martes, 15 de julio de 2014

Una semana de acampe

[Vamos! Nº32]  Entrevista a un obrero despedido de Lear.



La fría noche ya había caído sobre el acampe. El fuego calentaba las manos y cocinaba el guiso, que luego compartimos los obreros, los compañeros y compañeras que sosteníamos esa vigilia previa a la jornada en apoyo a los trabajadores de Lear. Durante la noche se intercalaban las anécdotas y los debates.
Del otro lado del asfalto, sobre la colectora, se encuentra una de las puertas de la autopartista yanqui Lear, “cuidada” por un fuerte y permanente destacamento de la Policía Bonaerense. Cruzando la zanja, la Panamericana también era “cuidada” por otro destacamento, de Gendarmería. Para estas fuerzas, provincial y nacional, el peligro es el reclamo obrero.
Para esa madrugada del martes 8 la Comisión Interna había convocado un nuevo bloqueo a la fábrica. Esta es la modalidad que encontraron luego de que la empresa, y la policía a su servicio, impidieran ilegalmente el ingreso de los representantes gremiales a la planta. Mientras se acercaba la hora del ingreso del turno mañana, conversamos con T., uno de los obreros despedidos que hace una semana sostenían el acampe en las puertas de la empresa.

¿Qué balance hacés después de una semana de acampe?
Que vamos bien y podemos torcerle el brazo a la empresa. Vemos una victoria para los compañeros y cada vez somos más y más firmes estamos en la lucha. Hay una salida, una posibilidad.

¿Cómo es estar sosteniendo el acampe?
Es duro y es lindo. Duro por el frío, porque tenés que bancar y estar. Y es lindo porque estás acompañado todo el tiempo; mucha gente, mucha solidaridad de los compañeros, vienen compañeros de todos lados.
¿Y cómo viven el conflicto los compañeros y compañeras adentro de la fábrica?
Muy indignados, porque ven que la empresa está avanzando. Tienen ganas de poder afrontarlos, pero al no tener a la Comisión Interna [dentro de la fábrica] que los guíe, están descolocados, no saben cómo arrancar. Adentro es una militarización total, es una dictadura, están todo el tiempo apretándolos, persiguiendo. Tenemos compañeros activistas que todo el tiempo los están persiguiendo. Se sufre mucho.
Pero a la hora de salir demuestran que están con nosotros, nos dan un afecto, nos dan fuerza, todos los días. Y no temen en cruzarse al acampe y estar acá con nosotros, a pesar de que la empresa todo el tiempo está metiendo miedo de que el que viene para estos lados al otro día no entra. Sin embargo los compañeros son concientes de lo que hacemos, están a favor de lo que estamos haciendo.

¿El rol del SMATA cuál viene siendo?
Solamente apareció un sindicalista de la dirección nomás, pero el día que aparecieron los diputados del Frente para la Victoria. Se juega a romper con esta organización que tenemos, porque sabe que si nosotros ganamos se le va a destapar una olla bien grande: el tema de las suspensiones y los despidos.
Está aliado con la presidenta, que se vive llenando la boca que fue la década ganada y que los empresarios pueden bancar a sus operarios de tres a seis meses tranquilos. Y vemos que hay suspensiones, despidos y las empresas no demuestran un balance de que están en crisis y es está todo tapado por el sindicato y las mismas empresas.

¿Cómo vive tu familia toda esta situación?
Yo soy separado, tengo tres hijos. Me senté a hablar con mis hijos, les comenté en lo que estaba. La madre trabaja, me entiende por partes, por partes no. Porque yo también tengo que cumplir el papel de padre y tendría que estar con mis hijos; pero yo le explico que tengo esa necesidad de estar acá, que me comprenda, que es porque estoy firme en que si estoy acá con mis compañeros vamos a seguir adelante y vamos a poder volver a nuestros puestos de trabajo.