martes, 7 de julio de 2015

Independencia

[Vamos! Nº 55]  9 de julio de 1816.  ¿En qué contexto se produjo la declaración de Independencia realizada por el Congreso de Tucumán? ¿Cuál fue el rol del Congreso de los Pueblos Libres de 1815?














A partir de la decisión del Gobierno Nacional de declarar el 2015 como “Año del Bicentenario del Congreso de los Pueblos Libres” se ha abierto un amplio debate historiográfico y político. Con múltiples intervenciones en los diarios hegemónicos y con nuevos libros alusivos, uno de los ejes en discusión tiene que ver con el lugar ocupado por la declaración de Independencia del Congreso de Tucumán en 1816 y su relación con el Congreso de los Pueblos Libres, realizado el año anterior en la actual Asunción del Uruguay.

La historiografía liberal durante mucho tiempo borró el Congreso de los Pueblos Libres y santificó Tucumán, los historiadores revisionistas-kirchneristas plantean una mera complementariedad. Ninguno sitúa estos hechos en el marco de los conflictos y contradicciones que enfrentaba la revolución rioplatense. En esta nota, continuando con lo publicado en el Vamos! Nº51, planteamos nuevos elementos sobre este debate y sobre el lugar del Congreso de Tucumán en la revolución rioplatense.

Un momento difícil para la revolución

El año 1816 fue un momento de definiciones para el curso de la revolución rioplatense. Fernando VII había regresado al trono de España y los reforzados ejércitos realistas avanzaban aplastando los procesos revolucionarios en todo el continente americano. Bolívar había sido derrotado en Venezuela y Colombia, lo mismo que José María Morelos en México. En noviembre de 1815, en la batalla de Sipe Sipe en el Alto Perú, los realistas habían vencido a las fuerzas al mando de Rondeau, sellando la pérdida definitiva de este territorio. Sólo Güemes y su guerra gaucha quedarán en el norte defendiendo la frontera de un avance de los españoles. San Martín se encontraba en Cuyo preparando la expedición libertadora a través de los Andes.

Al mismo tiempo, llegaba a su punto más álgido en el Río de la Plata la disputa entre el proyecto de la aristocracia criolla porteña expresado por el Directorio y el proyecto avanzado que encabezaba José Artigas desde la Banda Oriental. En junio de 1815 se había realizado el Congreso de los Pueblos Libres, con representantes de la Banda Oriental, Córdoba, Santa Fe, Corrientes, Entre Ríos y Misiones. Ante la restauración absolutista en España, este había reafirmado la decisión independentista (ver Vamos! Nº51).

El Congreso de Tucumán

En este turbulento escenario es que el Directorio convocó al Congreso de Tucumán, que inició sus sesiones en marzo de 1816 con la presencia de 33 diputados en representación de 13 provincias. Paraguay y las provincias de la Liga de los Pueblos Libres (salvo Córdoba) decidieron no concurrir.

Allí, claramente, la decisión clave era la independencia. Ya hacía seis años que se mantenía la llamada “máscara de Fernando VII”, proclamándose lealtad al rey español depuesto mientras se combatía contra los españolistas. En la Asamblea del Año XIII (1813) se había rechazado explícitamente el reclamo hecho por los delegados artiguistas de que se declarase la independencia, dejándolos directamente afuera de la reunión. Además, Rivadavia había sido enviado a Europa por el Directorio para gestionar la independencia “o al menos la libertad civil de estas Provincias”, incluso mediante la coronación de un príncipe inglés.

Otra fue la posición de San Martín y Belgrano, sin dudas en la determinación de la independencia. “¿Hasta cuándo esperamos declarar nuestra independencia? ¿No le parece a usted una cosa bien ridícula acuñar moneda, tener el pabellón y cucarda nacional y por último hacer la guerra al soberano de quien en el día se cree dependemos? ¿Qué nos falta más que decirlo?”, escribió San Martín en una carta a uno de los diputados de Cuyo en aquel 1816.

Cabe recordar que el año anterior, ante la restauración absolutista en España, mientras San Martín planteaba que había llegado “la hora de los verdaderos patriotas” y reducía todos los sueldos de los funcionarios a la mitad para destinar más fondos a la guerra, el Director Alvear tenía planes muy distintos: “Estas provincias desean pertenecer a la Gran Bretaña, recibir sus leyes y vivir bajo su influjo poderoso”. Las posiciones de la aristocracia porteña y sus exponentes ponían en riesgo la propia lucha por la independencia.

La disputa en torno a la decisión independentista se plasmó en la propia redacción del texto. En la formulación original de la declaración realizada el 9 de julio se proclamaba “que es voluntad unánime e indubitable de estas provincias romper los violentos vínculos que las ligaban a los reyes de España, recuperar los derechos de que fueron despojadas, e investirse del alto carácter de una nación libre e independiente del rey Fernando VII, sus sucesores y metrópoli”. Pero recién días después, por la insistencia de algunos diputados, el día 19 se le agregó: “y de toda otra dominación extranjera”.

Tras la declaración, sigue la lucha
La declaración de Independencia realizada por el Congreso de Tucumán se tornó ineludible frente a la restauración absolutista en España. Aun así, debió ser impuesta por los sectores consecuentemente independentistas frente a las vacilaciones de la aristocracia. Tuvo también gran importancia la Liga de los Pueblos Libres comandados por Artigas, que planteaban posiciones independentistas desde hacía tiempo, habían realizado su Congreso el año anterior y tenía una fuerte influencia.

La declaración de independencia del Congreso de Tucumán, con sus alcances y sus límites, tuvo una gran importancia para reafirmar la Revolución de Independencia en un momento sumamente adverso, tanto en el Río de la Plata como en el resto de Latinoamérica. Aun así, la disputa estuvo lejos de terminar, como se vio en el retaceo del apoyo a la campaña libertadora de San Martín –al que finalmente se abandonará a su suerte– y también en la complicidad del Directorio con la invasión portuguesa a la Banda Oriental a fines de 1816. En la cuestión de la independencia, siguió abierta la lucha entre quienes la empujaban con firmeza y constancia, contra los españoles y cualquier otra dominación extranjera, y quienes se mostraban vacilantes ante los españoles y al mismo tiempo miraban con buenos ojos la subordinación a las nuevas potencias.