miércoles, 14 de octubre de 2015

La emacipación de la mujer durante la Revolución China

[Vamos! Nº 62]  A 66 años de la fundación de la República Popular China (Parte 2 de 2).












En el Vamos! Nº61 reprodujimos la primer parte del artículo “La lucha por la emancipación de la mujer”, escrito por Su Kuang en 1973 y publicado en China Reconstruye. En la primera parte –publicada anteriormente– la autora relata su experiencia de inserción en una aldea campesina desde el trabajo femenino en el período de lucha antijaponesa. En esta segunda parte continúa con el desarrollo de la lucha por la emancipación de las mujeres y su integración con la lucha revolucionaria de todo el pueblo, incluso ya en la etapa socialista después de la proclamación de la República Popular China el 1º de Octubre de 1949.

Al igual que los hombres

A través de ocho años de heroica resistencia, el pueblo chino expulsó al imperialismo japonés. Los reaccionarios kuomintanistas, pasivos en la resistencia contra el Japón y activos en el ataque contra el Partido Comu¬nista y las fuerzas patrióticas, se apoderaron, bajo el respaldo del imperia¬lismo norteamericano, de los frutos de la victoria de la resistencia popular antijaponesa. Recibieron de manos de los invasores nipones muchas ciu¬dades y cantidades de armas y desencadenaron la guerra civil en una escala nunca vista antes. Por esto fueron objeto de la oposición de todo el pueblo patriótico. En 1948, en momentos en que el Ejército Popular de Liberación avanzaba de victoria en victoria, yo me hallaba en una zona rural del área liberada del sur de Jopei organizando a las masas en el apoyo al frente y movilizándolas para efectuar la reforma agraria, al tiempo que me dedicaba a la solución de los problemas relativos al bienestar de la mujer.

En aquel entonces, en las bases de apoyo revolucionarias, las mujeres templadas en el curso de la guerra antijaponesa mostraban gran entusias¬mo por llevar hasta el fin la revolución. Apoyaban a sus maridos o hijos a que ingresaran en el ejército popular. Era un ejemplo muy conmovedor e inolvidable el caso de Chao Siu-e, presidenta de la Federación de la Mujer de su aldea Chaochia, en el distrito de Chi (el nombre de Asociación Fe¬menina de Salvación Nacional fue cambiado entonces por el de Federa¬ción Democrática de la Mujer). Su familia contaba con tres miembros, dos de los cuales eran viudas: el suegro había muerto antes del inicio de la guerra antijaponesa por haber sufrido mucho trabajando de asalariado para un terrateniente y el marido había ofrendado la vida combatiendo en el frente de resistencia contra el Japón; tenía un solo hijo. Ella y su sue¬gra vivían unidas por la enemistad hacia las clases explotadoras y el imperialismo japonés y eran militantes del Partido Comunista, siendo la yerna secretaria de una célula. La suegra me decía siempre: “En casa lo manejo todo, pero en cuanto a la causa de la revolución, mi yerna me dirige.”

Un día, Chao Siu-e se disponía a enviar a su hijo al Ejército Popular de Liberación, pero su suegra sentía pesar pues era el único hombre de su familia. Entonces Chao Siu-e recordó a su suegra las amarguras cau¬sadas por la opresión de los terratenientes y señaló que el sostén de éstos eran los reaccionarios kuomintanistas. “Si estos malhechores no son de¬rribados”, dijo la yerna, “todos nosotros volveremos a sufrir de nuevo explotación y opresión.” Finalmente la anciana aprobó la decisión de su yerna y dejó enviar a su nieto al frente.

Los hombres combatían en el frente y las mujeres constituían el grueso de la fuerza agrícola y de ocupaciones auxiliares. Eran entusiastas en la producción de artículos necesarios para el ejército. A fin de satisfacer la demanda militar, las mujeres del sur de Jopei, por ejemplo, utilizaron 45 días para tejer 26,6 millones de metros de telas rústicas. Servían de en¬fermeras para cuidar de los heridos, rellenaban trincheras y desmantelaban fortines del enemigo, demostrando así como nunca sus capacidades. Los que consideraban que las mujeres no podían hacer otras cosas que “dar vueltas en torno de la estufa” no pudieron menos que reconocer que la mujer era una fuerza importante e indispensable en cada período de la revolución.

