Destituido el presidente prorruso Yanukóvich por fuerzas ligadas a países de la Unión Europea, tropas rusas de tierra y aire junto con comandos prorrusos locales invadieron Crimea y ocuparon los aeropuertos de la capital Simferópol y de la base naval rusa de Sebastópol y el Parlamento. Yanukóvich, acusado por la feroz represión de las últimas semanas y por el vaciamiento de las reservas ucranianas, develó cínicamente su disciplinamiento a Moscú huyendo del país y refugiándose en Rusia.
Derrotados en el primer round con la expulsión de su “hombre fuerte”, los imperialistas rusos y sus socios ucranianos pasaron a la ocupación militar directa, empujando la partición de Ucrania y la separación —disfrazada de “independencia”— de Crimea, península estratégica donde la etnia rusa es mayoritaria y donde Moscú tiene la crucial base militar de Sebastópol. Putin y los otros capos de Rusia no están dispuestos a perder el control de la península —sede de la flota rusa del Mar Negro—, ubicada en el “vientre” de la Rusia imperialista.
Varias manos
sobre Ucrania
El movimiento popular democrático, que hace unos años luchó contra el gobierno neoliberal proeuropeo de Yuschenko-Timoshenko y después contra la dictadura prorrusa de Yanukóvich, no abandona las calles. A todos los imperialistas les será difícil desmovilizar al pueblo que en los últimos meses enfrentó al régimen prorruso y hasta hizo retroceder a las fuerzas represivas. Pero el movimiento corre peligro de ser fagocitado por la pugna entre esos polos imperialistas por el control de Ucrania. En medio de las movilizaciones populares, pro-rusos y anti-rusos promueven “disturbios” y movilizan grupos de choque “nacionalistas” y fascistas.
El yanqui Obama y la OTAN “advirtieron” que la acción militar rusa “tendrá costos”. Los de Washington se alinean con los europeos pero tratan de pescar en río revuelto en esa región estratégica. El ruso Putin ya había “advertido” también que la destitución de su hombre en Kíev no iba a ser gratuita. La situación recrea las tensiones de la “guerra fría”, pero podría deslizarse hacia una guerra caliente en un área crucial para los intereses de todos los imperialismos.
Todos ellos —yanquis, rusos y europeos— tratan, además, de usar la agobiante crisis económica para subordinar a Ucrania. El gobierno provisional impuso un “corralito” para impedir la fuga de de divisas y frenar la vertiginosa devaluación de su moneda. Pero depende del gas ruso y de préstamos que interesadamente le ofrecen Moscú, Bruselas y el FMI. Eso sí, a cambio de duros “recortes” de presupuesto… y de soberanía.