[Vamos! Nº 50] Un conflicto que complica el acuerdo nuclear de EEUU e Irán.
Mientras Irán y las potencias del grupo “5 + 1” (Estados Unidos, Rusia, China, Francia y Reino Unido más Alemania) retomaban el miércoles 23 de abril en Viena las negociaciones para un acuerdo definitivo sobre el programa nuclear iraní −tras el acuerdo-marco preliminar alcanzado el 2 de abril en Lausana (Suiza)−, decenas de miles de personas escapaban de la capital de Yemen, Saná, y de otras ciudades, sometidas a intensos bombardeos por la coalición encabezada por Arabia Saudita y apoyada por Estados Unidos e Israel. Otra vez la vieja puja religiosa entre musulmanes chiitas (en este caso los rebeldes hutis de Yemen apoyados por Irán) y sunitas (los de la coalición árabe), sumado a la larga serie de conflictos en el Medio Oriente, son usados directa o indirectamente por los imperialistas para dirimir su pugna por la hegemonía en esa región estratégica.
Con la agudización de la guerra en Yemen las tratativas nucleares entre las grandes potencias e Irán se complican. Los imperialistas yanquis amplían su apoyo a la feroz campaña militar de Arabia Saudita contra las milicias hutis, mientras Irán las respalda. Pero, a pesar de los bombardeos, las guerrillas hutis llegaron a controlar la mayor parte de Yemen, derrocando al presidente proyanqui Hadi que debió refugiarse en Riad, capital de la vecina Arabia Saudita.
Complejo escenario regional
La densa trama de conflictos nacionales, religiosos y étnicos en la zona se hace aún más compleja en la medida que varias de las grandes potencias intervienen allí a favor de sus propios objetivos geopolíticos.
La rivalidad entre los sauditas e Irán –poderosos países musulmanes que están entre los mayores productores de petróleo– se agravó a partir de la invasión de Irak por los imperialistas norteamericanos en 2003. Con la resistencia iraquí y la presión de sus rivales imperialistas, la ocupación yanqui se debilitó; esto cambió los equilibrios regionales.
En Siria, los sauditas y otros aliados de EEUU apoyan a los sunitas sublevados contra el régimen del presidente Bashar al Assad (alauita, una rama del islam chiita), mientras que Irán y el grupo libanés Hezbolá –con el respaldo de Moscú− lo sostienen. Allí los gobiernos de Turquía, Qatar y Arabia Saudita disputan por la hegemonía dentro de la coalición que lucha contra Assad, mientras que en Yemen los dos primeros apoyan el operativo militar liderado por los sauditas contra la insurgencia huti pro-iraní. Y a todo esto se suma la expansión militar del “Estado Islámico” en Irak y Siria, que en opinión de algunos analistas los yanquis habrían en su momento alentado para debilitar en la región al chiísmo pro-iraní.
Así, las rivalidades imperialistas se montan sobre los conflictos regionales, usando impúdicamente las divergencias religiosas para ganar posiciones, también con métodos sangrientos.
Tambores de guerra
Arabia Saudita y otros países sunitas del golfo Pérsico aliados de EEUU temen que el pacto con Irán fortalezca al régimen chiíta de ese país que –además de ser el gran rival regional de los sauditas– se recuesta crecientemente en Rusia y China, dos poderosos socios comerciales –y quizá ya estratégicos− de Teherán. La ofensiva militar de los sauditas en Yemen busca precisamente frenar la influencia iraní.
Los yanquis buscan tranquilizar a sus aliados sunitas, y para eso el Pentágono envió un portaaviones y un buque misilístico a las costas de Yemen, ampliando a 12 el número de barcos militares con un total de 2.000 soldados yanquis en la zona. Argumentando que en Yemen opera una rama de Al Qaida a la que los yanquis incluyen en su listado de organizaciones “terroristas”, Washington también aporta datos de inteligencia y provee de armamento al gobierno yemenita derrocado y a sus aliados sauditas y, desde luego, al gran gendarme regional, Israel. El vicepresidente de EEUU, Joe Biden, prometió a Tel Aviv entregarle en 2016 más aviones de guerra para que Israel mantenga la supremacía militar en Medio Oriente, y dijo que cualquier acuerdo nuclear con Irán “contemplará lo necesario para proteger a Estados Unidos, Israel, la región y el mundo”.
Arabia Saudita y varios aliados árabes han impuesto un bloqueo aéreo y naval sobre Yemen. El martes 21/4 Arabia Saudita dio por finalizada su campaña de bombardeos, pero el bloqueo naval continúa y se planean otras operaciones contra los rebeldes hutis. De hecho la coalición de países árabes anunció la apertura de una segunda fase de sus operaciones en Yemen, a la que ahora etiqueta como “política y humanitaria”.
La situación regional entra en zona de peligro, porque del otro lado Irán también envió dos barcos de guerra al Golfo de Adén, al parecer para proteger los envíos de armas iraníes a las milicias hutis y establecer una presencia militar en la costa de Yemen.
Toda la zona es una decisiva ruta comercial petrolera y un punto de conexión clave entre Europa y el Medio Oriente. Un potencial incidente entre navíos iraníes y yanquis, o una provocación israelí contra Irán para impedir el acuerdo sobre el programa nuclear de Teherán, podrían incendiar toda el área. Y eso podría motivar la intervención directa de Moscú –que ya tiene un acuerdo con Siria alrededor del puerto militar en Tartus sobre el Mar Mediterráneo−, e incluso de Pekín, que tiene a Irán como uno de sus principales proveedores de petróleo.