzado y de sus límites. Fundamentalmente mostró la necesidad de una dirección clasista, antiimperialista y revolucionaria en la clase obrera. Y también, aun en un momento teñido por la disputa electoral, el Cordobazo nos sigue marcando el camino para un verdadero y definitivo triunfo de la clase obrera y el pueblo.