miércoles, 3 de diciembre de 2014

China: la nueva potencia imperialista en ascenso

[Vamos! Nº 42]  ¿A dónde van las “asociaciones estratégicas” con Pekín? - Nota 1 de 2. ¿China es un país “emergente”, como sostienen gobiernos y hasta agrupaciones de izquierda en América latina? Lejos ya de su pasado socialista, lo que “emerge” es un nuevo imperialismo que sale a la disputa de mercados y áreas de influencia en todo el mundo. Iniciamos aquí una serie de dos notas, aportando elementos para este debate de crucial importancia.






Tanto el gobierno kirchnerista como los de otros países latinoamericanos sostienen una alianza “estratégica” –es decir económica, diplomática y política de largo alcance– con China. Propagandizan esa alianza como un supuesto medio para escapar del dominio imperialista yanqui o de las potencias europeas, y como una “ayuda” para alcanzar la “liberación”. Corrientes “nacionales y populares” o incluso de izquierda defienden la alianza con China –también con Rusia imperialista–. Se plantea entonces una polémica fundamental sobre qué tipo de país es China.
Pocos se atreven a afirmar que China siga siendo un país socialista, como lo fue tras el triunfo en 1949 de la revolución dirigida por el Partido Comunista de China (PCCh) encabezado por Mao Tsetung. Por lo general se admite que las reformas de Deng Xiaoping a partir de 1978 transformaron a China en un país nuevamente capitalista. Pero algunos piensan que China se convirtió en un país del “tercer mundo” (es decir un país oprimido por las potencias imperialistas); en esto coinciden con la propaganda de los gobernantes de Pekín y con la prensa que califica a China como un país “emergente” y “en desarrollo”.
Sin embargo, el análisis de sus transformaciones internas y de su creciente influencia en países como el nuestro, muestra que China se ha convertido en realidad en un país no sólo capitalista, sino también imperialista. En este artículo hacemos un breve desarrollo de las nuevas características del gigante asiático, tomando como referencia los cinco rasgos fundamentales descriptos por Lenin para caracterizar al imperialismo (ver recuadro).

Monopolios y  exportación de capital
En la actualidad, China ya posee uno de los mayores PBI junto con Estados Unidos. Es el principal exportador e importador del mundo y el mayor poseedor de reservas (dólares y bonos). La crisis económica mundial que estalló en 2009 afectó sus exportaciones, pero al mismo tiempo aceleró el paso de su anterior especialización industrial en bienes de consumo (desde ropa hasta juguetes) hacia la producción y exportación de maquinaria y productos de alta tecnología. Desde el 2000, el eje del desarrollo económico y de las relaciones políticas mundiales se fue trasladando notoriamente hacia China, desplazando gradualmente a Estados Unidos.
Tras la muerte de Mao en 1976, y especialmente a partir de que en 1978 los revisionistas burgueses encabezados por Deng Xiaoping lograron la hegemonía en el Partido “Comunista” de China y en el Estado, la nueva burguesía dirigente –manteniendo la etiqueta de “economía socialista de mercado” y conservando cierto palabrerío y algunos símbolos del socialismo– inició un gigantesco proceso de privatización en la propiedad o en la gestión de los grandes combinados industriales y de las comunas rurales que durante las tres décadas revolucionarias (1949-1978) habían sido dirigidos por consejos de obreros y de campesinos.
Se descolectivizó la propiedad y el trabajo de la tierra; se amplió la propiedad privada empresarial y la acción de las leyes del mercado; se repusieron condiciones de superexplotación de los trabajadores en las empresas chinas y extranjeras; se impulsó la formación de grandes monopolios estatales y privados (a partir de empresas antes estatales o cooperativas y luego apropiadas por los dirigentes del Partido); y se promovió la apertura masiva al capital externo, aunque muy controlada por el Estado y muchas veces imponiendo a las empresas extranjeras asociarse con otras locales.
Las nuevas corporaciones industriales entrelazaron sus capitales con la banca –buena parte de la industria y de los bancos sigue siendo del Estado–, y así se consolidó el capital financiero chino. Las compañías chinas se asociaron, se repartieron mercados o los disputaron –dentro y fuera de China– con empresas de otras grandes potencias, especialmente de la Unión Europea, Rusia y Japón. Aprovechando los salarios de hambre impuestos por la nueva burguesía dominante, y la escasa organización del proletariado chino (que con la restauración capitalista fue convertido nuevamente en clase explotada), muchos monopolios extranjeros invirtieron en China. Y al mismo tiempo la nueva burguesía monopolista representada en Pekín se lanzó a una gradual pero agresiva exportación de capitales (es decir, inversiones en el extranjero), incluso dentro de otras potencias o de su zona de influencia. Por ejemplo, en enero de 2012 la China Investment Corporation (CIC), principal fondo estatal de inversiones, compró parte del fondo accionario de Thames Water, la mayor compañía sanitaria y de aguas de Gran Bretaña; en febrero de ese mismo año Sany, de la ciudad china de Changsha, compró la gran empresa alemana Putzmeister Concrete, fabricante de bombas de inyección de hormigón; en 2014 Cofco, el gigante chino de producción agraria, compró las filiales argentinas de los monopolios Nidera y Noble, convirtiéndose en uno de los principales grupos productores y exportadores de granos de nuestro país.
En 2004 el estado chino impartió a sus grandes corporaciones la orientación general de “salir al exterior y tornarse globales”, y las apoyó con fuertes aportes financieros del Estado. Uno de los efectos de esa orientación fue el desembarco masivo de inversiones privadas y estatales chinas en América latina, para asegurarse la provisión de materias primas y alimentos frente a otros competidores y desplazando de hecho a empresas norteamericanas y europeas. Las exportaciones chinas de capital se extienden ya a los cinco continentes, y están en plena expansión. Corporaciones petroleras como la China National Petroleum Corporation (CNPC) y Sinopec lideran la inversión china en el extranjero. Muchas empresas chinas entrelazaron sus capitales con monopolios occidentales, constituyendo poderosas asociaciones internacionales –del automotor, mineras, electrónicas, etc.–, con sede en China y apoyo del Estado chino.
Este breve punteo muestra que los cinco rasgos con que Lenin caracterizó al imperialismo se ajustan en lo fundamental a la China actual.

