martes, 3 de junio de 2014

Los acuerdos estratégicos entre Rusia y China

[Vamos! Nº29] Desde la provisión masiva de gas ruso a China hasta la cooperación militar: paso a paso el escenario mundial se tiñe con la conformación de bloques económicos y políticos con inevitables connotaciones estratégicas.


El importantísmo acuerdo de provisión de gas ruso a China fue un aspecto clave, pero quizá no el más trascendente, de la visita del presidente ruso Vladímir Putin a Shanghai entre el 19 y el 22 de mayo, en medio de una difícil situación para Rusia con la crisis en Ucrania. Visto de conjunto, allí se avanzó en acuerdos estratégicos entre las dos potencias imperialistas para convertirse en un factor de peso en el escenario mundial. 

En su encuentro en el gran polo industrial y financiero de China, el ruso Putin y el chino Xi Jinping constituyeron una “completa asociación de cooperación energética”. Y declararon compartir su “preocupación” sobre Ucrania, sin decir palabra sobre la invasión rusa a ese país, de la anexión por Moscú de la estratégica península de Crimea (antes ucraniana), y la amenaza rusa de invadir también otras dos provincias del sur de Ucrania. En el conflicto ucraniano Beijing adoptó una postura en apariencia neutral, pero se negó a apoyar las sanciones de EEUU y la Unión Europea a Moscú.

Por el acuerdo chino-ruso, la empresa estatal rusa Gazprom proveerá a la Corporación Nacional de Petróleo de China (CNPC), también estatal, 38.000 millones de metros cúbicos anuales de gas durante 30 años (2018-2048). Por su parte China asegurará a Moscú unos 30.000 millones de dólares para prolongar en territorio chino el gasoducto transiberiano; con él Rusia reemplazaría a Turkmenistán como principal proveedor de gas a China.

Además del gas se firmaron numerosos convenios referidos a aeronáutica, automóviles, industria aeroespacial, construcción de puentes, creación de Zonas Económicas Especiales en Siberia y en Oriente, y pagos recíprocos en sus monedas nacionales –rublos y yuanes– evitando usar el dólar. También es posible que capital chino financie la construcción de un puente desde territorio ruso hasta la ciudad de Kerch en la península de Crimea, ahora anexada a Rusia.

Los acuerdos energéticos y comerciales se multiplicaron en los últimos años. Rusia es el mayor socio comercial de China: el intercambio entre ambos sumó 90.000 millones de dólares en 2013, y se proponen llegar a 200.000 millones en 2020. China podría convertirse en financista de Rusia si los bancos occidentales se negaran a dar préstamos a Rusia en represalia por lo de Crimea y el este de Ucrania. A la vez, China necesita de recursos naturales –como el gas– que Rusia tiene en abundancia. 

Sobre estas bases también avanza aceleradamente la cooperación ruso-china en el plano militar, como lo reflejan los ejercicios navales que se realizaron en estas semanas en aguas del Mar de China oriental. Para 2015 se prevén nuevas maniobras militares conjuntas a gran escala. Tanto Moscú como Beijing tienen en agenda el objetivo de recuperar o avanzar sobre territorios y zonas estratégicas próximas a sus fronteras: Rusia con la anexión de Crimea y sus avances sobre el este de Ucrania; China en sus mares e islas del este y del sur. 

El tablero geopolítico, más allá del gas

Putin atribuyó a su visita alcances estratégicos. “Hoy Rusia coloca a China en el primer puesto entre sus socios comerciales”, dijo, y consideró de “suma importancia” el aumento de las inversiones “mutuas” (en realidad de China en Rusia). Por su parte, el presidente chino Xi Jinping calificó la asociación con Rusia como “una opción inevitable” para el desarrollo de un mundo multipolar. “Continuar facilitando la asociación de cooperación estratégica integral China-Rusia en base a los intereses comunes es un requisito para promover la imparcialidad y la justicia internacionales, mantener la paz mundial y lograr la prosperidad de ambos países”, destacó (ver agencia Xinhua).

El acuerdo con Beijing reducirá la dependencia económica del Kremlin respecto de Europa, a donde Moscú envía una gran parte de las exportaciones de gas ruso, que ahora peligran por las sanciones de la Unión Europea a Moscú por los acontecimientos de Ucrania.

Por su parte China aportó, objetivamente, a las posiciones antinorteamericanas de Rusia al acusar a Washington de actuar con “arbitrariedad e hipocresía” cuando EEUU culpó al ejército chino de realizar espionaje industrial; según Beijing es Estados Unidos quien realiza “actividades a gran escala de robo de datos cibernéticos y vigilancia”. Las dos potencias vienen avanzando minuciosamente en el espionaje mutuo, no sólo industrial.

El acuerdo ruso-chino tendrá repercusiones en organismos internacionales como la Organización de Cooperación de Shanghai –que las dos potencias integran junto a varios países del centro de Asia–, en el grupo BRICS (Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica), y en el G20 y otros foros multilaterales que se posicionan ante el hegemonismo yanqui. Y podría rebotar también en la Argentina y América latina, tras la invitación del ruso Putin para entrevistarse con Cristina durante la próxima reunión del grupo BRICS en Brasil: ese podría ser el umbral del ingreso de la Argentina a ese nucleamiento, y reforzaría su asociación con un potencial eje imperialista Beijing-Moscú.

Apenas días después de las elecciones presidenciales de Ucrania llevadas a cabo en medio de la guerra civil, Putin le dejó en claro a “Occidente” que no está solo, y que Rusia no está aislada ante las sanciones de Estados Unidos y sus aliados europeos. China no se plegó a las demandas de Rusia para que apoyara su política intervencionista en Ucrania, pero se abstuvo en la votación de la ONU que repudió la anexión rusa de Crimea. En definitiva, el acuerdo tomado es parte de una estrategia en la disputa interimperialista.