martes, 20 de mayo de 2014

Padre Carlos Mugica

[Vamos! Nº28]  A 40 años de su asesinato.



“Por eso, como norma los sacerdotes del Tercer Mundo propugnamos el socialismo en el cual se pueden dar relaciones de fraternidad entre los hombres.”
Carlos Mugica, Peronismo y cristianismo, Buenos Aires, Ed. Mierlin, 1967.

El pasado 11 de mayo se cumplieron 40 años del asesinato del padre Carlos Mugica. Un cura que dedicó su vida por los más humildes y que, a diferencias de otros en la Iglesia, renunció a una prometedora carrera en su seno que podría haberlo llevado a las más altas jerarquías. Fue un destacado dirigente del Movimiento de Sacerdotes por el Tercer Mundo.
 Mugica nació en Buenos Aires el 7 de octubre de 1930, en el seno de una familia de clase alta. Su padre, Adolfo Mugica, fue diputado conservador entre 1938 y 1942 y posteriormente, en 1961, ministro de Relaciones Exteriores, durante la presidencia de Arturo Frondizi. Su madre, Carmen Echagüe, pertenecía a una familia de terratenientes bonaerenses.
Conoció al peronismo desde muy temprano. Tiene contacto con el pueblo peronista desde el trabajo en los conventillos años antes del golpe de 1955. A fines del ‘67 es enviado a reclamar el cuerpo del Che Guevara en Bolivia. Posteriormente va a estudiar a París, Francia, donde lo encuentra el “Mayo Francés” en 1968. A su regreso al país, lo espera la dictadura de Onganía. Se instaló en la Villa 31 de Retiro y, con la ayuda económica de uno de sus hermanos, levantó en el Barrio Comunicaciones -hoy Villa 31- la capilla “Cristo obrero”, inaugurada en diciembre de 1970.
 Perón le ofrece un cargo ad honorem en el Ministerio de Bienestar Social a cargo de López Rega, más tarde conductor de la organización paramilitar y fascista “Triple A”. Mugica duró sólo unos meses; se va por diferencias y un clima hostil hacia él por su vinculación al Movimiento de Sacerdotes tercermundistas y sus públicas posiciones contradictorias con la jerarquía y los sectores reaccionarios de la Iglesia.
Fue parte de la delegación que va a Puerta de Hierro a buscar a Juan Domingo Perón. Posteriormente, Perón visitó la Villa 31. Luego del triunfo de Perón con el 61% de los votos el 23 de septiembre de 1973, Mugica polemizó con Montoneros -con quienes tenía relación- en cuanto a que había cambiado la situación política. Les planteó que no eran momentos de lucha armada, más allá de su oposición a la lucha armada en general. Mugica se ubicó desde el peronismo que conquistó nuevamente el gobierno con su líder.
Dos días después del triunfo electoral, cayó asesinado José Rucci, secretario general de la CGT y apoyatura estratégica de Perón en el movimiento obrero. Este hecho indignó a Mugica, quien meses después responsabilizó a los Montoneros. Dijo que fue un grave error y calificó a esa organización como “la nueva burocracia” o que “muchos montoneros son el antipueblo”. Son conocidas las críticas y amenazas por parte de esa organización por negarse a marcharse de la Plaza de Mayo el 1º de mayo de 1974 cuando Perón hechó a Montoneros de la plaza. Diez días después es asesinado.

Por la liberación
Se podrá hacer una exhaustiva investigación de esta historia, como tantas de esas corrientes de sacerdotes que ataron su vida a la de los pobres. Historias de curas como Mugica, que no compartía la lucha armada pero que había avanzado en entender el uso de la violencia del pueblo contra sus opresores. Él fue también expresión de sectores de izquierda de ese peronismo ya golpeado en el segundo mandato de Perón, enredado en sus propias limitaciones y posiciones de clase, con poderosos enemigos dentro del gobierno, con agentes del socialimperialismo ruso como Gelbard y la cúpula de Montoneros, y con fascistas como López Rega.
Carlos Mugica tenía enemigos poderosos de diferentes bandos. Incluso dentro de la Iglesia fue perseguido por el entonces arzobispo coadjutor de Buenos Aires, Juan Carlos Aramburu, luego Arzobispo de Buenos Aires y cabeza de la Iglesia que apoyó la dictadura.
Corrientes como el Movimiento de Sacerdotes para el Tercer Mundo no fueron sólo expresión de la década del ’70. Podrá haber cambiado el mundo, el movimiento como tal pudo haber desaparecido, pero la explotación y los sufrimientos del pueblo se han acrecentado. Aquella Villa 31 en que Mugica trabajó hoy es inmensamente más grande.
Se dijo que lo mató la Triple A; también se dice de los Montoneros. Pero lo cierto es que Mugica en vida molestaba a muchos. En estos días lo recuerdan con cinismo, tanto el gobierno kirchnerista como la propia Iglesia. Pero ninguno promovió, ni promueve, alguna acción por llegar a la verdad y la justicia sobre su asesinato.
Estos curas no son la expresión de la cúpula que hoy dirige la Iglesia Argentina o la que está en el Vaticano. Pero sí muchos de los que trabajan en la pobreza, como Mugica en ese entonces, son aliados de la clase obrera y el pueblo en la lucha por la liberación nacional y social.