Imperialismo “emergente”
Igual que en otras potencias, el Estado chino respalda económica, diplomática, política y hasta militarmente esa expansión procurando financiamiento, alianzas, áreas de influencia, bases territoriales importantes para su aprovisionamiento o para sus rutas comerciales. Si China es un “país emergente” –como se machaca hasta el cansancio–, no lo es como país oprimido sino como una gran potencia económica y política; es decir como un imperialismo “emergente”.
En cuanto a su inserción internacional, por ahora, aprovechando su acelerado crecimiento económico pero atendiendo a su relativo retraso militar, sigue dando prioridad a su “ascenso pacífico” y a lo que denomina “poder blando”. Es decir al desarrollo de vínculos económicos por sobre las relaciones de fuerza. Durante el siglo que va desde la Guerra del Opio de 1840 hasta la revolución de 1949, China fue un país semicolonial y semifeudal oprimido por las potencias imperialistas, y luego la revolución obrera y campesina instauró el socialismo, que se mantuvo hasta 1978: por eso nunca tuvo intereses que promover y proteger en todo el mundo. Pero ahora sí los tiene, y eso explica la acelerada modernización de sus fuerzas armadas, la intensificación de su capacidad misilística y la expansión de sus vínculos militares en países de todos los continentes.
En este sentido, la transformación de China en un nuevo imperialismo se podría comparar con el de Rusia tras la restauración capitalista a fines de los años ’50. También hay quienes –desde posiciones antiyanquis– han sostenido la alianza con el socialimperialismo ruso, que seguían caracterizando de “socialista” y “amigo de los pueblos” (aún luego de su restauración capitalista) o señalaban como país “capitalista de estado” o “burocratizado” pero no imperialista. Así facilitaron la penetración de ese imperialismo en nuestro país, apoyatura de dictaduras como la de Lannuse o Videla-Viola, y de gobiernos hambreadores como el alfonsinismo. Una nefasta experiencia para el pueblo.
Hoy, China y Rusia son socias en el grupo BRICS. También integran este grupo India, Brasil y Sudáfrica, aunque en sus economías pesan intereses de diversas potencias imperialistas y cada vez más los de la propia China. El grupo BRICS (como pudo verse en la reciente Cumbre realizada en julio de 2014 en Fortaleza, Brasil) sirve de hecho a Pekín –y secundariamente también a Moscú– como una plataforma para intensificar sus relaciones comerciales, inversoras y financieras con muchos países de Asia, África y América latina.
La China actual no es un país “del tercer mundo” o “en vías de desarrollo”. Es ya una gran potencia imperialista que se propone afirmar esa condición. “Es el momento de explorar un nuevo tipo de relación de gran potencia”, declaró sin vueltas el presidente de China Xi Jinping, días antes de la cumbre con Barack Obama que tendría lugar en California entre los dos jefes de Estado en junio de 2013.

DESDE 2006 LA MINERA CHINA MCC SE ENCUENTA EXPLOTANDO LA MINA DE HIERRO DE SIERRA GRANDE EN RÍO NEGRO, LA PRINCIPAL MINA DE HIERRO DEL PAÍS CON UNA RESERVA DE 214 MILLONES DE TONELADAS DE MINERALES. PRODUCE 400 MIL TONELADAS DE HIERRO AL AÑO. ESTE AÑO EXPORTÓ UN CARGAMENTO DE 50 MIL TONELADAS DE HIERRO A EEUU. EN LA FOTO: DESFILE DE MCC EN SIERRA GRANDE