Abril de 2014.[1]
"Un fantasma recorre Europa, el fantasma del
comunismo".
Con estas palabras, millones de veces repetidas posteriormente no sólo en
Europa sino en todos los continentes, comenzaba hace 166 años el Manifiesto Comunista, publicado el 21 de
febrero de 1848. Carlos Marx y Federico Engels, sus redactores por encargo de
la Liga de los Comunistas –organización clandestina en la que participaban y en
la que se unían los primeros núcleos comunistas–, sostenían en su introducción: “ya es hora de que los comunistas expongan
a la faz del mundo entero sus conceptos, sus fines y sus aspiraciones; que
opongan a la leyenda del fantasma del comunismo un manifiesto del propio
Partido”.
En el Manifiesto
del Partido Comunista, documento fundacional del socialismo científico, se
exponen por primera vez en sus aspectos fundamentales la concepción de la
historia y la sociedad, el secreto de su movimiento, basado en las leyes
objetivas más generales del desarrollo social desentrañadas por ambos
revolucionarios, mediante la consecuente extensión del materialismo dialéctico
al dominio de los fenómenos sociales, el materialismo histórico. Frente a las
diversas corrientes del idealismo filosófico que prevalecían ampliamente en el
dominio de la Historia ,
y que entre otras características no abarcaban sino que desdeñaban el papel de
las acciones de las masas en el desarrollo histórico; frente a las
inconsecuencias y la unilateralidad que caracterizaban al materialismo
mecanicista; y frente a las diversas corrientes del socialismo utópico y del
comunismo utópico que pululaban (algunas verdaderas sectas de “curanderos
sociales”), el proletariado revolucionario necesitaba desarrollar las luchas
guiándose por una teoría revolucionaria científica que les permitiera
orientarlas.
“Las
tesis teóricas de los comunistas –dirá el Manifiesto–
no se basan en modo alguno en ideas y principios inventados o descubiertos por
tal o cual reformador del mundo. No son sino la expresión de conjunto de las
condiciones reales de una lucha de clases existente, de un movimiento histórico
que se está desarrollando ante nuestros ojos. La abolición de las relaciones de
propiedad existentes desde antes no es una característica peculiar y exclusiva
del comunismo.
“Todas las relaciones de propiedad han sufrido constantes
cambios históricos, continuas transformaciones históricas. La revolución
francesa, por ejemplo, abolió la
propiedad feudal en provecho de la propiedad burguesa. El rasgo distintivo del comunismo no es la
abolición de la propiedad en general, sino la abolición de la propiedad
burguesa. Pero la propiedad privada actual, la propiedad burguesa, es la última
y más acabada expresión del modo de producción y de apropiación de lo producido
basado en los antagonismos de clase, en la explotación de los unos por los
otros”.
El Manifiesto fue siendo publicado en
diversas lenguas y se fue difundiendo por cientos de millares en el mundo. Fue
precedido en numerosas ediciones por prefacios de Marx y Engels (y luego de
Engels, al morir Marx). En el prefacio a la edición alemana de 1883 (poco
después de la muerte de Marx), Engels resumió: “la idea fundamental de la que está penetrado todo el Manifiesto, a
saber: que la producción económica y la
estructura social que de ella se deriva necesariamente en cada época histórica,
constituyen la base sobre la cual descansa la historia política e intelectual
de esa época; que, por tanto, toda la historia (desde la disolución del régimen
primitivo de propiedad común de la tierra) ha sido una historia de lucha de
clases, de lucha entre clases explotadoras y explotadas, dominantes y
dominadas, en las diferentes fases del desarrollo social; y que ahora esta
lucha ha llegado a una fase en que la clase explotadora y oprimida (el
proletariado) no puede ya emanciparse de la clase que la explota y oprime (la
burguesía), sin emancipar, al mismo tiempo y para siempre, a la sociedad entera
de la explotación, la opresión y las luchas de clases”.
