sábado, 13 de septiembre de 2014

A 59 años del golpe de la Fusiladora

[Vamos! Nº36]  16 de septiembre. Una dictadura que arremetió contra los trabajadores, que inició el endeudamiento de nuestro país con el Club de París, y que despejó el camino a la sumisión nacional. Los trabajadores y el pueblo la resistieron.



El 16 de septiembre de 1955 se inició el golpe de Estado que derribaría al gobierno de Perón. Unos meses antes, con los bombardeos de la Plaza de Mayo, ya habían dejado claro qué eran capaces de hacer los conspiradores oligárquico-imperialistas para terminar ese incómodo ciclo y para barrer con las conquistas de la clase obrera.
La política del líder del peronismo fue sin embargo, esencialmente, conciliadora. Ante la ferocidad del cachetazo presentó blandamente el otro perfil.  Él mismo lo verbalizó: “la pacificación que hemos ofrecido al país… es de una grandeza que [los golpistas] no están en condiciones de comprender… han interpretado nuestro gesto como un signo de debilidad”.
John William Cooke, él mismo en un proceso de radicalización política, diría 10 años más tarde que “en el ´55 Perón ya no podía ser el jefe de un frente policlasista y no se decidía a ser el jefe del proletariado”. El 7 de septiembre la CGT le había ofrecido al ministro del Ejército integrar reservas voluntarias de obreros a manera de milicias populares. Esa opción fue declinada.
Ese episodio no demuestra sólo los límites de la burguesía nacional encarnada en aquel dirigente que partiría al destierro. También refleja las flaquezas de ese sindicalismo subordinado a la estructura del Estado y que pendía de la decisión de Perón para hacer frente a la dictadura que se avecinaba.
El 19 de septiembre Perón presentó su renuncia ante el Ejército (al general Franklin Lucero). Los golpistas llevaban las de perder, pero mostraban iniciativa y decisión (Lonardi dominaba Córdoba mientras, embarcado, Rojas amenazaba volar la destilería de La Plata y el Dock Sud, luego de hacer tropelías en Mar del Plata). Frente a la perspectiva de una lucha prolongada Perón resignó: “…recordaba el panorama de la España devastada que presencié en 1939. Muchos me aconsejaron abrir los arsenales y entregar las armas y municiones a los obreros que estaban ansiosos de empuñarlas… esas cosas uno sabe cómo comienzan, pero no cómo terminan”.

Lonardi: ¿“Ni vencedores ni vencidos”?
Fueron sólo 57 días los que alcanzó a timonear aquella dictadura la parcialidad nacionalista-católica de la mano del general Lonardi. Éste expresaba a un sector que había sido parte más o menos orgánica del peronismo y se había desencantado por múltiples causas. Por eso la recordada fórmula de Lonardi “ni vencedores ni vencidos” ilustra su frustrado intento de mantener algunas políticas del gobierno depuesto (y fundamentalmente retener así apoyos sociales y políticos parecidos).
Pero desde el principio ese gobierno de facto fue cohabitado por la más poderosa facción liberal encabezada por el general Aramburu y el almirante Rojas. Y desde el principio se preparó una política antipopular a través de la convocatoria a Raúl Prebisch como asesor económico (había sido ni más ni menos que funcionario destacado de los gobiernos de la restauración oligárquica de la década del 30). Por eso Raúl Scalabrini Ortiz pudo decir: “¡Han vuelto… son los mismos!”.
En base a las orientaciones de Prebisch tomaron medidas como la eliminación de la parcial nacionalización del comercio exterior que implicaba el IAPI, la eliminación de las restricciones a las inversiones imperialistas, la devaluación de la moneda (el dólar trepó de $5 a $18), se redujo el salario real y disminuyó la actividad económica. Sí habían vencedores y vencidos. Y no había espacio para “medias tintas”.

Golpe dentro del golpe
El 13 de noviembre la fracción más definidamente gorila desplazó a Lonardi y tomó la posta. Los nacionalistas fueron el mascarón del golpe pero, al final, los liberales lo usufructuaban. Se practicó una política de censura (clausura de diversos diarios y revistas), represión (incluyendo miles de detenciones y aplicación de torturas), proscripción del peronismo e intervención de los sindicatos. Se prohibieron hasta los símbolos peronistas, caricaturescamente, hasta se intentó cancelar el uso de las palabras “Perón” y “peronismo”.
A mediados de 1956 el intento de levantamiento del general Valle fue aplastado y la dictadura, como para aleccionar, fusiló a 38 de sus participantes (incluido el propio Valle). En esos años se inició también una fuerte resistencia del proletariado en las fábricas frente a las políticas antiobreras y flexibilizadoras de los golpistas.
Pero la dureza interna, para variar, se combinó con la blandura hacia las potencias: en julio de 1956 se acordó la “refinanciación” de deudas con el flamante Club de París (banca de Alemania occidental, Gran Bretaña, Francia, Italia, Holanda, etc.) que habían sido contraídas meses antes. Y en agosto de ese mismo año, por decreto dictatorial, el país fue asociado al Fondo Monetario Internacional regenteado por EEUU, aportando una cuota de 150 millones de dólares. Políticas de sumisión nacional y antiobrera que derrotaremos con la liberación nacional y social.