En el acto por el Día de la Industria realizado en Tecnópolis, la presidenta CFK volvió a insistir en que su política se centra en fortalecer el mercado interno para compensar los problemas ocasionados por la crisis internacional y particularmente la situación de las economías de China y Brasil: “Además de sustituir importaciones necesitamos sustituir exportaciones con más mercado interno para cubrir lo que no nos compran de afuera, no se caen las ventas externas por problemas de competitividad sino porque no hay demanda”.
¿Es realmente la política del kirchnerismo una política que fortalece el mercado interno como motor fundamental de la actividad económica argentina? ¿Qué indican la pérdida de poder adquisitivo de los asalariados y la deformación de la matriz productiva del país?
El poder adquisitivo
La condición elemental para fortalecer el mercado interno es que los asalariados tengan poder de compra creciente. Estimular el consumo, frente a los que pretendían “enfriar” la economía, fue en lo discursivo una bandera levantada por el kirchnerismo desde el comienzo.
Sin embargo, fundamentalmente a partir de 2008 el gobierno promovió una política inflacionaria combinada con techos en las negociaciones paritarias. Esto es en los hechos un ajuste salarial por inflación, que tuvo como consecuencia directa la pérdida del poder adquisitivo del salario y caída del salario real. Como analizamos en el Vamos! Nº59, el salario real cayó un 0,6% en 2013, 4,8% en 2014 y vuelve a perder la carrera contra la inflación en 2015. En el mismo sentido, los datos de pobreza disponibles vienen en ascenso ininterrumpido desde 2011. Además, a más de 2 millones de trabajadores se les incauta una parte del salario en concepto de impuesto a las ganancias.
Primer problema: estas políticas no fortalecen la demanda del mercado interno. Pero además, un dato que describe carácter dependiente del consumo estimulado durante estos años es el crecimiento del peso de las importaciones en el consumo de los argentinos (ver cuadro “Importaciones y consumo interno”).
Crecimiento, dependencia y monopolización
Otra cuestión clave es la matriz productiva que se afianzó durante los años de crecimiento económico “a tasas chinas” en la década K. Desde su llegada al gobierno, el kirchnerismo fue reorientando la matriz productiva y de exportación, aprovechando la devaluación duhaldista, con eje en la soja, la minería y el petróleo (hasta hace unos años), junto al negocio automotriz, profundizando la dependencia. Es un ciclo de crecimiento económico e industrial determinado en sus formas por el carácter dependiente de la Argentina.
Manifestación de este modelo es el salto en la sojización de la producción agraria, llegando la soja a ocupar el 65% de la superficie sembrada. A esta altura, el 30% de las exportaciones se deben a un reducido número de productos relacionados con la soja.
Del total de exportaciones del primer semestre de 2015, el 10% correspondieron a ventas a China, de los cual un 70% fueron porotos de soja. Otro 19% corresponde a ventas a Brasil (lo que trepa a 50% en el rubro de exportaciones industriales). De lo exportado a Brasil, el 37% fueron automóviles (datos en base a INDEC).
Como fenómeno paralelo y coherente con este proceso de reactivación e industrialización dependiente, se produjo una mayor monopolización de la producción industrial en la argentina. Desde el 2003 a 2012, el peso de las 100 empresas industriales de mayores ventas anuales en el valor bruto de la producción del sector fue en aumento. Salvo un retroceso momentáneo en 2009, terminaron llegando en 2012 a concentrarse en estas 100 empresas el 44,5% del total de la producción, igualando el pico post 2001 (ver cuadro “Concentración de la producción industrial”).
¿Qué consumimos y qué producimos?
Como hemos señalado desde Vamos!, China ha desacelerado su crecimiento, redujo su demanda y devaluó el yuan promoviendo más sus exportaciones. Y esto repercute también en Brasil, que ha entrado en un ciclo de recesión y ajuste, y reduce también su demanda de exportaciones argentinas. Por eso CFK ahora insiste con la bandera del mercado interno.
Pero como consecuencia de las características del crecimiento económico profundizado en la última década, la matriz de la producción argentina no tiene que ver con una producción diversificada para alimentar los que podría demandar un fuerte mercado interno, sino con el lugar de país dependiente que sigue ocupando la Argentina y la consecuente división internacional del trabajo. Es decir: mucha soja y algunos productos industriales.
Lo que consume el mercado interno no se fabrica en Argentina. Es un consumo, además, estimulado en determinada dirección que empalma como parte de la llamada “complementariedad” entre la Argentina dependiente y la China imperialista. Para dar un ejemplo, hay 60 millones de celulares en el país y, como debió admitir el propio ministro de Economía, tienen sólo un 1% de contenido nacional. Otro ejemplo que muestra más crudamente la subordinación productiva de parte del gobierno a los intereses del gigante asiático es la importación de vagones y locomotoras chinas a pesar de que la Argentina está en condiciones de fabricarlos.
Por otro lado, con el grado en que creció la extranjerización y monopolización de la producción en el país, la recientemente anunciada política de créditos para las PyMES no es más que un paliativo que no puede cambiar el rumbo de la matriz productiva. No es posible revertir el atraso de la estructura productiva dependiente sin una verdadera política de estatizaciones de monopolios para el desarrollo de una industria nacional independiente estratégica y diversificada, sin dejar de importar lo que se puede producir en el país, sin una reforma agraria y ni la nacionalización del comercio exterior.
Lejos de fortalecer un mercado interno y una industria nacional independiente, el gobierno nacional avanzó aun más en los acuerdos integrales con China, acentuando la “complementariedad”, que nos es una solución sino una profundización de la dependencia.
Carlos Melconian, potencial ministro de Economía de Macri, sintetizó su programa en “A dos voces” (TN) el pasado miércoles. Planteó tres ejes: 1) Que el dólar ya vale $16, y que lo que vendrá es sólo un “sinceramiento”, es decir, un salto devaluatorio del dólar “oficial”: “que nadie crea que en la Argentina viene una devaluación, porque lo que viene es a lo sumo un sinceramiento de lo que ocurre, que es que un tipo de cambio vale en un mercado paralelo un 60% más de lo que vale en el supuesto oficial”. 2) Que el otro problema es el déficit fiscal, es decir lo que vendrá es más ajuste. 3) Que el tercer problema es el frente externo: hay que arreglar con lo buitres para volver a tomar deuda externa.