Lenin dirá, entre sus numerosos análisis sobre este
documento fundacional: “El Manifiesto
Comunista estableció la tesis fundamental del marxismo sobre la táctica de la
lucha política: ‘Los comunistas luchan por alcanzar los objetivos e intereses inmediatos de la clase obrera; pero al mismo tiempo
defienden también, dentro del movimiento actual, el porvenir de este
movimiento’. En nombre de ello, en 1848,
Marx apoyó en Polonia al partido de la ‘revolución agraria’, es decir, al
‘partido que efectuó en 1846 la insurrección de Cracovia’”. Igualmente
fueron apoyadas otras insurrecciones de liberación nacional, como la de Palermo
en Italia, y otras que se desarrollaron en el mismo período.
Aunque apareció en febrero, el Manifiesto fue enviado para su publicación varias semanas antes de la Revolución de Febrero
de 1848 en Francia, y de otras revoluciones burguesas posteriores, así como de
insurrecciones nacionales contra la dominación de diversos imperios feudales.
La de Francia tuvo como protagonista principal al
proletariado de París y sus barricadas, exigiendo una República “Social”, con
reivindicaciones propias como la formación de Talleres nacionales que
eliminaran la terrible desocupación. Luchaba conjuntamente con una fracción de
la burguesía, la burguesía industrial propiamente dicha, excluida del gobierno
monárquico constitucional de Luis Felipe de Orleáns, producto de la revolución
de 1830. En este gobierno dominaba la capa más alta de la burguesía, la llamada
“aristocracia financiera” de la época (los banqueros, los reyes de la Bolsa , los reyes de los
ferrocarriles, los propietarios de minas de carbón y de hierro y de
explotaciones forestales y una parte de los propietarios de la tierra, aliados
a ellos).
Esta burguesía industrial excluida “luchaba” mediante
banquetes y a la mayoría ni siquiera le interesaba la República , sino ser
incluida en el gobierno de Luis Felipe. Por eso la República fue arrancada
mediante violentas manifestaciones obreras y populares e irrupciones en masa
del proletariado en las sacrosantas instituciones que se habían creado (de las
que fue rápidamente eliminado, pese a ser quienes habían derramado su sangre en
las barricadas revolucionarias). Exigían que se cumplieran las reivindicaciones
sociales planteadas y “aceptadas” al inicio, siendo fuertemente reprimidos y
encarcelados.
Burladas sus reivindicaciones y eliminado del Gobierno
Provisional, el proletariado en masa protagonizó jornadas heroicas de lucha
cada vez más decidida y violenta, como respuesta a esa burla y a la represión,
con consignas cada vez más avanzadas, hasta que fue derrotado por la burguesía
en la masacre de junio de 1848.
Todo el proceso de la revolución y esta derrota final
clarificaron dolorosamente al proletariado sobre su verdadera situación frente
a la burguesía, lo que le permitiría avanzar en relación a sus objetivos
independientes de clase inmediatos e históricos. Las masivas acciones
revolucionarias del proletariado francés, aún derrotadas, produjeron pánico
también en otras burguesías europeas, por ejemplo la alemana, que entregó
miserablemente su revolución. Todas las revoluciones fueron traicionadas o
derrotadas, al igual que las insurrecciones nacionales.
Marx analizó detalladamente la revolución de 1848-1850
en La Lucha de
clases en Francia. Trabajo iniciado durante la Revolución y continuado
después de la derrota, constituye la primera prueba de análisis basado en el
materialismo histórico, en toda la intensidad y complejidad de las luchas de
las diversas clases y capas de la sociedad francesa, sus alianzas y rupturas.
Análisis que continuará en El 18 Brumario
de Luis Bonaparte, sacando importantes conclusiones revolucionarias.
Dirá en el inicio de
La lucha de clases en Francia: “Exceptuando
unos pocos capítulos, todos los apartados importantes de los anales de la
revolución de 1848 a
1849 llevan el epígrafe de ¡Derrota de la revolución!
“Pero lo que sucumbía en estas derrotas no era la revolución.
