Unos 30 presidentes y jefes de gobierno y delegaciones gubernamentales de países llamados “en desarrollo” reclamaron un orden mundial más justo y que la ONU priorice el objetivo de erradicar el hambre y la pobreza. En su Declaración final, los representantes de 104 de los 133 países de Asia, África y América latina que hoy conforman el “Grupo de los 77 más China” se reunieron en Santa Cruz de la Sierra (Bolivia) el 15 de junio, al cumplirse 50 años de la creación de ese nucleamiento fundado en 1964 con 77 países que aspiraban a una mayor equidad entre el Norte “desarrollado” y el Sur “subdesarrollado”.
¿Multipolar o sin polos?
Junto a la denuncia del bloqueo a Cuba y la situación neocolonial de nuestras Malvinas, el apoyo a Venezuela frente a la agresión imperialista, y la condena de la opresión israelí sobre el pueblo palestino, la declaración propugnó lo que llama “Objetivos de Desarrollo Sostenible”. Partiendo del supuesto de que nuestro planeta y sus ecosistemas son nuestro “hogar común”, llamó a promover la “armonía con la naturaleza y la Madre Tierra”. En ese orden defendió la soberanía de los pueblos sobre sus recursos naturales, y para eso reclamó el respeto a la soberanía, la integridad territorial y el derecho a la libre determinación, rechazando todo intento de desestabilizar los sistemas constitucionales y democráticos.
En cuanto al sistema financiero internacional, la Declaración reclamó apenas su regulación, lo cual —estimó— reduciría y desestimularía las inversiones especulativas, permitiendo así movilizar los “mercados de capital” en beneficio del “desarrollo sostenible”. No opinó sobre quiénes serían los encargados de ejercer esa “regulación”.
Aún proclamando la necesidad de un “nuevo orden mundial”, y aunque en el encuentro tuvieron un papel protagónico dirigentes como Raúl Castro, Nicolás Maduro y Rafael Correa, el nucleamiento olvidó por completo toda mención del imperialismo —principal factor de opresión y del histórico atraso de los países de esos tres continentes, y de la destrucción de la “armonía con la naturaleza”—; y dejó de lado el hecho, también histórico, de que todas las aproximaciones a esos principios que los pueblos pudieron lograr en el siglo 20 lo fueron a través de revoluciones.
Ahora esos reclamos, como era esperable teniendo en cuenta que el nucleamiento está también integrado por la China imperialista, se enmarcaron apenas en la aspiración a un mundo multipolar; es decir, no a un mundo sin polos imperialistas, sino un mundo de “equilibrios” y repartos de poder en el que la burguesía monopolista China ocupe un lugar y permita con sus inversiones y sus préstamos contrapesar al imperialismo yanqui.
La Declaración aboga por la “Cooperación Sur-Sur”, invocando principios como los de soberanía, independencia, no injerencia y beneficio mutuo: principios justos que 40 años atrás proclamó la China socialista de Mao para la lucha común del “tercer mundo” contra todos los imperialismos, pero que ahora son la retórica que los nuevos jerarcas imperialistas chinos agitan desde hace más de tres décadas para encubrir la penetración de sus capitales en muchos países asiáticos, africanos y latinoamericanos y las relaciones profundamente desiguales que Beijing impone en el comercio internacional valiéndose de su posición de gran comprador, gran vendedor y gran financista internacional.
De buitres y dragones
Es difícil que la “liberación” proclamada pueda venir de la mano del imperialismo chino. Es más probable que semejante “liberación” sea en realidad la máscara de una nueva dependencia. En los últimos días de junio, el gobierno boliviano de Evo Morales reafirmó la posición del “G-77+China” de respaldar a la Argentina para impedir que los llamados “fondos buitre” frustren la reestructuración y renegociación de la deuda argentina. Así el G-77, y China, no se oponen a que la Argentina “reestructure y renegocie” (y por lo tanto legitime) la deuda ilegítima, fraudulenta y usuraria que heredamos de una dictadura sanguinaria, que pagaron y engrosaron los gobiernos de Alfonsín, Menem y De la Rúa, y que sigue y quiere seguir pagando y engrosando Cristina Kirchner.
Más bien los imperialistas chinos y sus socios internos aprovecharán la debilidad financiera de la Argentina y los estrechos vínculos de personeros del gobierno con Beijing para generar ilusiones sobre la supuesta “liberación” y “desendeudamiento” que, según ellos, vendrían de la mano de las compras, los capitales o los préstamos de China.