En mayo de 1971 los sindicatos de las plantas de Fiat Concord y Materfer (SITRAC y SITRAM) de Córdoba, recuperados el año anterior y exponentes de una línea sindical clasista, se encontraban en su momento de mayor repercusión. En marzo habían sido protagonistas destacados del Vivorazo (el “segundo Cordobazo”), que barrió al gobierno provincial del fascista Camilo Uriburu, y su ejemplo clasista se proyectaba y ganaba influencia en el movimiento obrero y el pueblo.
En Córdoba, un mes antes la dirección de la CGT local había sido ganada por un frente entre el peronista combativo Atilio López de la UTA y Agustín Tosco de Luz y Fuerza. Una de sus primeras iniciativas fue la convocatoria a un “Plenario de Gremios Combativos” para el 22 y 23 de mayo. Éste se proponía unificar a las distintas expresiones del sindicalismo combativo contra la dictadura de Lanusse y en oposición a la dirección de la CGT reunificada, y formular un nuevo programa para el movimiento obrero.
Fue para este Plenario que las direcciones del SITRAC y SITRAM, con la aprobación de los cuerpos de delegados, formularon una propuesta de programa. La fundamentaron en la necesidad de “actualizar y radicalizar los programas fundamentales que en su momento dieron los trabajadores, tales como el de La Falda, Huerta Grande y del 1° de mayo de la CGT de los Argentinos” y establecer las “bases programáticas del movimiento obrero clasista”.
El programa
La propuesta de los sindicatos de Fiat partía de la caracterización de las consecuencias del sistema capitalista imperialista para los trabajadores, el pueblo y la nación argentina. Así, comenzaba denunciando “el incesante deterioro de las condiciones de vida y trabajo de las grandes mayorías populares y el proceso de entrega nacional al imperialismo norteamericano, consecuencia inevitable de la concentración monopolista determinada por el desarrollo y organización actual del sistema de producción capitalista”. Al mismo tiempo, definía a los enemigos de clase, “la oligarquía terrateniente, la gran burguesía industrial, comercial y financiera y la penetración imperialista”, y sostenía que “sólo los trabajadores, acaudillando a las masas populares oprimidas, se muestran capaces de enfrentar el sistema de entrega, hambre y represión de los monopolios”.
Sobre esta base, postulaba como tarea fundamental de la hora “la unidad de acción, organización y lucha de todos los sectores oprimidos, revolucionarios y antiimperialistas, barriendo a las direcciones sindicales al servicio del régimen y del sistema, y avanzando hacia la constitución de un gran frente de liberación social y nacional que oponga la legítima violencia del pueblo a la violencia de la explotación y la represión de las clases dominantes”. El objetivo de este “Frente de Liberación” debía ser “derrotar a las minorías reaccionarias que detentan el poder coaligadas al imperialismo, instaurando mediante la lucha popular y las movilizaciones de masas un gobierno popular revolucionario dirigido por la clase obrera que pueda asegurar el cumplimiento del presente programa, concretando la revolución democrática, antimonopolista y antiimperialista, en marcha continua hacia el socialismo”.
En cuanto al programa de medidas, se destacan los planteos de estatización del comercio exterior, el “desconocimiento de la deuda externa originada en la expoliación imperialista” y la “expropiación de todos los monopolios industriales y estratégicos, servicios públicos y grandes empresas nacionales y extranjeras de distribución”. A su vez, agregaba la “protección de la industria nacional” y la “planificación integral de la economía”. En relación con la estructura agraria, postulaba la “expropiación sin compensación de la oligarquía terrateniente y utilización de las tierras fiscales para una profunda reforma agraria que entregue la tierra al campesino que la trabaja, mecanización agrícola, supresión de la intermediación capitalista a través de mercados regionales agropecuarios y desarrollo de empresas agrícolas dotadas de tecnología moderna bajo propiedad cooperativa o estatal”. En el terreno social, cultural y educativo, planteaba la reestructuración de la legislación laboral, social y previsional, la participación de los trabajadores en la dirección de la empresas, el impulso a una nueva cultura y la necesidad de crear “profesionales aptos para el desarrollo de la economía nacional independiente de transición al socialismo”.
Por último, en la lucha por una línea clasista para los sindicatos, reivindicaba la independencia de las organizaciones de los trabajadores respecto de las patronales y el Estado y sostenía: “No existe nada más repudiable que las camarillas traidoras enquistadas burocráticamente en las direcciones de los gremios obreros con la misión de entorpecer las luchas sociales de liberación. Constituye una primordial reivindicación de la clase obrera la democratización de los sindicatos y la plena subordinación de las direcciones al mandato y control de las bases”.
Un programa clasista para el movimiento obrero
El programa elaborado por los trabajadores de Fiat Concord y Materfer expresó un salto en el desarrollo del clasismo en el movimiento obrero argentino (más allá de las precisiones que se puedan formular). Clasismo que daría un nuevo salto con exponentes como el SMATA Córdoba entre 1972 y 1976.
Tomando como punto de partida y a su vez radicalizando los anteriores programas históricos de los trabajadores, el programa de SITRAC-SITRAM llevó a fondo la idea de que la clase obrera no debe limitarse a las cuestiones reivindicativas, sino que precisa una perspectiva política con un horizonte de liberación. Y demostró que la independencia de clase, la hegemonía proletaria en el frente de liberación y el camino revolucionario pueden hacerse carne en la clase obrera.