martes, 16 de febrero de 2016

Más de una década bajo ocupación militar

[Vamos! Nº 68]  Haití.



Haití es la mitad occidental de una gran isla del Caribe. La otra mitad es República Dominicana. Desde fines del siglo 19 la dominación yanqui sumió al pueblo haitiano en la miseria, la violencia y la opresión social y política. El imperialismo norteamericano impuso y sostuvo durante 30 años (1957-1986) la bestial dictadura de François Duvalier y luego la de su hijo Jean-Claude, sostenidas a base del terror sembrado por la guardia de asesinos, secuestradores y torturadores del duvalierismo conocida como “ton-ton macoutes”.

Los crímenes de los “estabilizadores”

La ocupación de Haití se inició en junio de 2004: lleva ya once años y medio. En febrero de ese año el gobierno de George W. Bush promovió un golpe de Estado y derrocó y secuestró al presidente Jean-Bertrand Aristide, del movimiento Lavalás (Avalancha).

En el mismo mes de febrero, lavándole la cara a la intervención imperialista yanqui, la ONU votó la creación de la Misión Internacional de Naciones Unidas para la Estabilización de Haití (Minustah). Tropas de 40 países se sumaron a esa creación militar del Pentágono, incluidos muchos del Tercer Mundo que pretendían hacer “méritos” ante los imperialistas, entre ellos el Brasil de Lula (que comandó la “misión”), la Argentina de Kirchner (que durante 10 años mantuvo allí 600 militares argentinos), la Bolivia de Evo Morales y el Uruguay de Tabaré Vásquez. Obviamente el nuevo gobierno argentino de Macri es partidario de mantener la infame ocupación y la participación argentina.

La Minustah debía ser confirmada cada año para finalizar en 2007. Pero los gobiernos representados en la ONU prorrogaron una y otra vez ese mandato, pese a las trágicas consecuencias comprobadas de la ocupación militar extranjera, que van desde la espantosa epidemia de cólera que provocaron en 2010 los “cascos azules” venidos de Nepal (obviamente ni la ONU ni las grandes potencias que financiaron la “misión” pusieron un dólar para luchar contra la epidemia, que provocó más de 8.000 muertos), hasta las dramáticas consecuencias del terremoto de enero de aquel mismo año, que dejó 300.000 muertos y más de 1 millón de personas sin hogar, muchos de los cuales hasta hoy viven en carpas.

Con el argumento de luchar “contra los saqueadores”, los “cascos azules” de la Minustah reprimieron sistemáticamente al movimiento popular, como lo hicieron en 2005, 2006 y 2007 contra los pobladores pobres de Cité Soleil, en Puerto Príncipe. Mes a mes se conoce de violaciones y abusos de los mismos “cascos azules” contra mujeres, niñas y jóvenes de ambos sexos.

La intervención extranjera sólo contribuyó a perpetuar las herencias sociales y políticas de la tiranía duvalierista. A punto tal que Jean Claude Duvalier –alias “Baby Doc”–, fugado con protección norteamericana en medio de otra gigantesca rebelión popular en 1986, volvió al país en 2011 y, en vez de terminar preso por el vaciamiento del país y por sus miles de crímenes, fue un protegido de Martelly.