martes, 17 de junio de 2014

¿Volverán los imperialistas yanquis a intervenir en Irak?

[Vamos! Nº30]  La guerrilla islámica tomó Mosul. El gobierno de Barack Obama está considerando la posibilidad de intervenir nuevamente en Irak. La ofensiva triunfal de milicianos islamistas en todo el norte del país pone en peligro a la capital Bagdad. Escribe Leandro Leiva




En la semana anterior, la guerrilla fundamentalista del llamado “Estado Islámico en Irak y Siria” (ISIS, según su nombre en inglés), una organización aparentemente originada en Al Qaida que aspira a instalar un estado musulmán en la región, tomó la ciudad predominantemente sunita de Mosul, de 1.600.000 habitantes, la segunda más grande del país después de la capital Bagdad, 560 kilómetros al norte de ésta. Los milicianos, fuertemente armados —aunque no se conoce por quién— liberaron a más de 1.000 prisioneros de la cárcel local y tomaron el aeropuerto internacional de la ciudad.

Gobierno con muletas
La caída de Mosul es un duro golpe para el gobierno central, instalado después de “elecciones” realizadas bajo la apenas disimulada ocupación yanqui, que trata de conservar la estabilidad en medio de una agudizada lucha entre musulmanes sunitas y chiítas. El gobierno ya venía afrontando una fuerte insurgencia en la provincia de Anbar (oeste de Irak, limítrofe con Siria). Mosul, además, es uno de los principales puntos de entrada de combatientes islámicos de otros países de la región que entran al país por el norte de Siria.
Las fuerzas del ejército gubernamental iraquí, entrenadas por Estados Unidos, huyeron del ataque de los milicianos abandonando armas, tanques y bases en manos de los insurgentes. La ocupación de la ciudad hizo también que medio millón de personas emigraran en busca de refugio en otras partes de la provincia de Nínive o en la región kurda del norte iraquí. Pero entre quienes huyeron por “seguridad” están los contratistas yanquis de ventas militares, como los de la empresa de aviación Lockheed Martin.
Un día después del ataque sobre Mosul, militantes del ISIS tomaron el control de la mayor parte de la ciudad de Tikrit, capital de la provincia de Salahedin y ciudad natal del ex presidente nacionalista Sadam Hussein. Además, otras columnas de ISIS tomaron partes de Baiji —también en la provincia de Salahedin, a unos 200 kilómetros al norte de Bagdad—, un poblado pequeño pero que posee la mayor refinería de petróleo de Irak. Esto generó preocupación entre los intereses extranjeros a quienes los ocupantes yanquis permitieron el control del sector petrolero iraquí —norteamericanos, ingleses y chinos—, pero a la vez muestra objetivos estratégicos más amplios por parte de la guerrilla: Baiji, al igual que Tikrit, está sobre la principal autopista que va de Bagdad hacia Mosul en el norte. La ruta pasa por zonas rurales en las que ISIS tiene fuerte influencia, y es camino obligado de los refuerzos que el gobierno podría enviar a sus tropas en Mosul.

En el origen, la ocupación yanqui y la resistencia
La influencia de ISIS tiene origen en su potente resistencia a la ocupación imperialista norteamericana hace algo menos de una década. En el oeste de Irak, sus militantes dieron muerte o hirieron a muchos soldados estadounidenses. En 2006 su comandante —Abu Musab al Zarqawi— murió en un bombardeo yanqui, y en los años siguientes milicias tribales aliadas a la ocupación estadounidense pusieron al grupo a la defensiva. Pero en los últimos años cuando las tropas norteamericanas, ante la profunda crisis económica que estremecía a Estados Unidos, iniciaron una retirada parcial por disposición de Obama, los militantes islámicos volvieron a emerger con fuerza, ganaron  batallas importantes y se apoderaron de cargamentos de armas del gobierno.
ISIS creció también en Siria, donde combate al gobierno del presidente Bachar Assad, amigo de rusos y chinos y contra el que los yanquis alentaron una rebelión armada hasta ahora fracasada. Aprovechando la persistencia de la guerra civil en la vecina Siria, ISIS extiende su influencia en ciudades iraquíes como Faluya y Ramadi, en el centro-oeste del país.
En el trasfondo del conflicto perdura la profunda división sectaria entre la minoría sunita de Irak —favorecida durante la presidencia de Hussein en los ’80 y ’90—, a la que la mayoría chiíta del gobierno de al Maliki tiene marginados. El antiguo odio entre chiítas y sunitas se expresa en casi diarios atentados y ataques suicidas. Todo eso contribuye a dividir al pueblo iraquí frente a los varios imperialismos aliados a distintos sectores de la burguesía local que se disputan el control territorial del país y el del Estado.

Yanquis: inquietud estratégica
“Necesitarán más ayuda de nosotros y de la comunidad internacional”, dijo Obama, calibrando la posibilidad de una nueva intervención armada imperialista de Washington para restablecer el “orden” en Irak. El secretario de Estado yanqui, John Kerry, justificó la necesidad de intervenir nuevamente en esa región estratégica afirmando que el avance de la guerrilla islámica contra el gobierno iraquí proyanqui “es una amenaza no solo para Irak sino también para Estados Unidos y el mundo”. Con ese remanido argumento se proponen enviar armas, equipos, información de inteligencia, y prevén incluso ataques aéreos —aunque todavía no tropas en el terreno— en ayuda del gobierno y el ejército instalados por ellos mismos.
Washington ya entregó nada menos que 15.000 millones de dólares para entrenamiento y pertrechos militares para el gobierno iraquí. Hasta ahora le sirvieron de poco. Por su parte, aunque la guerrilla islámica no sea santo de su devoción, es probable que Moscú y Beijing estén aportándole algún tipo de ayuda: el fraccionamiento territorial de Irak y el debilitamiento de los yanquis en esa área, contribuyen a su vez a “ablandar” el cerco que Washington trabajosamente viene bordando alrededor de sus rivales imperialistas rusos y chinos.