martes, 15 de septiembre de 2015

Editorial | Ojos que no quieren ver

[Vamos! Nº60] Tras 12 años de este modelo, la pobreza y la indigencia no sólo no han sido resueltas sino que han recrudecido en los últimos años. Sojización, industria dependiente y manipulación de las estadísticas oficiales.


Más allá del uso político en plena campaña electoral por parte de la oposición de las clases dominantes a través de medios como Clarín o La Nación, la desnutrición y el crecimiento pobreza es una realidad y se coló en la campaña electoral. Pero ningún sector de los mencionados analiza el porqué de este fenómeno. Solo esgrimen datos y utilizan descaradamente imágenes y relatos con desembarco de periodistas en los parajes donde la pobreza estructural abunda, mostrando la falsedad del relato K.

Más allá de este uso, vale aclarar que esto sale a la luz porque existe, y ha crecido en los últimos años, porque son los resultados del agotamiento de un modelo económico que promueve el consumo popular pero sin reactivación de la industria. Un modelo que favorece a los monopolios imperialistas que explotan mano de obra y llevan sus ganancias a las capitales imperialistas. Como parte de esto, la sojización ha incrementado el crecimiento desenfrenado de la frontera agrícola sojera, llevando a regiones enteras al abandono de la siembra mixta y empujando a miles a la emigración hacia las grandes ciudades con el crecimiento de villas y asentamientos, donde millones viven hacinados, con la consecuencia del crecimiento del narcotráfico que golpean a la juventud destruyendo familias enteras.

Esta realidad está acompañada por la pobreza profunda en el interior de las provincias, donde las comunidades originarias son abandonadas o utilizadas por el asistencialismo que marca una de las características del modelo K. Un asistencialismo que fue de gran necesidad con la salida del hambre del 2001 y 2002, junto con medidas que se tomaron favoreciendo a los más necesitados como subsidios o la asignación universal por hijo.

Pero sostenerla e incrementarla sin dar soluciones en estos 12 años de gobierno han servido para dibujar los números del INDEC, para hacerlos pasar en la franja de ocupados y para sostener el andamiaje de la asistencia social para utilizarlos como chantaje hacia los sectores más golpeados. “Que nadie nos venga a poner de ejemplo a algunos países del norte, por favor, yo no quiero parecerme a países que expulsan inmigrantes y dejan morir chicos en las playas”, sostuvo CFK haciendo referencia al niño sirio muerto en las playas de Turquía (9/9).

Pero Argentina no está en guerra como en Siria, Irak o Afganistán, por lo que los bolsones de pobreza extrema como en las comunidades originarias del interior del Chaco, Formosa, Salta o los campesinos pobres en el interior de Santiago del Estero o Misiones por ejemplo, marcan un modelo económico que no puede usar el pretexto de la guerra para justificar la pobreza estructural, que se ha mantenido en estas regiones.

Este gobierno, y su presidenta que ha sabido cultivar una relación de amigos con el propio Papa Francisco, hace oídos sordos o directamente cuestiona los propios estudios de la Universidad Católica Argentina (UCA) que publicó un estudio en el que concluye que en los últimos tres años hubo un incremento sostenido de la pobreza, que a fines de 2014 afectó al 28,7% de la población urbana.

Según ATE-INDEC, que viene publicando estimaciones de pobreza e indigencia desde 2011, la pobreza alcanzó al 25,1% en 2014 y la indigencia el 5,6%. Esto significa un aumento de un 4,4% de pobres respecto de 2013. Este cálculo está hecho sobre la base de mantener la metodología que venía utilizando el INDEC antes de la intervención pero corrigiendo los valores de la canasta familiar y de alimentos según la inflación real. Equivale a 6,7 millones de pobres y 1 millón y medio de indigentes en las zonas urbanas, a lo que se debe sumar la tremenda miseria en las zonas rurales.

“En el mismo lodo todos manoseao”
La contraofensiva del FpV al escándalo del fraude en Tucumán vino con la denuncia por la contratación con adjudicación directa de una empresa de Fernando Niembro (candidato a primer diputado del PRO en provincia de Buenos Aires) por parte del Gobierno de la CABA, donde facturaron 21 millones de pesos. Al mismo tiempo se hizo una denuncia en Entre Ríos por la contratación por parte del gobierno de Urribarri con adjudicación directa a una empresa del hijo de Julio De Vido por 31 millones de pesos para hacer publicidad en Capital Federal. Por otro lado, avanzan las denuncias por lavado de dinero en el caso Hotesur que involucra a CFK, Lazaro Báez y Máximo Kirchner. A Sergio Massa le corresponde haber sido parte de este gobierno, primero sentado arriba de la caja de la ANSES y luego como jefe de Gabinete. ¿Alguien puede pensar que era ajeno a la política y la corrupción que hoy denuncia?

Esta es la altura que va tomando la campaña electoral entre los candidatos de las clases dominantes. Lo bueno es que se muestran tal como son: llevan la corrupción como la nube a la tormenta porque está en su naturaleza de clase. El fraude también está en el ADN de la estructura del Estado que controlan estos sectores opresores.

Un voto de lucha
La masiva ocupación de tierras de 130 lotes en el barrio Villa Cordobita de Tandil, encabezada por la Agrupación 1º de Octubre, muestra la necesidad de tierra y vivienda de millones en nuestro país. Ya no solamente los que no tienen nada, sino como en este caso, los trabajadores que no pueden pagar un alquiler, viven de prestado o en la casa de sus familiares (ver página 7).

Es la misma lucha de los pueblos originarios como los mapuches que ocupan los yacimientos de YPF y Chevrón en Vaca Muerta reclamando sus tierras, o los qom que son reprimidos, militarizados y muertos por gobiernos como el kirchnerista Insfrán en Formosa.

Es la misma lucha contra la pobreza y el hambre que mata como al niño qom en Chaco o los “invisibles” que no aparecen en los medios masivos de comunicación.

Es la misma lucha de los trabajadores contra la precarización laboral y los despidos en la industria.

Todo esto necesita una expresión en las elecciones, votando al Frente de Izquierda y de los Trabajadores como la única opción popular en octubre. Un voto que recoge el presente de luchas y fortalece el reagrupamiento para enfrentar el ajuste y la dependencia.