[Vamos! Nº 65] Internacional.
El historial de más de un siglo de colonialismo y opresión de Francia sobre los pueblos de África y el Cercano Oriente es inseparable de las consecuencias que hoy padece el pueblo francés. Francia se alistó como principal aliado de EEUU en la “guerra” contra ISIS y otros grupos islámicos: el gobierno de Hollande realizó sus primeros bombardeos contra posiciones del ISIS en Siria a fines de setiembre. Antes ya lo había hecho en Irak.
Los pueblos árabes tienen una larga experiencia de Francia, viejo imperio colonialista que hoy sostiene abiertamente a Israel y al mismo tiempo vende armas a varios países islámicos y “corruptos” del Golfo Pérsico y del Medio Oriente. Recientemente su ejército intervino en Mali (noroeste de África) contra islamistas de otras filiaciones, lo que explica la acción terrorista anti-francesa de estos días con decenas de muertos en un hotel de lujo en la capital de Mali.
En la década y media que va desde los ataques a las Torres Gemelas de EEUU hasta hoy, la “doctrina” de las potencias imperialistas no parece haber sido el pacifismo y la “piedad” que ahora invoca Hollande. Desde 2001, esas potencias invadieron y ocuparon Afganistán e Irak, donde asesinaron, mutilaron y torturaron. Bombardearon con “drones” (aviones sin tripulación) a Pakistán, Yemen y Somalia. Invadieron Libia, donde instalaron un gobierno de bandas aliadas a distintas capitales imperialistas que desgarran el país disputándose la primacía. Estuvieron detrás de la invasión saudita de Yemen. Yanquis y amigos combatieron al régimen sirio de Al Assad aliado de los rusos y promovieron y ayudaron a que saudíes y turcos armaran a peligrosos grupos opositores a Al Assad. Los rusos sumaron sus propios bombardeos contra ISIS y, de paso, contra los opositores armados a Al Assad.
Los verdaderos “valores” de “Occidente” se reflejaron en las infames torturas de la prisión de Abu Ghraib (Irak) desnudando a los presos y sujetándolos con correas y cables eléctricos; y en prisiones secretas de la CIA como la de Guantánamo, aplicando métodos de asfixia lenta a supuestos sospechosos de terrorismo.
En Irak y Siria decenas de miles de musulmanes han muerto en invasiones y guerras civiles cuyo punto de inicio fue la invasión norteamericana a Irak en 2003. Entonces derrocaron a Sadam Hussein no para acabar con una dictadura, sino para rediseñar las fronteras políticas de Medio Oriente y repartirse el control de su petróleo. El derrumbe del estado iraquí reforzó las condiciones para que los aliados de Irán se apoderaran del gobierno en Bagdad.
En todo esto está el origen último de grupos como Al Qaeda o Isis, que encuentran en la exacerbación de la religiosidad islámica un factor de cohesión histórica y “cultural” y tratan de imponerla a otros pueblos a sangre y fuego, con métodos potencialmente instrumentables por una u otra potencia en aras de sus intereses de dominación.
Unos cuantos de los líderes e integrantes de ISIS nacieron o son hijos de familias radicadas hace décadas en potencias colonialistas como Bélgica o la misma Francia en busca de trabajo o de mejores condiciones de vida. En París, una generación de jóvenes, hijos y nietos de inmigrantes, creció odiando la segregación y la miseria en que los mantienen cercados la Policía y el Estado. Para ellos la “igualdad y fraternidad” que proclama el escudo de Francia son palabras vacías. En los banlieues (barrios pobres de los suburbios de París), diez años después de las rebeliones juveniles de 2005, nada cambió.