[Vamos! Nº 43] Reflejo de la explotación.
El 30 de setiembre se suicidó en China Xu Lizhi. Tenía sólo 24 años; era parte de la generación de jóvenes nacidos en los años ’90 y uno de los miles de trabajadores de la empresa Foxconn, la proveedora de Apple Taiwán que en 2010 –el año en que Xu entró a trabajar en la empresa– se hizo famosa por la larga serie de suicidios de sus obreros a causa de las condiciones de explotación que padecen, en este caso en la ciudad de Shenzhen.
Podía haber sido apenas un caso más. Pero Xu Lizhi era poeta y dejó testimonio, en versos sencillos y sombríos, de las terribles condiciones de trabajo y de vida de millones de trabajadores. El 95% de la población de Shenzhen no llega a los 30 años y es parte de ese ejército de trabajadores fabriles que la burguesía monopolista china –restaurada en el poder a fines de los ’70 después de tres décadas de socialismo– llama “migrantes”, hijos de familias campesinas que buscan huir de la miseria aldeana a las ciudades industriales en busca de un futuro mejor. Pero allí se encuentran con turnos de hasta 12 horas, capataces esclavistas y derechos laborales liquidados.
En la línea de ensamblaje,
decenas de miles de trabajadores.
En la línea como palabras en el papel.
‘¡Rápido, rápido!’
Estoy entre ellos
y oigo los gritos del supervisor.
Un área de diez metros cuadrados,
apretada y mojada.
La luz del sol no entra ni un día al año.
Aquí como, duermo, cago.
Toso, tengo dolores de cabeza, envejezco.
Me enfermo, pero no muero.
Xu, abatido por la desesperanza, no vio el camino de la lucha. “Una vez que entrás en la fábrica, la única opción que queda es la sumisión”, escribió.
En ese mismo año 2010 China entera fue sacudida por las grandes huelgas del proletariado de las fábricas automotrices y de la electrónica, con las que una parte importante de los trabajadores fabriles obtuvo mejores condiciones salariales y laborales.