Luego de la jornada que conmovió profundamente al conjunto del pueblo, la línea 144 que recibe los llamados de pedido de ayuda de mujeres en situación de violencia pasó de atender 1.500 a 13.700 llamados diarios. Esto demuestra el avance de la conciencia social sobre este tema y la profundidad del impacto que tuvo la movilización popular.
Sin embargo, aún es necesario ir más allá. Porque la violencia hacia las mujeres tiene un origen en la estructura social de esta sociedad. En este sentido, en el libro “La mitad del cielo”, que relata la experiencia de la lucha de las mujeres en la Revolución China, Claude Broyelle expone el problema de la relación entre la explotación de clase en el sistema capitalista y la opresión de las mujeres.
Sobre el rol de la mujer en la familia y el hogar escribe: “el capitalismo, no obstante estar siempre ávido de renovación y de transformación, preserva una de las más antiguas empresas artesanales: el taller doméstico en el que se preparan los ‘trabajadores honestos’ y las esposas dóciles, conscientes de sus deberes y respetuosas del bien ajeno”.
La incorporación de las mujeres a la producción social y al trabajo asalariado ha creado mejores condiciones para su independencia económica y para la participación masiva en la lucha social. Por eso afirma que “la plena participación de las mujeres en el trabajo social, constituye la primera tarea para su emancipación. Sin ella, todas las discusiones sobre la liberación de las mujeres, no son más que palabras huecas”.
Sin embargo, esto no las ha eximido de las tareas domésticas, constituyéndose así una doble jornada laboral. El capitalismo, aunque socializa la producción, traba la socialización de las tareas domésticas, que se siguen descargando sobre la mujer. Sobre esto puntualiza que: “para el capitalismo, las mujeres, mano de obra calificada que les rinde tan buen servicio, no deben ser distraídas de tan rentables ocupaciones, aunque según las necesidades del momento, explote en esta mano de obra a las trabajadoras de las que tenga la necesidad provisoriamente. Tanto en un caso como en otro, es indispensable que ellas aseguren su función doméstica”.
Sobre las razones de la violencia de género en general se menciona, entre otras, la cultura machista, pero como si ésta surgiera de manera independiente de la estructura social y pudiera transformarse al margen de ella. Por eso afirma que: “En verdad los mitos y las ilusiones consolidan y justifican moralmente la esclavitud doméstica, la función materna, pero son muchas de esas trabas materiales las que trazan a la mujer la red estrecha de sus movimientos y de sus actos cotidianos; es por lo que las mujeres que limpian las verduras o lavan la vajilla ven en ello un talento, una vocación, un destino. Son esas bases materiales las que hacen nacer las ilusiones y los mitos de la femineidad, y no a la inversa.”