Eran los tradicionales apéndices prerrevolucionarios, las supervivencias
resultantes de relaciones sociales que aún no se habían agudizado lo bastante
para tomar una forma bien precisa de contradicciones de clase: personas, ilusiones,
ideas, proyectos, de los que no estaba libre el partido revolucionario antes de
la revolución de Febrero y de los que no podía liberarlo la victoria de
Febrero, sino sólo una serie de derrotas.
“En una palabra -concluirá Marx- el
programa revolucionario no se abrió paso con sus conquistas directas
tragicómicas, sino por el contrario engendrando una contrarrevolución cerrada y
potente, engendrando un adversario contra el cual el partido de la subversión
maduró, convirtiéndose en un partido verdaderamente revolucionario.”
Carlos Marx y Federico Engels, redactores del Manifiesto del Partido Comunista en 1848. |
Internacionalismo y forma nacional de las luchas proletarias
En el Manifiesto, en polémica con los ataques
y acusaciones de que son objeto las supuestas ideas de los comunistas, se
analizan críticamente temas como la familia burguesa, el matrimonio burgués, la
situación de la mujer y del niño en el capitalismo, la prostitución oficial y
privada, la educación burguesa y otros. Y frente a la acusación de que los
comunistas quieren abolir la patria, la nacionalidad, el Manifiesto enfatiza el carácter internacional de la lucha
proletaria, de la lucha de los explotados, de quienes no poseen medios de
producción en su poder para explotar a otros hombres, quienes deben hermanarse,
apoyarse solidariamente para poder triunfar. Al tiempo que señala: “Más, por cuanto el proletariado debe en
primer lugar conquistar el poder político, elevarse a la condición de clase
nacional, constituirse en nación, todavía es nacional, aunque de ninguna manera
en el sentido burgués”. Y antes: “Por
su forma, aunque no por su contenido, la lucha del proletariado contra la
burguesía es primeramente una lucha nacional. Es natural que el proletariado de
cada país deba acabar en primer lugar con su propia burguesía”.
Primera publicación del “Manifiesto del Partido Comunista”, en alemán, febrero de 1848, Londres. |
La
concepción internacionalista proletaria, que propugna la necesidad de la unión
del proletariado de todos los países, así como de sus luchas, se sintetiza en
la consigna con que finaliza el Manifiesto
del Partido Comunista: “Proletarios
de todos los países, uníos”.
La explotación colonial y la opresión nacional en el capitalismo
En El Estado y la Revolución ,
refiriéndose a los cambios que el marxismo va precisando en cuanto a la
dictadura del proletariado en la concepción marxista del Estado, y que se
atiene rigurosamente a la base
efectiva de la experiencia, Lenin
dirá: “Fiel a su filosofía del
materialismo dialéctico, Marx toma como base la experiencia histórica de los
grandes años de la revolución de 1848-51. Aquí, como siempre, la doctrina de
Marx es un resumen de la experiencia, iluminado por una profunda concepción
filosófica del mundo y por un rico conocimiento de la historia”. Con ese
mismo espíritu, claros de que la
Revolución de 1848 se había cerrado, continuando sus diversas
investigaciones Marx y Engels dieron gran importancia al tema de las colonias y
semicolonias explotadas por el capitalismo de libre concurrencia, así como al
papel decisivo jugado por las mismas en el propio nacimiento y desarrollo del
capitalismo.