La revolución y 
el derecho de la mujer

En 1947, el Comité Central del Partido Comunista de China promulgó las Disposiciones Generales de la Ley Agraria. En la lucha por eliminar radicalmente el sistema feudal, surgieron dos puntos de vista opuestos res¬pecto a la emancipación de la mujer. Con el desarrollo de la situación, los problemas que atañían a la mujer tales como el matrimonio, servicios sanitarios de la mujer y la infancia, etc., requerían solución inmediata. En la aldea Chaochia, muchas mujeres me plantearon: “La Asociación Cam¬pesina trabaja en la reforma, agraria y la Federación Femenina trabajará por el bienestar de la mujer.” Después de la discusión, las camaradas res¬ponsables de la Federación llegaron a la conclusión unánime de que la Federación de la Mujer tenía como trabajo específico resolver los pro¬blemas propios de la mujer, y que si no trabajaba por ello se divorciaría de las masas femeninas, pero la más importante era cumplir la tarea prin¬cipal de la revolución: la clase terrateniente feudal oprimía indistintamente a los hombres y las mujeres; si no derribaban a los terratenientes, las mujeres trabajadoras no podrían conquistar la emancipación verdadera en lo político y económico; ¡ni qué hablar del bienestar de la mujer! Se debía por lo tanto concentrar las fuerzas tanto de los hombres como de las mu¬jeres para llevar a cabo la reforma agraria.

En la reforma agraria, las mujeres estaban a la cabeza en todos los sen¬tidos. En la aldea arriba mencionada, Chao Siu-e y su suegra, sostenida por ella, por ejemplo, en la lucha contra los terratenientes, fueron las pri¬meras en subir a la tribuna para denunciar los crímenes de los terratenien¬tes. Su acusación hizo recordar a otros muchos los sufrimientos y reafirmó la determinación de éstos de derribar a la clase terrateniente. Cada cam¬pesino pobre, hombre o mujer, recibió una parcela de tierra. Para subrayar la igualdad económica entre la mujer y el hombre, se dio a cada mujer un título de propiedad sobre la tierra con nombre propio o se escribió su nombre al lado del de su marido en el certificado. Así, muchas mujeres que vivían sin nombre hasta entonces y eran llamadas “mujer de cual” o “madre de tal”, oyeron primera vez en su vida que se les llamaba por su nombre.

En un mitin de entrega de títulos de propiedad sobre la tierra, Chao Siu-e habló sobre el reglamento provisional de la Ley de Matrimonio, cri¬ticó el sistema matrimonial feudal que se manifestaba en el poder de deci¬sión de los padres sobre el matrimonio de sus hijos, la bigamia, concubinato y adopción de novias-niñas y llamó a las masas a formar un nuevo tipo de familia basada en la democracia y la armonía.

Terminada la reforma agraria, la Federación de la Mujer se entregó enérgicamente al trabajo relativo a los servicios sanitarios de la mujer y la infancia y a la apertura de cursos sobre el nuevo método de asistencia al parto para eliminar los dolores que sufrían las parturientas de “sólo verse encintas y no oír luego la risa de sus bebés”. Antes en las aldeas de esta zona, ninguna niña había ido a la escuela, ahora las mujeres estudia¬ban en la escuela nocturna o asistían a cursillos de aprendizaje de lectura y escritura. Una vez repartida tierra, las mujeres se organizaron en equi¬pos de intercambio de trabajos y en cooperativas de manufactura de telas rústicas, comenzando así a tomar el camino de la colectivización socialista.

Los hechos arriba resumidos han demostrado una vez más que la mujer constituye una fuerza importante de la revolución en diversas etapas de ésta. La igualdad entre el hombre y la mujer, la libertad de matrimonio y otros problemas relacionados con los derechos y el bienestar de la mu¬jer se han venido haciendo realidad con la victoria de la lucha revolucio¬naria que ha contado con la participación de la mujer, y con el estableci¬miento del Poder revolucionario.

La lucha revolucionaria liberó a la mujer en gran medida y formó un gran número de cuadros femeninos. Después de la Liberación, en la zona sureña de Jopei ellas subieron a los departamentos de Poder a nivel dis¬trital y subdistrital o al tribunal de justicia. He estado en Tientsín y luego Pekín para continuar con mi trabajo de movilización y organización de las mujeres en la revolución y construcción socialistas.