martes, 7 de julio de 2015

A 39 años de la “Noche del Apagón”: Blaquier aún sigue impune

[Vamos! Nº 55] Se cumplen treinta y nueve años del Apagón de Ledesma, y Carlos Pedro Blaquier, presidente y principal accionista del monopolio azucarero, sigue impune. La Cámara Nacional de Casación Penal había dictado la falta de mérito para Blaquier y para Alberto Lemos, administrador de la empresa, en un fallo dictado pocos días antes del último 24 de Marzo. Ambos estaban imputados por complicidad en los secuestros y desapariciones durante la denominada “Noche del Apagón” de julio de 1976.


Fue Ledesma

La semana del 20 al 27 de julio de 1976, cuatro meses después del inicio de la dictadura, los habitantes del departamento de Ledesma se encontraron totalmente a oscuras, sin suministro eléctrico, desde las 10 de la noche hasta las 6 de la mañana. En esa situación las fuerzas represivas de la dictadura allanaron y saquearon viviendas, deteniendo a alrededor de 400 trabajadores, estudiantes, sindicalistas, profesionales, militantes y familiares. En los vehículos utilizados ni siquiera se tomaron el trabajo de ocultar los logos del Ingenio Ledesma impresos en las puertas. Se las trasladó a improvisados centros de detención en la base de Gendarmería ubicada dentro del predio del ingenio y a galpones de mantenimiento. Allí permanecieron días y meses, atados y encapuchados, sometidos a tortura e interrogatorios. Treinta compañeros aún continúan desaparecidos.

El ingenio azucarero Ledesma fue fundado hace más de un siglo y adquirido por la familia Blaquier. En la década del ‘70 ya tenía en su propiedad 233.157 hectáreas, dedicándose a distintas actividades además del azúcar como la elaboración de jugos y aceites, emprendimientos ganaderos y petroleros. Dentro de sus dominios se encontraban los barrios obreros que la empresa había construido: ésta controlaba las viviendas, las escuelas, los hospitales, las iglesias, los caminos, los servicios públicos y hasta los cementerios. De esta manera, Estado y Ledesma tenían un límite bastante difuso. Al edificio que usaba la administración en el ingenio le llamaban “la Rosadita”…

En ese entonces trabajaban en el ingenio unos 12.000 obreros. Los salarios de miseria, el pago con papeles de crédito de la empresa, los problemas de salud por el trabajo, la falta de atención médica y las condiciones de vivienda deplorables habían sido motivo de la organización del Sindicato de Obreros y Empleados del Azúcar del Ingenio Ledesma (SOEAIL). Fuertemente perseguido por la empresa, la seccional de Gendarmería instalada en el interior de sus predios también cumplía funciones de represión de las actividades sindicales.

Hace pocos años, en el 2012, los Blaquier volvieron a mostrar sus prácticas represivas en el desalojo a la ocupación de tierras por parte de cientos de familias en Libertador General San Martín. Y puso en evidencia una vez más su estrecha vinculación con el aparato estatal. El grupo Blaquier fue uno de los principales ganadores de esta “década ganada”.

Ambivalentes

El kirchnerismo, aún con el fallo en contra, mantiene su denuncia contra Blaquier, apuntando una vez más sus cañones contra la “corporación judicial”. Pero le cabe la siguiente pregunta: ¿cómo se puede denunciar ahora a Blaquier porque es defendido por la “corporación judicial” y simultáneamente haber ascendido, designado y sostenido a Milani aduciendo que la misma Justicia no lo condenó al menos por el momento?

Tras años de denuncias, la Justicia admitió finalmente que en la Noche del Apagón fueron utilizados los vehículos empresariales. Pero ahora aduce que eso no probaría la intención de Blaquier y Lemos de colaborar en los secuestros. ¿Y la persecución, espionaje y represión previa a los dirigentes sindicales? ¿Y el acuerdo entre Blaquier y el represor Antonio Domingo Bussi? ¿Y la solicitada publicada por Ledesma en 1977 saludando el primer año de la dictadura? ¿Y la carta a Martínez de Hoz proponiéndole publicar un artículo en EEUU para desacreditar las denuncias por violación a los derechos humanos? Y un largo etcétera. Porque, efectivamente, la palabra “complicidad” les queda chica…