Sobre la
opresión y explotación nacional de una nación por otra, que en El Manifiesto se menciona, Marx y Engels
irán investigando, ajustando y desarrollando su posición, y desde la década del
50 publicarán artículos sobre la cruel dominación colonial de las grandes
potencias capitalistas como Inglaterra (la más poderosa y con más colonias),
Francia, Holanda, y otras, particularmente sobre las colonias y semicolonias de
Asia y Medio Oriente, y también de África. Igualmente investigarán la continua
expansión territorial y colonial de la
Rusia zarista, “cárcel de pueblos”, la potencia feudal más
reaccionaria de la época y que también disputaba esa expansión con las potencias
capitalistas. Parte de esos trabajos de Marx y Engels fueron publicados por el
diario norteamericano New York Daily
Tribune entre 1851 y 1863.[2]
En la Correspondencia
entre Marx y Engels hay cartas sobre el tema, en especial sobre la dominación
colonial Inglesa sobre Irlanda. En El
Capital existen numerosas menciones sobre la opresión colonial, sobre
formas de trabajo en los países oprimidos, etcétera. Un señalamiento importante
en el mismo es en qué ha sido convertida finalmente la India por la dominación
y saqueo británicos. Respecto de Irlanda y las posiciones que va teniendo la
mayoría de la clase obrera inglesa, son numerosos los análisis publicados en
diversos años por Marx y Engels, quien resume esta posición con la consigna: “ningún pueblo que oprime a otro pueblo
puede ser libre”.
En 1869,
ambos analizan en diversos textos la dominación inglesa en Irlanda y su
relación con posiciones no proletarias de gran parte de la clase obrera inglesa
(en la que los obreros irlandeses constituían además un sector muy importante,
despreciado, con la consiguiente división que se operaba en la propia clase
obrera). En una carta de Marx a Engels, de ese año, le dice: “Durante mucho tiempo creí que sería posible
derrocar al régimen irlandés por el ascendiente de la clase obrera inglesa.
Siempre expresé este punto de vista en el New York Tribune. Pero un estudio más profundo me ha
convencido de lo contrario. La clase obrera inglesa nunca hará nada mientras no se libere Irlanda. La palanca
debe aplicarse en Irlanda. Por eso tiene tanta importancia el problema irlandés
para el movimiento social en general”. Y le comenta que lo planteará en la
siguiente sesión del Consejo de la Asociación
Internacional de Trabajadores, o 1º Internacional, donde la
opresión colonial de Irlanda constituía uno de los temas centrales.
El papel de las colonias en los orígenes y desarrollo del capitalismo
Quizás la
síntesis más clara de la posición de Marx sobre el punto de partida del régimen
capitalista de producción y su desarrollo y el papel jugado por la explotación
más brutal de la propia clase obrera y de las colonias capitalistas, así como
el de las colonias dominadas por monarquías absolutas feudales como España (que
contribuyeron también a ese nacimiento y desarrollo), sea su estremecedora
conclusión en el capítulo “La llamada
acumulación originaria” (tomo I, 1867, de El Capital).
Contra las
idílicas explicaciones de la burguesía –dirá Marx–, aquélla no es más que el
proceso histórico de separación y expropiación de los productores directos de
sus medios de producción y de vida, ubicándolos en un polo como despojados de
todo, salvo de su propia fuerza de trabajo, que deberán vender como obreros
“libres” para no morirse de hambre. Y en el otro a los propietarios de los
medios de producción expropiados, que explotan desenfrenadamente a los obreros
asalariados. “En la historia real –denunciará– desempeñarán un gran papel la conquista, la
esclavización, el robo y el asesinato, la violencia en una palabra”, aplicándose
leyes “grotescamente terroristas”, que a fuerza de palos, marcas a fuego,
tormentos, mutilaciones y horca, debían ir encajándolos, además, en el tipo de
disciplina que exige el trabajo asalariado.
“El recuerdo de esta cruzada de expropiación ha quedado inscrito en los anales
de la historia con trazos indelebles de sangre y fuego”.
Y concluye
Marx: “El descubrimiento de los
yacimientos de oro y plata en América, la cruzada de exterminio, esclavización
y sepultamiento en las minas de la población aborigen, el comienzo de la
conquista y saqueo de las Indias Orientales, la conversión del continente
africano en cazadero de esclavos negros: son todos hechos que señalan los
albores de la era de producción capitalista. Estos procesos idílicos
representan otros tantos factores fundamentales en el movimiento de la acumulación originaria”. Y agrega: “la esclavitud
encubierta de los obreros asalariados de Europa exigía, como pedestal, la
esclavitud sin máscara en el Nuevo Mundo… el capital viene al mundo chorreando
sangre y lodo por todos los poros, desde los pies a la cabeza”. Y este
aspecto del nacimiento y desarrollo capitalista se le olvida a la burguesía,
que gusta recordar solamente el aspecto progresista revolucionario de su pasado
antifeudal.
