[Vamos! Nº 58] Otro capítulo de la crisis económica mundial, que sigue abierta. Pekín devaluó dos veces. La medida reduce los salarios de los obreros chinos y facilita la penetración de los productos chinos en el extranjero. La crisis económica mundial sigue vigente. China no está “desacoplada”, y sus remezones también nos golpean.
Los sacudones de la economía china siguen haciendo temblar a los mercados de todo el mundo, recordándonos permanentemente que la crisis capitalista desencadenada en 2007-2008 sigue ahí. China no está “desacoplada” de la crisis mundial, y menos aun las economías de los países dependientes cuyos gobiernos, como el de la Argentina y otros países latinoamericanos, van amarrando cada vez más sus destinos al de la burguesía imperialista china.
Pocas semanas después de la abrupta caída de los valores accionarios en las Bolsas de Shangai y Shenzhen, la decisión oficial de devaluar la moneda china dos veces consecutivas volvió a generar escalofríos a sus rivales europeos y norteamericanos, y a muchos otros países que ya tienen en China a uno de sus principales mercados compradores.
Entre el martes 11 y el miércoles 12 de agosto, el Banco Popular de China practicó la mayor devaluación del yuan en 20 años: en sólo dos días, la tasa de cambio frente al dólar fue bajada en un 3,5%. Pero lo peor para los países que le venden a China o cuyas exportaciones compiten con las de ese país, es el rumor de que el gobierno chino planearía completar la devaluación del yuan hasta alcanzar un 10% a fin de año.
¿Por qué devalúa China?
El banco central de Beijing argumentó que la modificación del sistema cambiario es para “dar mayor papel al mercado”, y que ellos no necesitan devaluar su moneda para mejorar sus exportaciones, porque en contrapartida la depreciación podría provocar una fuga de capitales y la desconfianza de los inversionistas en el yuan.
Pero lo cierto es que la medida del gobierno de Beijing refleja su preocupación por la desaceleración que padece su economía: la economía china crece pero a ritmos cada vez menores, golpeada por las dificultades que la crisis económica mundial aún en curso genera en Estados Unidos y las potencias europeas, los principales compradores de las exportaciones chinas de bienes industriales y de capital.
La devaluación fue adoptada apenas se conoció que las exportaciones chinas cayeron un 8,3% en sólo un año (julio 2014 – julio 2015). Las épocas en que la economía china crecía a ritmos del 10% anual parecen ya lejanas: en los últimos años bordea el 7%. A la debilitada producción fabril se suma la baja de la demanda tanto interna como desde el extranjero.
La crisis iniciada a fines de 2007 trajo aparejada una devaluación de varias monedas importantes en el comercio mundial como el euro y el yen japonés. Eso significó la revalorización del yuan, y consiguientemente el encarecimiento y la baja de las exportaciones chinas. Por eso los capos de Beijing argumentan que la devaluación es para restablecer el valor del yuan a las paridades anteriores a 2008.
El otro efecto de la medida, en el plano interno, es abaratar el “costo” salarial en beneficio de los monopolios chinos y extranjeros: la dirigencia china había tenido que aflojar varias veces ante los reclamos obreros tras la oleada de luchas salariales de 2010.
Pero además, la extraordinaria masa de reservas monetarias que China acumuló en la última década -como resultado de sus ventajas comerciales y sus inversiones y préstamos en el exterior- fortaleció también el yuan frente a las otras monedas. Como consecuencia de todo esto, las exportaciones chinas se hicieron más caras y disminuyeron, y muchas industrias chinas debieron frenar la producción y despedir trabajadores. Los dirigentes del imperialismo chino ven asomar en el horizonte el fantasma del frenazo económico, y temen que empiecen a producirse despidos masivos en las densas zonas industriales, donde trabajan cientos de miles de personas. La ola de luchas obreras de 2010 en las grandes empresas electrónicas (Foxconn) y del automotor (Honda) dejó una señal de alarma duradera en la burguesía monopolista china.
La devaluación tiene lugar después de dos caídas sucesivas de las acciones bursátiles, y de medidas sin precedentes para sostener esos valores. Para estimular la inversión, el gobierno chino recortó las tasas de interés cuatro veces seguidas. Facilitó el crédito bancario. Y recurrió a la vieja receta de aumentar el gasto del Estado en obras de infraestructura y otros proyectos respaldados por el gobierno, una estrategia que le permitió recuperar el crecimiento tras el pico de la crisis mundial en 2009, pero que a la vez generó una inmensa burbuja especulativa en la rama de la construcción y dejó a las economías locales enormemente endeudadas con el gobierno.
“Guerra de monedas”
La decisión china de devaluar el yuan estremeció los mercados y desató temores de que otros países sigan el ejemplo, iniciando una “guerra” de devaluaciones de sus monedas para restablecer la “competitividad” de sus propias exportaciones.
China, junto con Brasil cuya economía está también en crisis, es uno de los principales mercados de exportación del complejo sojero argentino, que ya venía afectado por la baja del consumo y de las importaciones chinas de alimentos. Ahora la devaluación acentúa las perspectivas de caída de los precios internacionales de esos productos y de disminución de las ventas argentinas, agravando nuestra balanza de pagos. Lo mismo puede suceder con la soja brasileña y los productos mineros de toda América latina, desde México a Chile. El ciclo de más de 10 años de precios altos de las materias primas ya había terminado: la devaluación china es su lápida definitiva.
También se agravarán las fricciones monetarias entre China y las demás potencias imperialistas.
Los monopolios chinos, particularmente los de la computación y las comunicaciones, que son a la vez rivales y proveedores de los monopolios yanquis y europeos de esos rubros, son beneficiarios principales de la medida. Foxconn, Huawei, Lenovo y otras corporaciones chinas ya obtienen la mayor parte de su facturación fuera del país, y la devaluación del yuan hace sus productos más competitivos en el extranjero.
Una de las regiones afectadas por la devaluación del yuan será Europa. Los países europeos son un destino clave de las exportaciones de China: la penetración de productos chinos abaratados por la devaluación afectará a sus propias industrias, ya sacudidas por la caída de ventas desde 2009.
Los monopolios yanquis hace años que vienen protestando porque la dirigencia china mantiene bajo el valor del yuan para favorecer sus exportaciones y su “competitividad” incluso dentro del mercado estadounidense. Ahora se aprestan a la batalla. Hace pocos días el precandidato republicano a la presidencia de EEUU, el millonario Donald Trump, haciendo de vocero del sector de la burguesía monopolista yanqui que se ofrece como opción “dura” frente a lo que califica como “blandura” de Obama, clamó contra sus rivales chinos: “Siguen devaluando su moneda y lo harán en el futuro -declaró-. Lograrán una fuerte caída del yuan, que será devastadora para nosotros”.
Desde el inicio de su campaña presidencial, Trump prometió hablar “duro” con Pekín. Tratándose del representante de una facción fascista y racista del imperialismo norteamericano, podemos imaginar lo que semejante frase presagia si llegara a ganar las presidenciales…