El mismo sábado 6/12 en que se realizó una nueva gran marcha en la capital mexicana, integrantes del Equipo Argentino de Antropología Forense (EAAG) confirmaron que los restos hallados en un basural son los de Alexander Mora, uno de los estudiantes secuestrados y asesinados por la banda de narcos “Guerreros Unidos” por orden del alcalde de Iguala (en el sureño estado de Guerrero), socio de esa banda.
El sábado, entre gritos de “¡Vivos se los llevaron, vivos los queremos!”, miles de manifestantes encabezados por maestros de la Coordinadora Nacional de Trabajadores de la Educación (CNTE) y por familiares de los asesinados marcharon por el centro de la capital mexicana exigiendo justicia. “Nuestra jornada de lucha continuará hasta encontrar con vida a los 42 que faltan”, dijo el representante de los padres de los estudiantes desaparecidos.
El lunes 11, familiares de las víctimas irrumpieron en una sesión del Senado nacional para entregar un petitorio con sus demandas. Entre ellas exigieron la disolución de los poderes en Guerrero por considerarlos cómplices del poder narco, y que se cancelen las elecciones del próximo año en ese estado. Calificaron a los legisladores de de “corruptos”, “mentirosos” e “hipócritas” y los hicieron corresponsables de la inacción y el apañamiento oficial a los asesinos. “Si se tratara de un hijo de ellos, con dos llamadas lo recuperan”, denunciaron.
Alexander Mora tenía 19 años y era del poblado El Pericón, municipio de Tecuanapa, Guerrero, y quería ser maestro. “Le interesaba mucho dar clases, nadie le podía quitar esa idea –dijo su padre–. Nosotros somos campesinos y él nos ayudaba en el campo. Pero quiso estudiar…”.
Los estudiantes fueron secuestrados y desaparecidos el 26 de setiembre por la policía bajo órdenes del entonces alcalde de Iguala, José Luis Abarca. La policía los entregó al cártel Guerreros Unidos, que los asesinó y quemó sus cuerpos. Más de 100.000 personas fueron asesinadas y otras 22.000 están desaparecidas desde fines del 2006.
Durante los últimos dos meses y medio, los padres se negaron a dar por muertos a sus hijos y a aceptar esa versión del gobierno nacional y local, y encabezaron manifestaciones para exigir la búsqueda de los secuestrados y castigo a los responsables.
Mientras miles luchan en la calle exigiendo la renuncia del presidente Enrique Peña Nieto como cabeza de lo que llaman el “narcoestado”, los legisladores de los principales partidos aprobaron en el Parlamento una infame “Ley General de Movilidad” que permitiría a las autoridades reprimir las protestas. Y Peña Nieto se permitió presidir la 24º Cumbre Iberoamericana en la ciudad mexicana de Veracruz, en la que participaron 17 de los 23 mandatarios y jefes de Estado invitados, entre ellos el rey Felipe Sexto y el presidente español Mariano Rajoy. Y mientras el pueblo clamaba por 43 estudiantes desaparecidos y asesinados en medio del silencio cómplice del gobierno, de la prensa y de los propios presidentes y jefes de gobierno de España y de muchos países de la región, la “Cumbre” guitarreaba sobre “combatir el analfabetismo, facilitar el acceso a la educación superior y aprovechar las nuevas tecnologías”…