De la “época de la burguesía” a la “época del imperialismo y la revolución proletaria”
La época de la burguesía, a la que en 1848
en el Manifiesto Marx y Engels llaman
“nuestra época”, se cerrará con la guerra franco-prusiana y la Comuna de París de 1871.
Poco después, en el prefacio a la edición alemana de 1872, Marx y Engels
sostendrán: “Aunque las condiciones hayan
cambiado mucho en los últimos veinticinco años, los principios generales
expuestos en este Manifiesto siguen siendo hoy, en su conjunto, enteramente
acertados”.
Luego del
período de transición en que se van conformando las características
fundamentales de la fase monopólica del capitalismo, de su fase imperialista ya
madura a inicios del siglo XX en que se iniciará su descomposición histórica,
comenzará con la misma una nueva época revolucionaria en la historia de la
humanidad: la época del imperialismo y la
revolución proletaria. Una de las características más importantes que
señala Lenin en esta fase, es la intensificación
de la opresión nacional, de la feroz lucha de las potencias por aumentar su
número de colonias y zonas de influencia, destacando que frente a la
penetración del capital extranjero, a su dominación en general, la resistencia
de los pueblos inevitablemente también se intensificará. En el Congreso de
Stuttgart (1907) de la 2º Internacional, Lenin participará activamente con
otros revolucionarios en la lucha contra las posiciones abierta o veladamente
oportunistas de derecha que sobre el tema cobraban fuerza en la mayoría de las
direcciones de los partidos de los países imperialistas, que con diversos
argumentos, algunos pretendidamente “marxistas”, justificaban la opresión
colonial.
En la fase
imperialista se entrelazarán la lucha revolucionaria de la clase obrera con la
de los pueblos y naciones oprimidos, como planteó Lenin. Además de su obra más
conocida, El imperialismo, fase superior
del capitalismo, hay que destacar sus numerosas publicaciones sobre el
derecho a la autodeterminación nacional de los pueblos oprimidos, y sobre el
papel que debe jugar la clase obrera de las potencias coloniales en apoyo
activo a las luchas de liberación nacional de las colonias, en particular de
las que dominan sus países. Esta posición dará lugar, poco después del 2º Congreso
(1920) de la
Internacional Comunista , donde la opresión nacional y
colonial se debatió intensamente, al nacimiento de la consigna apoyada por
Lenin: “Proletarios y pueblos oprimidos
del mundo, uníos”, en la revista Pueblos
de Oriente editada por la Internacional. Esta consigna será tomada por el 3º
Congreso (1921) de la Internacional Comunista o 3º Internacional.
La teoría
científica de la lucha de clases y de los objetivos revolucionarias del
proletariado iniciada con el Manifiesto
Comunista fue extraordinariamente enriquecida por la práctica
revolucionaria de décadas en muchos países del mundo (con saltos cualitativos
como la Comuna
de París y la Revolución
de 1905 en Rusia), orientada a la vez por la guía de la teoría revolucionaria
marxista, que esa práctica permitía enriquecer. Además de por Marx y Engels,
esta teoría fue desarrollada particularmente por Lenin y Mao Tse-tung, los
líderes de las dos grandes revoluciones del siglo XX, dirigentes de los
respectivos partidos comunistas que las dirigieron. Los triunfos de la Revolución Socialista
de Octubre de 1917 en Rusia y de la Revolución de Nueva Democracia en octubre de 1949
en China –que en pocos años pasaría ininterrumpidamente a la construcción del
socialismo– y también el de la Revolución
Cubana y de otras revoluciones, probaron la justeza de la
teoría revolucionaria. Y a la vez, la
experiencia viva, el desarrollo de estas revoluciones, enriquecieron la
teoría.
