sábado, 22 de agosto de 2015

Editorial | Un Partido para la revolución

[Vamos! Nº58] Reunidos en una Conferencia convocada con ese fin, compañeros y compañeras del CRCR y del PMLM de Tierra del Fuego nos unimos y fundamos el Comunismo Revolucionario – Partido Marxista Leninista Maoísta de la Argentina.


Los días 15 y 16 de agosto se realizó exitosamente la Conferencia Extraordinaria donde, luego de debatir democráticamente los compañeros de diferentes provincias del CRCR (Comité de Reconstrucción del Comunismo Revolucionario) y del PMLM (Partido Marxista Leninista Maoísta de Tierra del Fuego) resolvimos unificarnos en el Comunismo Revolucionario-Partido Marxista-Leninista-Maoísta (CR-PMLM). Cerramos así una etapa que comenzó con la ruptura de cientos de compañeros, células y zonas que denunciamos la línea oportunista de derecha que ganó la dirección del PCR.

Los delegados, miembros de la dirección nacional e invitados protagonizamos un debate democrático, fraterno y emotivo donde se abordó el balance de estos dos años de recorrido, nuestros principios, la situación política y la aprobación de un documento que aborda los principios, la situación de la clase obrera y las principales luchas frente al kirchnerismo, la situación internacional, los objetivos y el programa inmediato de lucha. Se lanzó la preparación del 1º Congreso del Partido.

Fue muy emotivo el reencuentro de compañeros y compañeras que transmitieron sus experiencias desde la ruptura, con mucho optimismo para abordar los desafíos venideros y reafirmar la decisión de seguir luchando por la revolución de liberación nacional y social en marcha al socialismo, que pone de manifiesto en primer lugar la necesidad del Partido de vanguardia de la clase obrera como condición para el triunfo de la revolución.

Desde estos objetivos y compromisos decidimos impulsar a nivel nacional el crecimiento del Comunismo Revolucionario, así como una poderosa corriente del clasismo antimperialista en el movimiento obrero y demás instrumentos de frente único en los demás sectores y capas interesados en la liberación nacional y social.

Fue muy importante el aporte de los compañeros trabajadores y el recorrido de las luchas del movimiento obrero como Lear y la Línea 60, químicos y petroquímicos, así como la de los estatales, bancarios, por la tierra y la vivienda y la lucha de los trabajadores fueguinos que lograron archivar el proyecto del FpV de modificación del sistema previsional. Se tomó un firme compromiso de desarrollar una poderosa juventud y trabajar sobre los centros de concentración obrera y del campesinado pobre y medio.

Se analizó que esta nueva etapa está marcada en el plano internacional por los coletazos de la crisis del capitalismo imperialista, evidenciado en la caída de las bolsas en China, la devaluación con réplicas en todo el mundo en particular en los EEUU y Europa. Una situación internacional donde se agudiza la opresión de un puñado de países imperialistas opresores sobre las naciones y pueblos oprimidos. Un mundo donde crecen los factores de guerra para dirimir el reparto de mercados, zonas y áreas de influencia de los estados imperialistas.

Pero, sobre todo, es un mundo donde la clase obrera y los pueblos se levantan contra esa opresión y los gobiernos lacayos que la facilitan, como acabamos de ver en Grecia. Miles de luchas se desarrollan en los países imperialistas contra la brutal explotación y las condiciones laborales. Un mundo donde se pagan salarios de 21 dólares al mes en países de África o 115 dólares como en China. Y son millones los que son golpeados y se levantan contra las políticas de ajuste y entrega, incluyendo el llamado neo-desarrollismo en América Latina, que a su fin de ciclo lejos de resolver los problemas de fondo de cada nación –como el trabajo, la educación, la vivienda y la salud– cambiaron la dependencia y la profundizaron en desmedro de una industria independiente, con mayor endeudamientos y penetración imperialista.

La lucha de la clase obrera y los pueblos son los elementos y la piedra fundamental para la lucha revolucionaria contra los opresores. Es la energía necesaria para que las vanguardias revolucionarias la lleven a la liberación y el socialismo. Son las razones que alimentan el optimismo revolucionario frente al escepticismo que pretende inundarlo todo y en el que han caído organizaciones que fueron revolucionarios en tiempos pasados y que hoy, más allá de sus discursos, transitan el camino del reformismo.

A 37 años de la restauración capitalista en China, hoy transformada en imperialista, algunos creyeron que con el cierre de esa etapa histórica se impuso para los revolucionarios la tarea de “tratar de mejorar lo que hay” o lograr la utopía de “mejorar la distribución de la riqueza” negando que el capitalismo, por su propia esencia, concentra cada vez más la riqueza en un polo y la pobreza absoluta o relativa, en el otro. Por eso nada más alejado que el capitalismo de la posibilidad de una “distribución igualitaria”, o al menos de “una mejor distribución” sin su destrucción, a la que lo lleva su propio desarrollo.

Las derrotas de las experiencias socialistas como las de Rusia, China o Cuba golpearon a millones en el mundo. Pero las enseñanzas y los gigantescos avances para el pueblo conquistado bajo el socialismo todavía no pudieron ser superadas por el capitalismo.

Por eso es una necesidad del revisionismo manipular, omitir y deformar el concepto marxista de época revolucionaria, concebida como época histórica prolongada. Y debe ocultar que si esa primera etapa fue derrotada, lo fue dentro de una época revolucionaria prolongada, abierta por la fase imperialista del capitalismo, que conocerá nuevas oleadas y etapas revolucionarias.

Se niega que las causas del origen, desarrollo y triunfo de las revoluciones no sólo se mantienen, sino que esas causas y las contradicciones de la época actual, se han agudizado. Esto nos exige en primer lugar no perder la confianza en la lucha de clase obrera, clase que se ha multiplicado en el mundo al ritmo de la voracidad del capitalismo en su fase imperialista, mientras se han agudizado las contradicciones intrínsecas que encierra el propio sistema.

Nuestro optimismo revolucionario no es utópico, simplemente “deseable”, pero imposible de llevar a cabo. Está basado en las leyes del desarrollo social descubiertas y ratificadas por el socialismo científico. Y por eso es tal el interés revisionista y reaccionario en negar el materialismo dialectico y el materialismo histórico que guía nuestro accionar.

Por estas razones desde el Comunismo Revolucionario – Partido Marxista-Leninista-Maoísta de la Argentina, seguiremos la lucha por la revolución democrático-popular, agraria, antiimperialista y antimonopólica en marcha ininterrumpida al socialismo. Para estos objetivos nos proponemos sumar a miles.