martes, 24 de noviembre de 2015

Atentados en París y guerra en Siria

[Vamos! Nº 65]  Internacional. Pulseada sangrienta de los imperialismos por el control de Medio Oriente: esquirlas en Francia y en el tablero mundial.


Bombardeos franceses en Siria.










La trágica cadena de atentados terroristas del autodenominado “Estado Islámico de Irak y Siria”, ISIS, el 13 de noviembre en París no fue un rayo en un día de sol. Era previsible. Voceros de esa organización armada ya habían advertido que sus próximos blancos serían países europeos. Ahora el pueblo francés sufre las consecuencias de la política imperialista de su gobierno, que antes del atentado ya había lanzado incursiones militares en Siria.

El presidente francés, François Hollande, declaró que Francia está “en guerra”. En nombre de esa “guerra” el domingo 15 la Fuerza Aérea francesa bombardeó la ciudad siria de Rakka, que el ISIS considera capital de su “califato”. Francia coordinó sus ataques con Washington y los llevó a cabo desde territorio de Jordania y los Emiratos Árabes.

¿Un terrorismo, o dos?

El pueblo francés llora 130 muertos. Pero lo que ocurrió en Francia le sucede a Siria desde hace 5 años (y recientemente al Líbano) a manos de los imperialismos y del mismo ISIS, sin que a la prensa imperialista se le mueva un pelo. La guerra civil en Siria es el punto donde se condensan las disputas hegemónicas actuales de las grandes potencias. El conflicto ya suma 250 mil muertos, cientos de miles de heridos, millones de refugiados en países cercanos y en Europa.

El siniestro grupo ISIS surgió en el contexto de esas disputas. Enarbolando un supuesto islamismo –condenado por comunidades musulmanas–, fue instrumento o resultó funcional a los intereses regionales de yanquis y franceses (y otros que hoy participan en Viena de las discusiones de una “salida” para Siria) y parece habérseles escapado de su control.

Ahora la aviación francesa bombardea la ciudad siria de Rakka. Antes, en el verano de 2014, cuando Israel lanzó su agresión contra Gaza matando a más de 2.000 civiles e hiriendo a más de 10.000, ISIS produjo una serie de atentados en Irak que costó la vida a cientos de personas, desviando de hecho la atención de los casi dos meses de ataques de Tel Aviv contra los palestinos.

A mediados de noviembre tuvo lugar en Turquía la Cumbre del “Grupo de los 20” (G20). Allí el presidente de la Rusia imperialista, Vladímir Putin, aseguró que al menos 40 países financian a Estado Islámico, “y algunos se encuentran aquí presentes”, agregó, apuntando a varios de sus rivales mundiales. Efectivamente, la venta de crudo extraído de los campos sirios, libios e iraquíes, además de la venta de armas en el mercado negro, son los medios de financiamiento y de armamento de ISIS. ¿Quiénes le compran? ¿Quiénes le venden? Probablemente las mismas potencias que fomentan la barbarie exacerbando el fundamentalismo religioso y, en última instancia, justificando en él su intervención política y militar.

Los capos del G20 pusieron la llamada “lucha contra el terrorismo” en el centro de su agenda, aunque estaba previsto que los Estados miembros discutirían sobre otros temas difíciles como la crisis de refugiados en Europa -directamente vinculada a la guerra civil en Siria- y la crisis económica mundial. Los países del BRICS -que Rusia y China encabezan- respaldaron a Rusia rechazando las sanciones económicas con que las otras grandes potencias castigaron a Moscú por su intervención en Ucrania y la anexión de Crimea. Ahora, los supuestamente exitosos bombardeos rusos al ISIS en Siria podrían llevar a Francia a poner un paréntesis a esas sanciones.

En las varias rondas de negociaciones que llevan a cabo en Viena (Austria) numerosos países con intereses en la situación Siria -y de las que son excluidos los directamente interesados: el gobierno y los grupos opositores de la propia Siria-, Rusia trata de hacer valer sus propias prioridades estratégicas. Putin y su vocero en Relaciones Exteriores Lavrov exigen que no se hable de la salida de Assad, estrecho aliado de Moscú. Alegan que el liderazgo de Assad no está en discusión porque es un “asunto interno de Siria”, y proponen que se confeccione una lista de grupos “terroristas” que deben ser excluidos de las negociaciones.

Del otro lado, la oposición anti-Assad no limita sus aspiraciones a que se vaya el dictador: busca eliminar todo el régimen basado en el partido Baath y en la minoría alauita, a los que pretende sustituir por grupos sunitas apoyados a su vez por Estados Unidos, Arabia Saudita, Turquía y hasta por Israel: es decir un régimen sustentado no en la primacía regional de Irán y en la alianza con Rusia, China e Irak, sino en los vínculos con “Occidente”. El avance del ISIS podría ser funcional a esta estrategia.

Lo que se libra en Medio Oriente es una feroz pugna geopolítica, encubierta bajo un velo religioso. Siria es, así, jugada trágicamente como un peón en el tablero de la disputa estratégica de las grandes potencias mundiales y de sus aliados regionales.

Y en la disputa -como vuelve a mostrar la trágica experiencia de la Francia imperialista en ese tablero regional- se usan armas peligrosas, capaces de estallar en cualquier momento por la culata.