[Vamos! Nº 59] Manipulación y fraude.
Las enormes movilizaciones hasta la Plaza Independencia en San Miguel de Tucumán –que continúan– impusieron que se cuenten las 600 urnas que faltaban contabilizar en el marco del escrutinio definitivo, que lentamente se va realizando. Por estas horas, con el recuento de votos van apareciendo urnas vacías, escuelas donde votaron el 100% del padrón o pueblos donde votaron todos los habitantes, fiscales con bolsas con votos, etc. Mientras, el gobierno provincial mantiene detenidos a los militantes del PO-FIT y Polo Obrero que se opusieron a que se robaran las urnas en la localidad de Los Ralos en el interior de la provincia.
Hubo periodistas que, defendiendo el sistema republicano, señalaron que éstos son feudos manejados al mejor estilo de los señores feudales y que la argentina en muchos lugares del interior no habría salido de esa época. Pero, por más que se esfuercen por despegar a un kirchnerista como Alperovich o Insfrán del sistema republicano y federal, estos son exponentes de este sistema, al igual que otros gobernadores opositores.
Lo que se va evidenciando con la repercusión que sigue generando la apertura de las urnas es que éste es un sistema corrupto, que se sostiene mediante un Estado que controlan los sectores dominantes, monopolios y terratenientes. Funciona con “partidos de Estado” que muestran –como en Tucumán– el mayor desprecio por la voluntad del pueblo, porque consideran que los votantes son sólo números y la vida de un pobre no vale nada (o vale un bolsón, una chapa o un DNI). Un sistema donde la quema de urnas involucra a oficialistas y opositores, pero se rasgan las vestiduras para las cámaras; donde es moneda corriente la manipulación y truchada de los telegramas, con el traslado de las urnas por cuenta del Correo Central que hoy controla La Cámpora, pero se podría llamar “La Irigoyen” si fuera un gobierno radical. Da igual.
No nos sorprenden los hechos de Tucumán. Así funciona el sistema republicano en todo el país, con mayor o menor “transparencia” de acuerdo a la fuerza que tenga el sector que administra el Estado opresor. Pero siempre pierde el pueblo, porque son las fuerzas hegemónicas las que imponen las reglas de juego de la política. El pueblo debe jugar aun en este terreno artillado, para denunciarlo y mostrar que la liberación va por otro camino. Porque no falló el sistema: ¡es su naturaleza!