La derrota
de todas las revoluciones que se desarrollaron en la primera etapa (1917-1978)
de la época del imperialismo y la revolución proletaria, no eliminó esta época,
en la que visiblemente se vuelven a agudizar sus contradicciones fundamentales.
Los marxistas concebimos dialécticamente la época revolucionaria. Un largo
periodo con etapas revolucionarias, guerras, contrarrevoluciones y nuevas
revoluciones, muy prolongado y tormentoso, hasta la eliminación de las clases
sociales y de la explotación de unas por otras. Las bases fundamentales de este
optimismo histórico fueron puestas por El
Manifiesto Comunista, con el que se inicia el socialismo científico, fundado rigurosamente en el materialismo
histórico, y todos sus desarrollos posteriores.
[1] El presente texto fue publicado en dos partes en el
periódico Vamos por la liberación!,
órgano del Comité de Reconstrucción del Comunismo Revolucionario; la primera en
el N°23, del 5/3/2014, y la segunda en el N°24, del 18/03/2014. En ambos casos
hubo algunos párrafos que debieron ser sacados para que las notas entraran en
el periódico. En la segunda nota debió ser sacado todo el subtítulo: “El papel
de las colonias en los orígenes y desarrollo del capitalismo”. Este texto
faltante fue publicado en el N°25 del periódico, del 1/4/2014.
En esta publicación para
internet, va el texto
completo, revisado y en el orden original. Se realizaron mínimas
correcciones de redacción.
[2] Algunos escritos de Marx y Engels sobre la dominación colonial en
el capitalismo de libre concurrencia: Entre ellos podemos mencionar algunos
escritos de uno, otro o ambos autores, publicados en el New York Daily Tribune (la fecha es la de su publicación): La revolución en China, 14/06/1853
(donde Marx estudia el origen y el desarrollo de la revolución de los taiping,
1851-1864, que seguirá atentamente); La
India, 08/06/1853; El gobierno de la
India, 20/07/1853; El problema de la
India Oriental, 12/07/1853; La guerra
en Birmania, 15/07/1853; La India,
19/07/1853; La guerra anglo-persa,
30/10/1856; El conflicto anglo-chino, 07/01/1857;
La guerra contra Persia, 14/02/1857; Las crueldades inglesas en China, 31/03/1857; Servidumbre de los chinos, 10/04/1857; La nueva expedición inglesa a China,
17/04/1857; Persia y China, 05/06/1857;
El tratado con Persia, 24/06/1857.
Otros a mencionar: La sublevación
en el ejército indio, 15/07/1857; El
problema de la India, 14/08/1857; “Afganistán”,
artículo publicado en New American
Cyclopaedia, 1858; La sublevación
india, 29/08/57; Investigación sobre
las torturas en la India, 17.09/1857; La
rebelión india, 16/09/1857; Argelia,
publicado en New American Cyclopaedia,
1858; Detalles del ataque a Lucknow
(India), 25/05/1858; La anexión de Oudh (India),
28/05/1858; El ejército británico en la
India, 25/06/1858; El gobierno
británico y el tráfico de esclavos, 02/07/1858; Los impuestos en la India, 23/071858; Historia del tráfico de opio (en China), en dos partes, 20/09/1858
y 25/09/1858; El tratado anglo-chino, 05/10/1858;
La expansión de Rusia en el Asia Central,
03/11/1858; Los éxitos de Rusia en el
Lejano Oriente, 18/11/1858; El
problema de las islas jónicas, 06/01/1859; La nueva guerra china (4 artículos publicados en: 27/09/1859, 1°,
10 y 18/10/1859; Cuba para el esclavista,
11/10/1861; El comercio británico de
algodón, 14/10/1861; El gobierno
británico y los prisioneros fenianos (sobre las feroces torturas a los
presos irlandeses), 27/02/1870, en L’Internacional.